Black Mask escribió:
La diferencia es el monstruo.
Diferencia y repetición p.62
Vamos a volver hacia atrás para entender mejor todo esto.
Veníamos de diferenciar la Ontología del sentido (que concibe al ser de lo real en cuanto que éste se abre al sentido, y por lo tanto lo real guardaría un vínculo con la conciencia, yo, alma…) y la Ontología de las fuerzas (que consiste en entender que el último sustrato de lo real consiste en un litigio, en un
polemos, cambiante, en movimiento, de fuerzas en continua interafección. Y estas fuerzas no guardan ningún vínculo con la conciencia, son completamente exteriores).
Para Deleuze,
la Diferencia es Intensidad. Idea que en parte viene de Nietzsche, que viene a su vez de Shopenhauer, de la vida como voluntad. Como una fuerza vital que se nos escapa, que no es vivida sino que está en todas las cosas, esa vivificación a través de las intensidades diferenciales que está en Nietzsche y Deleuze recoge. Que tiene que ver con todas las dimensiones del ser, de lo real.
La realidad al completo, todos los fenómenos esconden diferencias de identidad, energías dispares. Podemos pensar en un fenómeno cualquiera, la lluvia, el aire. Deleuze pone muchos ejemplos, y en todos ellos hay una dimensión de intensidades, de las intensidades dispares que gestan las corrientes de aire, el caer de la lluvia que hace y afecta al suelo, lo nutre, lo transforma, hay una relación de interafección intensiva tras todos los fenómenos. Y esto hace que los fenómenos se muevan.
Las intensidades conforman una estructura de síntesis disyuntas,
todo está conectado con todo, pero de forma diferencial, en una suerte de
polemos, de conflicto que nunca se acaba y que produce más y más diferencia: Ese sería el último sustrato de lo real.
continuará
Dice García Bacca de Whitehead y de
Process and reality: “Por vez primera se asientan los fundamentos de una metafísica del ser en cuanto creación, del ser en cuanto acto actuante, en cuanto proceso convergente de ascendentes creaciones.
Y no es que antes de Whitehead no se hayan hecho intentos más o menos apreciables para cambiar el tipo de
ser, las bases ontológicas mismas de la filosofía occidental, destruyendo el imperio indiscutible del principio de identidad”.
Deleuze se inserta en esa misma tradición con su filosofía de la diferencia. Desde Parménides permanecía inalterable el llamado principio de identidad. El principio lógico y epistemológico que básicamente postula que A=A, que A es igual a sí misma, que A es pura, plena. El pensamiento de la diferencia de Deleuze va a combatir y tratar de desmantelar, deconstruir (en un ahondamiento de la
Destruktion de Heidegger, pensando la diferencia sin concesiones a la identidad), tirar por tierra el principio de identidad que ha atravesado tanto el pensamiento platónico como toda la historia de la filosofía. Principio que tiene su razón de ser en la pureza del concepto: la pura idea del bien, la pura idea de justicia y que en cierto modo colapsa los conceptos dentro de sí mismos y los esencializa. Platón buscaba la idea del Bien, de la verdad. Pero si pensamos, por ejemplo, el concepto de hombre y lo atravesamos por este principio de identidad tendríamos que buscar un hombre puro (esencia). Pero un hombre no es ni más ni menos que una multiplicidad mutante, un ensamblaje de heterogeneidades A, B,C, D,...Padre, hijo, hermano, amigo, lluvia, tierra, luz. Un hombre. Cosa, fenómeno, concepto, es a la vez A y B y C y D..no hay un hombre puro y perfecto. No hay nada puro, ni siquiera los concepto que también son mezcla, ensamblaje de heterogeneidades, de disparidades, de diferencias.
¿Por qué buscar algo esencial y puro? Porque nos quieren en un molde. Dentro de una normatividad. Y esa normatividad violenta y agrede. Normatividad de la que huimos como diferencias en movimiento que somos. Lo político de la diferencia.
Recordamos a Spinoza, afectar y ser afectado. La diferencia vincula ambas potencias en un movimiento. Deleuze lo vincula a fuerzas diferenciales. Y así nos vinculamos en un momento
x con heterogéneos, creando un vínculo irrompible. ¿Dónde está el nosotros?
En una cadencia infinita de síntesis disyuntas y,y,y.. ¡de intensidades dispares! A la que la diferencia en términos de intensidad nos ha conectado con una sensibilidad aún más profunda que la sensibilidad de los sentidos.
La representación siempre ha sometido la diferencia, nunca ha pensado en ella sino para subsumirla. Sólo ha pensado los fenómenos, sin pensar en lo que hay bajo los fenómenos y que es aún más profundo que la dimensión estética de la sensibilidad, tal y como se ha pensado hasta ahora.
La diferencia se produce como impacto con algo completamente heterogéneo. Emergencia de la diferencia a través de la diferencia misma, en el encuentro de heterogéneos, que se produce como impacto, como interafección.
Se dice “la hierba es verde”, hay que fijarse en el predicado (porque aquello es lo que nos vincula con los heterogéneos, con las alteridades distintas). Hemos de pasar del nombre al movimiento (al verdear, a la gradación de verdes dispares), al infinitivo de los verbos. Al poner nombre detenemos el movimiento de la diferencia, la hierba no es verde, la hierba (lo veo a diario) verdea, es un verdear, es un movimiento, es un devenir. Deleuzear a Deleuze.
El lenguaje de la representación pretende detener la realidad, que la realidad obedezca, que se acople a un molde, aunque ficticio, de concepto acabado. Intentamos acabar con el movimiento, detenerlo, poniendo un nombre y por tanto fijar una consigna, un mandato, hacer que se obedezca....fijar la realidad.
Se trata, en suma, de que la realidad obedezca a algo que en realidad es una ficción. Tratando de detener el devenir. El verdear no se detiene, es una realidad mucho más compleja, esa realidad ontológica diferencial intensiva que no se detiene, pese al intento ético-político de la representación y a la dimensión social en la que se inscribe el lenguaje.
¿Cómo salir de la consigna, de la obediencia, lo constituido, de lo que ya sabemos, de lo molar?
Somos mezcla de cuerpos que a su vez también se mueven. Intensidades dispares que afectan e interafectan en una “historia embrollada” de síntesis disyuntas. Todo se compone de heterogeneidades completamente dispares.
Somos exuberancia, vivificación de la realidad, una realidad entendida en términos de diferencias de intensidades. Una realidad que es una urdimbre compleja y que tiene esa dimensión de auto trasformación, de auto creación.