Y como lo prometido es deuda, pues a la carga y continúo con la argumentación iniciada.
Como decíamos ayer … las relaciones entre pensamiento y lenguaje es una de las cuestiones más complejas de abordar por la ciencia, ya que va a depender en cierta medida de cómo delimitemos el término 'pensamiento', que es muy impreciso por ahora. El pensamiento no es sólo lingüístico, eso está claro, es una parte de éste que ayuda a desarrollarlo y uno de sus vehículos de transmisión.
Y concluíamos que hay unanimidad general en cuanto que no se podía afirmar que hubiera lenguas mejores o peores, sino diferentes, pudiendo evolucionar, desarrollarse y ampliar su espectro lingüístico. Y asimismo, son diferencias que son el fiel reflejo de las diferentes formas de organizar la facultad del lenguaje, y por ende, la naturaleza humana.
Pero de lo anterior, podemos inferir lo siguiente, si el lenguaje es sólo una parte del pensamiento, ¿qué hay de la otra parte que no corresponde al lenguaje?, ¿Y cómo se expresa?…
Pues sencillamente al escuchar la Novena sinfonía de Beethoven (tan profusamente nombrada últimamente en este foro), o cuando sentimos miedo ante la visión de una película de cine de terror, o al ver a una persona que amamos o no tanto, o al percibir olfativamente o visualmente diferentes sensaciones a nuestro alrededor que no tienen una clara correspondencia lingüística, pero que sí se pueden percibir e identificar claramente como parte de nuestra experiencia consciente. Y esto sin entrar en la inconsciente. El lenguaje sólo es una parte del trabajo desarrollado por nuestro bonito cerebro, pero no se cree que haya un código unificado para expresar todo aquello que no es lingüístico.
Y como también se dijo, las diferentes lenguas reflejan la cultura material, el entorno, las circunstancias en donde se desarrollaron, se podría afirmar que son un producto de la cultura como su condición de posibilidad. Algo así como dijo Wittgenstein en aquel aforismo del Tractatus, 'Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo', o en alemán que suena genial, 'Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt.' Nuestro mundo es nuestra experiencia, lo que hemos vivido, lo que conocemos y así lo representa nuestra lengua.
Pero no olvidemos que también hay muchos aspectos de nuestro mundo que no tienen una clara correspondencia lingüística, pero que indudablemente existen y conforman nuestra experiencia, como puede ser la música, el amor, la belleza, la esperanza, etc. Esto me recuerda a un pasaje de la novela Contacto de Carl Sagan, en dónde se dice que 'una persona quiere a su madre incondicionalmente, con independencia de que pueda o no explicar el porqué.' Del mismo modo, podríamos decir que el lenguaje es una parte importante de nuestro mundo, pero no es todo nuestro mundo. Pero claro, esto muy burdamente expresado y sin la evocadora belleza de la sentencia del gran filósofo austríaco.
Pero ahondando un poco en lo que iniciamos, demos un pasito más allá, esto son todas preguntas que van surgiendo a medida que vamos avanzando muy lentamente en la investigación y que se precisan resolver. Quedó establecido que no existía jerarquización lingüística, pero ¿se puede hablar de lenguas propias de una comunidad humana específica? En efecto, hemos hablado anteriormente de una lengua propia de una comunidad, por ejemplo, el 'warao', lengua originaria de la Guayana francesa. Pero seguidamente, nos podríamos preguntar, ¿es el español, el francés o el inglés la lengua de una comunidad? Los lingüistas han convenido que no, a menos que utilicemos el término 'comunidad' en un sentido tan amplio que pierda todo su sentido. Todo esto contando si el concepto de 'comunidad' tiene algún sentido para empezar, algo no muy claro puesto que es una idea un tanto vaga, indefinida, igual que lo es el concepto de 'lengua', que probablemente no tenga ningún valor científico, como ha repetido Chomsky miles de veces. Es todo muy relativo como titula el encabezamiento de este hilo…
Por esto, ¿cuándo se puede hablar de lengua o de dialecto? ¿El catalán y el valenciano son lenguas diferentes o dialectos de una misma lengua? Y allende nuestras fronteras, ¿qué pasa, por ejemplo, con el español de Quito y el que se habla en Valladolid? Pues no hay nada claro, nada definitorio, es difícil llegar a un consenso. He podido observar como en ocasiones películas filmadas en Hispanoamérica son subtituladas porque resultan completamente ininteligibles para un hablante de castellano de la Península Ibérica.
También podemos aludir a las lenguas balcánicas como el serbio y el croata (así como el bosnio), que hasta el estallido de la guerra de los Balcanes eran conocidas bajo una única denominación, 'serbocroata'. Aunque una vez que se produjo la desintegración de la ex Yugoslavia, han adquirido nombres diferentes y sus usuarios sostienen que son lenguas distintas, que sólo el yugo serbio había mantenido unidas artificialmente (sobre todo, los de Croacia y Bosnia). Destacar que el entendimiento entre hablantes es prácticamente total, salvo algún localismo como los que pueden darse en la lengua francesa.
Por tanto, este ejemplo ilustra claramente que muchas veces su respuesta depende de filiaciones políticas más que científicas o racionales. Pero mucho me temo que todos tenemos filiaciones políticas más o menos explícitas, y la óptima sería tratar de tomar a todas las lenguas o, mejor aún, a sus usuarios por igual, pues todos se merecen la misma consideración y respeto. Como se mencionó ya anteriormente, todas las lenguas forman parte del patrimonio de la humanidad y reflejan diferentes modos de organización de la facultad lingüística.
