Hola de nuevo, Kork:
Si yo te contará... De hecho, te voy a contar una breve anécdota:
Cuando yo era un adolescente, a eso de los 13 años de edad, jugaba al Counter Strike con mis amigos del barrio en un ciberbar (era la época en la que solamente los más pudientes podían tener un ordenador en casa; no hablemos ya de internet...) Jugábamos solamente una hora y media a la semana (la economía no daba para más) y el resto de días jugábamos al fútbol. A todo esto, pasaron los meses y alcanzamos un buen nivel en el citado videojuego. Cuando en mi pueblo la afición por este juego alcanzó su cenit, el dueño del ciberbar organizó un torneo. Mi equipo cayó en la primera ronda, pero nos quedamos a ver el resto del torneo, porque conocíamos a otros jóvenes que seguían pasando de ronda. Finalmente, llegaron a la final un grupo de jóvenes, que nosotros conocíamos, y un grupo de cuarentones de aspecto desaliñado y extraño. ¿Sabes quién ganó? El grupo de cuarentones. A continuación, le entregaron un trofeo, de aspecto bastante cutre, al grupo de cuarentones, muy contentos por haber ganado a un grupo de pubertos. (Y es aquí adonde quería llegar.) Aún recuerdo más o menos las palabras de consuelo que uno de ellos le dirigió a uno de los perdedores: "De mayor, si puedes, sé funcionario. Nosotros jugamos en el trabajo y es por eso que somos tan buenos." Ninguno de los jóvenes presentes entendimos nada, excepto un amigo mío -cuyo padre era funcionario-, el cual nos explicó qué era ser funcionario; los cuarentones, por su parte, al escuchar a su amigo, brindaron y siguieron con un festejo estrambótico, haciendo tonterías varias con el trofeo.
Esto es una realidad, Kork, así que no entiendo por qué pagarlo con nuestra compañera. Puesto a elegir, prefiero que una persona emplee su tiempo en aprender filosofía que en jugar al ordenador para arrancarle de las manos un trofeo a un grupo de jóvenes.
Un cordial saludo