@DavidCondis
El tema del derecho natural, de por sí interesantísimo, es un callejón sin salida. Si se admite la existencia del derecho natural, hay que averiguar de dónde procede (y me resulta difícil concebir la idea de unos valores eternos, imprescriptibles, inmutables, etc. sin referirse a Dios o lo que se entiende por tal) y cuál es su contenido. Si se niega su existencia y sólo se da validez al derecho positivo, se carece de punto de apoyo para criticar matanzas nazis o soviéticas o similares y, sin cambiar de tiempo pero sí de lugar, atentados islámicos, costumbres ancestrales que no hace falta detallar y demás. Dado que tanto la invocación al derecho natural como su negación no pueden sostenerse sin grave detrimento, estamos en una época postpositivista, tan diluida como la posmodernidad, en la que se deja de lado las grandes teorías y se estudia lo minúsculo, con todos los ismos de costumbre. Hoy en día para saber lo que es justo y lo que no se acude ni más ni menos que al sentir mayoritario de la sociedad, como si fuera ése un indicador fiable de algo (de hecho, los avances que ha habido históricamente han sido iniciados por unos pocos a los que se veía como ilusos o fanáticos). Lo que repele a la conciencia humana está mal. Así, dado que la mayoría rechazan la discriminación por razón de sexo o raza, discriminar es injusto y hay que legislar de acuerdo con esa idea. Sin perjuicio de que hace decenios se considerara justísimo por parte de la mayoría que parte de la población no tuviera los mismos derechos que el resto. Se habla de que la sociedad evoluciona, ¿pero esa evolución lleva a alguna parte, esto es, a un estado idílico en el que el derecho natural y la legislación positiva coincidan? Y si no existe el derecho natural, ¿a dónde se supone que vamos? ¿Ese progreso moral no tiene ninguna finalidad? Es más, ¿de dónde proviene? ¿Cómo puedo pensar que la legislación es injusta si no tengo en mí la idea de unos valores eternos, imprescriptibles, etc? Y si tengo ese sentir, ¿de dónde me es dado? Uno puede pensar en cosas que no existen, duendes y ninfas y cosas por el estilo, pero la aspiración universal de justicia que tiene todo ser humano (a su manera) y la convicción moral, instintiva a veces, de que algo está mal, deben de tener alguna explicación en cuanto a su existencia que vaya más allá de una alucinación colectiva o simple esperanza de cambiar nuestro estado de cosas interno o externo, a todas luces desagradable para nosotros porque si no ni nos plantearíamos estas cuestiones.