Tasia escribió:
Las ciencias parecen dominar el panorama del saber dado el potencial que algunas ciencias en particular (y algunos de sus concretos campos de trabajo) han demostrado para generar productos que pueden comercializarse. La ideología cientifista trata de encubrir el papel de la economía en todo ello y también trata de transmitir una imagen incuestionable de los métodos de la ciencia. Aporta una visión sesgada del ser humano y una teoría del conocimiento igualmente reduccionista. Minimiza la importancia de aspectos subjetivos y críticos en la ciencia, y maximiza la importancia de aquellos aspectos más controlables. El cientifismo es una teoría triunfalista, que cree en el progreso y en la superioridad de nuestro orden socioeconómico y en nuestra superioridad frente a otras sociedades.
Incluso las ciencias que carecen de una aplicación práctica clara (la ciencia teórica, más especulativa y filosófica) es marginada por la ideología cientifista. La ideología cientifista disfraza a la economía de ciencia, y al derecho de ciencia; despreciando el papel de las ideologías/ética/política en la economía; o el papel de la retórica en el derecho.
Todo eso, Tasia, me recuerda a los molinos y los gigantes de Don Quijote.
Pero ahora ya veo por dónde vas. Por donde siempre. Y no pasa nada. Cada loco con su tema, incluyéndome yo, por supuesto. Al final siempre vuelves a lo mismo: al capitalismo "aberrante", que en esta ocasión resulta que se oculta tras el cientifismo. Reconoce que cuando hablas de economía te refieres al capitalismo.
Entonces pregunto, ¿no hay cientifismo en China, país comunista (ja) y que fabrica el 99% de los artículos electrónicos que se venden en el mundo?
Naturalmente que se puede establecer un maridaje entre economía y ciencia. Pero yo no lo veo a modo de conspiración capitalista (no has usado esa palabra, pero no hace falta), sino como una cuestión de Ciencia, Tecnología y Sociedad.
Mezclar economía con ciencia sólo puedo entenderlo desde la sociología del conocimiento. Es más, a mí economía más ciencia me suena a Jesús Pedro Zamora Bonilla, que tiene magníficos estudios sobre las relaciones entre ciencia y economía. Pero, que yo sepa, no dice nada de que el cientifismo sea algo así como un capitalismo enmascarado. Su asignatura del máster se titula, precisamente,
Temas de sociología y economía de la ciencia (Zamora también es doctor en economía) y es una de las que quiero estudiar el próximo curso. En Filosofía de la Ciencia II estudié algunos de los capítulos de su libro
Cuestión de protocolo. En concreto, el capítulo VI lleva por título
Sociología de la ciencia y economía de la ciencia: otra extraña pareja, pp. 147-192. Ya la coletilla "otra extraña pareja" deja entrever lo extraño del maridaje entre ciencia y economía. El que tú expones, Tasia, todavía me resulta más extraño. Desde luego que los productos que compramos son en su mayoría producto de la ciencia. Pero de ahí a ver no se qué tipo de conspiración capitalista... bueno, yo no la veo.
Continuando con Zamora Bonilla, en su capítulo de libro habla de las instituciones científicas, el carácter institucional de la ciencia, la ciencia como empresa cooperativa, las normas científicas, la sociología del conocimiento, las relaciones entre ciencia y sociedad (financiación científica) y ese tipo de cosas. No veo por ningún lado que el profesor hable (en ningún capítulo) de que el cientifismo se esconda malévolamente tras el capitalismo. En todo caso, si así fuese, habría que mirar más bien la bibliografía que trate sobre las relaciones entre economía y política.
No sé si es muy objetiva una crítica al cientifismo hecha desde determinada ideología política que tiene algo así como capitalismofobia.
Tasia escribió:
Las artes no aspiran a sentar cátedra sobre cómo es el ser humano, sino que aportan una visión vivencial y temporal del mismo.
¿No?, pues no sé yo si el
segundo Heidegger estaría de acuerdo.
Cito de mi examen de Estética II, que se encuentra en Descargas:
«Los motivos del «Kehre» (giro) de Heidegger están desarrollados, sobretodo, en su importante escrito Brief Über den Humanismus, escrita en 1947 y traducida al español y publicada en Perú por Alberto Wagner de Reyna en 1948. Allí se habla por primera vez de una vuelta o inversión del pensamiento de Heidegger en el sentido de un retorno de la analítica existencial expuesta en Sein und Zeit (1927) a una auténtica ontología; es decir, “del retorno del ser del ente, que constituye el objeto de la metafísica, al ser mismo que se desvela y se oculta en el mismo conocimiento del ser del ente” (Urdánoz, 1978, 558). Tal sería la vuelta o cambio anunciado como el proyecto o plan de la segunda parte no elaborada en Sein und Zeit: “la transición de Sein und Zeit a Zeit und Sein” (Heidegger, 1947, 69).
La Brief Über den Humanismus de 1947 no supone una ruptura con respecto al Sein und Zeit de 1927: “Este giro (Khere) no es una modificación del punto de vista de Sein un und Zeit, sino que en él el pensamiento trata de alcanzar la región dimensional desde la cual Sein und Zeit es experimentado a partir de la experiencia fundamental del olvido del ser” (Ibídem). Esta segunda fase del pensamiento de Heidegger se ha llamado del «pensamiento esencial», “en cuanto a que profundiza en la pregunta sobre el ser en sí mismo y su «diferencia ontológica» del ente” (Urdánoz, 1978, 559).
