Cómo me suena lo que contáis, Lobo y Xna. En mi caso, fui roja desde siempre.
Tuve un primer contacto fuerte con la religión, en mi cole había teresianas, esa congregación religiosa que salen de algún sitio que no me interesa indagar, quisieron embaucarme, junto a mis amigas del cole, para abrazar algo más que la religión católica, yo lo tuve muy claro desde la primera vez en la que me quisieron adoctrinar, así que con unos 14 años me dije, y dije, fuera teresianas (de aquello salieron tres amigas bendecidas por la religión, una monja, otra de clausura y una a la que un cura que le triplicaba en años, amigo de la familia, se la quiso beneficiar y le destrozó absolutamente su vida, pobre, murió demasiado joven, alcoholizada, sin haber podido salir de la abducción a la que le sometió aquel ser).
Mi familia fue maravillosa, cuatro hermanas, unos padres fabulosos, pero enseguida me percaté de que mi padre vestía el traje de militar para ir a trabajar. Era la época en que solo había hombres militares y todos iban con su traje al trabajo, aunque pronto empezaron los atentados y tuvieron que dejar de significarse por la calle. Definitivamente no me gustaba ese ambiente.
Fui roja para mis padres, y me dejaron serlo. Nunca tuve ningún problema con ellos. En realidad yo nunca fui comunista, aunque lo pareciera por la vehemencia de alguno de mis argumentos, ni he militado en el partido, nunca he querido seguir una doctrina. Pero confieso que las tapas naranjas de los tres tomos de El Capital siempre me atrajeron, nunca lo leí ni ojeé hasta el año pasado, en el que he descubierto un Marx visionario, espléndido en la observación de la realidad, y me he convertido en la máxima defensora de ese libro que nada tiene que ver con el comunismo totalmente vergonzoso que estamos viendo por ahí. El que diga que El Capital es aburrido es que no lo ha leído.
Otro libro que me llamó la atención desde bastante pequeña fue el de Psicopatología de la vida cotidiana, y en general todo lo de Freud, a pesar de no creer en el psicoanálisis como método terapéutico y que confirmé cuando la Psicología me dio herramientas terapéuticas más potentes, y sobretodo rápidas y bastante eficaces.
Confieso que siempre me ha gustado el morbo de comprobar lo locos que estamos todos, también el entender que no todo estaba ya sabido, y me seducía mucho la idea de leer a gente que me aportara en este campo de lo psicopatológico, en casa siempre me han mirado de reojo cuando leen algunos de los títulos de mi biblioteca: esquizofrenia, locura, trastornos neuróticos…. Leí sobre antipsiquiatría, leí sobre enfermedades mentales. Estudié sobre ello una primera carrera.
Y aquí, en el Grado, “voilà”, me encuentro como por arte de magia a Deleuze y Guattari, a los que sigo desde que les conocí. También releí con Carlos Gómez a Freud, que en su asignatura de Ética de primero se marcó un mini-congreso freudiano que me encantó, tanto por el profesor como por el tema. Completarlo con el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari se me hace gloria bendita.
Nietzsche apareció tarde. Cuando entré en el Grado. Pero desde que le conocí ya nunca quise separarme de él.
Ahora estoy peleándome con Spinoza. Esto es una especie de amor-odio. Sé que tiene mucho que decirme, pero me echa para atrás el término dios en su argumentación, aunque ya se que se trata de un Deus sive Natura «Dios o la naturaleza». Aunque esto ya no pertenece a los inicios de esas llamadas que me llevaron hasta aquí. Por otro lado, Heidegger es casi amigo, me gustó Ser y tiempo aunque posiblemente tenga que volver sobre él más adelante, por ahora me es suficiente con lo que aprendí leyéndole.