Lamentablemente, este respeto suele ser obviado por diferentes pueblos a lo largo de la historia. Véase el ejemplo francés, cuya diversidad lingüística ha sido prácticamente eliminada, siendo hoy en día inexistentes los usuarios de las diferentes lenguas regionales tales como el alsaciano, el bretón, el occitano y alguno más. Ha sido un trabajo 'redondo'.
Aquí en nuestro país, el tema no ha sido tan descarado como en el país galo pero algo hay de esos aires jacobinos también, puesto que algunas facciones de intelectuales tanto de izquierdas como de derechas, algún político y demás seguidores sostienen que la variedad de castellano que se habla en Madrid es un bien común, nacional, patrimonio de todos los españoles, algo así como más válida que el resto de las existentes en el territorio español, una rotunda asimetría entre las diferentes lenguas habladas en España.
Esto es una forma de concebir el Estado, pero hay otras como los modelos suizo o el canadiense, que es el que conozco de primera mano por mi experiencia en aquel gran país. En donde esto mismo implica al inglés y francés, teniendo ambas los mismos derechos en todo el país. Pero que, en modo alguno, abarca a las lenguas de los nativos americanos a los que se ignora completamente en cualquier ámbito cultural.
Aunque creo que el caso suizo es el más ejemplar, donde cohabitan las cuatro lenguas oficiales con idénticos derechos en cualquier territorio del país, incluida la lengua hablada en el cantón de Graubünden, el Romanche, que no llega a la cifra de 40.000 usuarios, junto con el alemán, francés y el italiano.
Pero bueno, aquí ya entramos en terrenos en donde imperan más los aspectos sentimentales y se aplica lo que mencionaba antes de las creencias de la gente, que poco tiene que ver con lo racional y sí mucho con postulados de carácter político y emotivo. Pero esta cuestión genera mucha controversia, pues afecta a la cuestión nacionalista directamente, y ya se sabe. Aunque pienso que lo que debería establecerse es un auténtico diálogo real y que las diferentes posturas se sentasen a escucharse los unos a los otros, por encima de creencias, en vez de repetir siempre lugares comunes. Sin embargo, esto me parece una tarea ardua y difícil y me encantaría equivocarme, y pensar que vivimos en un mundo bastante mejor que el que se vislumbra, pero tengo mis serias dudas.
En nuestro querido erial hispánico con su correspondiente dosis de sangre jacobina, nos encontramos con formas, que como ya adelantamos, no son ni mejores ni peores sino diferentes. Por poner algunos ejemplos, citaré al vasco o euskera, que es una lengua de tipo ergativo-absolutivo, algo muy raro de encontrar en el resto de Europa y que aparece en lejanas tierras de Sudamérica y Australia. Las lenguas de esta tipología tienen una concordancia verbal distinta a la que puedan tener el español y el catalán, que son nominativo-acusativas. En castellano, el sujeto es asimétricamente marcado por la concordancia verbal, sin tener en cuenta si se trata de un verbo transitivo o intransitivo. Se comprende mejor con el ejemplo: 'Tú comes zanahorias' y 'Las niñas juegan', y se observa que hay morfemas en el verbo concordantes en persona y número con el sujeto. Por el contrario, en la oración transitiva, el objeto no concuerda con el verbo en absoluto, por eso se dice que el castellano marca asimétricamente el sujeto, según los últimos estudios, aunque todo esto no está reglado todavía.
Bueno, pues en las lenguas ergativo-absolutivas, como es el caso del euskera de las que es un subtipo, esto es diferente. El sujeto solamente concuerda con el verbo si éste es intransitivo, y si fuera transitivo, el verbo concuerda asimétricamente con el objeto. Ahora bien, una vez hecha esta pequeña digresión necesaria al efecto y escueta para no cansar demasiado al lector, cabría preguntarse si esto tiene claros efectos cognitivos o no, uno de los objetos iniciales de nuestro estudio, y determinarlo empíricamente, pero esto no se ha realizado aún por el momento.
Si ampliamos un poco nuestro espectro lingüístico nos encontramos con el alemán, por eso de que el verbo va colocado al final de la frase o en la segunda posición, en caso de que la oración sea subordinada o principal. Diferencias gramaticales que, como ya dijimos, forman parte de nuestro rico acervo cultural, que debemos cuidar con esmero y orgullo, así como preservar sus diferencias culturales. Asimismo, esto es extrapolable a los diferentes vocablos que han ido forjando las lenguas a lo largo de su historia y que proyectan su particular idiosincrasia y cultura siendo una parte fundamental de todas ellas. Todo esto hace especial y única a cada una de ellas y, por tanto, valiosos baluartes de estudio de la naturaleza humana y sus diferentes manifestaciones.
En consecuencia, y reafirmándonos en la misma postura, no existen jerarquizaciones lingüísticas de ningún tipo, ni superioridades que valgan y, por ende, y rechazable del todo, la posible sustitución de unas por otras. Es como si pensáramos en un futuro en reducir nuestra alimentación a unos pocos alimentos, perdiendo así la enorme riqueza gastronómica, total, si con tres nos podemos alimentar adecuadamente, pues sería absurdo totalmente.
Ojalá falte mucho para esto o que nunca se llegue a dar, tanto en el plano culinario como lingüístico porque, si llegara a producirse algún día, mucho me temo que podría suponer la extinción de nuestra cultura tal y como la entendemos actualmente.