En su Hölderling y la esencia de la poesía (1936) y en su Ensayo sobre el Origen de la obra de arte (1935-1936), “Heidegger parte de la fenomenología de su maestro Husserl, pero para encaminarse hacia la ontología” (Plazaola, 1991, 238). El ser no puede tener para él el sentido escolástico ni el hegeliano; es fenomenólogo, porque se pregunta no «qué es» el ser, sino «qué significa». “La reivindicación de un horizonte trascendental caracterizado como dimensión ontológica va dirigida contra el positivismo y contra Husserl […] A la luz de esta perspectiva, «fenómeno» en sentido fuerte no es el ente observado de la ciencia, sino la obra de arte” (Givone, 1988, 182). Progresiva-mente, Heidegger se aleja del ámbito intencional-fenomenológico de la conciencia, para adoptar un método ontológico-filológico; y, dejando de lado la experiencia estética, hace de la belleza una manera de ser de la verdad, y la verdad la concibe como un desvelamiento del ser; la belleza es, pues, una «manifestación» de esa verdad. Heidegger actualiza la vieja definición de lo bello como «esplendor del ser».
Tras el famoso «Kehre» Heidegger puso al lenguaje en el centro de su filosofía: el lenguaje no como instrumento o medio de comunicación o como representación simbólica del mundo, sino el lenguaje como médium constituyente, categorizador, articulador y abridor del mundo. “El lenguaje es esencialmente poesía en el sentido de que «hace» el mundo donándonoslo, fundándolo y comenzándolo donde no lo había” (Xirau, 2003, 119).
En su «segundo período» Heidegger abandonó su actividad política y se entregó a los temas de la literatura y la poesía. Se convirtió así en filósofo literario que divaga en originales mediaciones sobre las obras poéticas o sobre la original significación de las palabras, profundizando en el sentido filosófico que encierran.
Así el lenguaje poético y el significado oculto de la palabra conducen hacia el misterio escondido del sentido del ser.
Heidegger ha sostenido siempre que la metafísica ha perdido la esencia original del «logos» y llevado al pensamiento al olvido del ser. La metafísica, con su lógica deductiva y su tecnicismo conceptual, sólo lleva a una representación de los entes, pero es incapaz de darnos la visión original del ser. “
Se ha de recurrir, pues, a la fuerza secreta de la palabra, expresada sobre todo en el lenguaje poético, que con sus intuiciones profundas restituye el pensamiento a la verdad del ser” (Urdánoz, 1978, 565). El lenguaje es llamado por ello «la casa del ser». El lenguaje literario, sobre todo el lenguaje poético, es un modo original de expresar el pensamiento esencial, la experiencia original de la verdad del ser. Todo arte es esencialmente poesía. Arte y poesía coinciden. Heidegger ha escogido de manera especial a dos autores: F. Hölderling (1770-1843), el poeta filósofo, romántico y helenizante del siglo pasado, y R. M. Rilke (1875-1926), equivalente poético del nihilismo de Nietzsche, cantor elegíaco de la muerte, cuyos poemas últimos de 1925 comenta. En una época dominada por la ciencia y la técnica, Heidegger trata de reconducir el pensamiento a su fuente originaria, al misterio del ser en su verdadera esencia.
Y una función importante en ese quehacer compete a la poesía. “«Poesía» tiene aquí un sentido amplio aplicable a todas las artes y un sentido estrecho que se aplica a la «poesía», la cual tiene un lugar privilegiado en el reino de las artes porque su medio, el lenguaje, es el suceder en el cual para el hombre los seres por primera vez se descubren en él” (Xirau, 2003, 55).
La poesía conduce al pensamiento a una zona más profunda del ser, que es lo «sagrado», «lo santo» (das Heilige), donde “el ser se ilumina y se experimenta en su verdad” (Heidegger, 1947, 99). Y lo sagrado es el solo espacio esencial de la divinidad, en donde el dios o los dioses se rehúsan o donde acontece la aparición de los mismos. “La relación, pues, entre el arte y lo religioso es esencial, y responde a la idea de que en el arte se hace presente lo sagrado” (Xirau, 2003, 388). “Y es sólo a partir de la verdad del ser donde puede pensarse en la esencia de lo sagrado; y sólo a partir de la esencia de lo sagrado es dado pensar en la esencia de la divinidad”. (Urdánoz, 1978, 567).
En todo este misticismo heideggeriano no cabe pensar en una verdadera religiosidad. Su pensamiento no se orienta hacia el Dios trascendente y cristiano, sino al ideal humano y paganizante de la Grecia antigua, la Grecia sacral anterior al racionalismo naciente, llena de la presencia de los dioses, tal como la han añorado Nietzsche y, sobre todo, Hölderling y Rilke. Su «ontología fundamental» trata de poner fin a la alienación fundamental del hombre, que es el «olvido del ser», y ponerle en el camino en que despliegue libremente su esencia hacia la verdad del ser. “La pérdida de lo sagrado de que se lamenta es simplemente el olvido del ser” (Ibídem).
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Tasia escribió:
Incluso las ciencias que carecen de una aplicación práctica clara (la ciencia teórica, más especulativa y filosófica) es marginada por la ideología cientifista. La ideología cientifista disfraza a la economía de ciencia, y al derecho de ciencia; despreciando el papel de las ideologías/ética/política en la economía; o el papel de la retórica en el derecho.
No ha sido la ciencia, sino el bipartidismo quien ha marginado esas áreas de conocimiento.