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TEMA: Los que se marchan de Omelas

Los que se marchan de Omelas 23 Abr 2024 22:49 #82915

  • Nolano
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Como despedida (espero que solo temporal) Rdomenech hizo una cita que para mí era enigmática: "Me marcho de Omelas". El enigma es fácil de resolver acudiendo a Internet. Se trata de una referencia a un relato corto de Ursula K LeGuin (1973): “The Ones Who Walk Away From Omelas" (Está en inglés).

El relato es enormemente sugestivo, en mi opinión, y da para varias reflexiones de orden político y moral. Abro un hilo por si alguien quiere dejar aquí sus comentarios sobre lo que le sugiere este texto.

Gracias, Rdomenech, por darnos a conocer este relato que era completamente desconocido para mí (aunque tal vez muchos lo conocierais ya).
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
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Última Edición: 28 Abr 2024 15:19 por Nolano. Razón: Corrección errata
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Los que se marchan de Omelas 23 Abr 2024 23:50 #82916

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La solución es irse de Omelas.
Nunca nadie se ha salvado allí, pues la felicidad de ese pueblo depende de un niño torturado.
Muchos no se plantean cambiar el mundo. Unos pocos sí. Los que se van.
El cuento que nos ha traído Rdomenech y que no conocía me ha tocado.
No te reconozco como el niño que es torturado sistemáticamente que ni sabe porqué, sí con los que optan por salir de la ciudad.
Aquéllos que ven una luz por muy tenue que sea.
Última Edición: 23 Abr 2024 23:57 por Anuska-.
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Los que se marchan de Omelas 24 Abr 2024 09:52 #82918

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Alguna nota rápida y un tanto desordenada

Desde un punto de vista exclusivamente literario, me interesa sobre todo la primera parte. En principio parece la descripción de un pueblo fabuloso, utópico, caracterizado con los atributos propios de los relatos de la tradición oriental, que por otra parte es usado por muchos narradores de literatura fantástica. Sin embargo, en cierto momento el narrador se empieza a cuestionar la propia naturaleza del cuento, el carácter de sus normas, su tecnología, etc., de manera que consigue que ese pueblo posea una cierta ahistoricidad, aplicable a cualquier momento. Lo mismo sucede con el chico (“It could be a boy or a girl”). El narrador crea un espacio en inicio prototípico -casi un locus amoenus o el paraíso perdido. que después pone en duda, e interpela directamente al lector para que él mismo se cuestione sobre la naturaleza del mismo.

Creo que del cuento se pueden hacer varias interpretaciones, que no son incompatibles. El muchacho, inocente, sería el chivo expiatorio de una comunidad. Desde un punto de vista de social, sería una fábula que alegoriza sobre el mundo del subsuelo, el trabajo esclavista que permite la felicidad del pueblo, como los niños nigerianos que extraen coltán para que podamos usar nuestros móviles. Este sistema les es explicado a los niños de Omelas para que lo interioricen desde la infancia. Cuando de adolescentes o adultos se adentran en el horror, se van. El resto, se enfrenta a una “paradox”.

También puede ser analizado como un conjunto de tradiciones literarias. Como dije, el cuento recuerda a las viejas narraciones sapienciales de origen oriental, pero la ilusión se rompe al incluir la posibilidad de que introduzcamos en él la tecnología que consideremos preciso. Igualmente recuerda a la literatura fantástica que se inspirada en esas viejas tradiciones, así como a obras como “El mandarín”, de Queirós, que plantean dilemas parecidos. El modo en que se le sirven los alimentos al chaval nos lleva a la literatura de terror de Poe (“El péndulo de la muerte”) o al absurdo de las novelas de Beckett, donde un ser sin identidad es alimentado por fuerzas desconocidas que lo tienen aprisionado a la cama -quizás- de un psiquiátrico. Por supuesto, a las “Memorias del subsuelo”, de Dostoievski, en que la diferencias de clases sociales es pareja a la escisión de la psique. En el cuento de Úrsula K. Le Guin se produce la escisión de esa conciencia social.

El final es pretendidamente ambiguo. ¿Dónde van los ciudadanos que huyen de Omelas? ¿Ese lugar “even less imaginable to most of us than the city of happiness”? ¿Acaso es una ironía para decir que traspasan el terreno de la ficción para acercarse a nuestro mundo, que es en realidad inimaginable, aunque sea espejo de Omelas? ¿Se dirigen a la muerte por no soportar lo que ven, como Edipo?
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Los que se marchan de Omelas 24 Abr 2024 18:31 #82921

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Última Edición: 26 Abr 2024 14:03 por Leni2.
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Los que se marchan de Omelas 24 Abr 2024 18:47 #82923

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Leni2 escribió:
Me ha dado interés ese relato. Más que Memorias del Subsuelo, me ha evocado la célebre posición de Iván Karamazov: su imposibilidad de aceptar moralmente paraíso alguno de Dios que cueste la sola lágrima de un niño.

Sí, te doy la razón. Bien visto.
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Los que se marchan de Omelas 24 Abr 2024 18:57 #82924

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Lo inquietante de este relato distópico no es lo que tiene de irreal, sino lo que tiene de reflejo de una realidad social (moral y política) bien real.

Lo distópico es la posible conexión entre la felicidad de la sociedad en su conjunto (menos uno) con la infelicidad absoluta de uno solo. Evidentemente, no puede haber ninguna causalidad que enlace la vida desgraciada del niño permanente encerrado en el cuarto escobero y la felicidad del resto de la comunidad de Omelas.

Pero dejando aparte esto, la cuestión a la que nos enfrenta el relato es: ¿Cuánta felicidad propia está un hombre a renunciar a cambio de mitigar la desgracia ajena? Y la triste respuesta es que NINGUNA. Estoy seguro de que todos cuantos vayan comentando este relato harán una bonita profesión de buena voluntad e indignación sobre la situación del niño encerrado. Pero en la práctica todos sabemos que solo será eso, una mera declaración de intenciones que, llegado el caso, no irá acompañada de ninguna acción al respecto. Al menos esa es mi experiencia personal a lo largo de mi vida ya entrada en años. Y eso es lo que hace tan creíble e inquietante este relato.

Queda el final: ¿es una solución abandonar Omelas? Desde luego eso no hará que la vida del niño encerrado mejore. Será una huida de un insoportable sentimiento de culpa, pero no será ninguna solución. El relato se muestra bastante pesimista, por otro lado, respecto del número de personas que abandonarán Omelas. No será nada fácil abandonar la feliz ciudad de brisa cálida y suave, donde todos comen deliciosos pasteles y viven en fiesta continua, para ir a un lugar desconocido, inimaginable e indescriptible, que incluso puede que no exista. Allí todo será frío, hambre, soledad en las inhóspitas montañas. Supongamos que Omelas tiene unos 100.000 habitantes, por decir algo (la ciudad no es pequeña, tiene tren y tranvía, por lo menos). ¿Cuántos se marchan de Omelas? El relato dice que "algunas veces" sucede eso, siempre en solitario. ¿Diez, doce veces al año? Seguramente menos aún. En mi opinión eso no ocurriría nunca: también en esto el relato creo que es distópico.

Sin duda lo más razonable es seguir en Omelas, esconder la culpa en el fondo del alma y seguir disfrutando de la música y las carreras de caballos a la orilla de la playa. Esa es la triste realidad. Todos lo sabemos y por eso el relato es tan desazonador.
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Última Edición: 24 Abr 2024 19:03 por Nolano.
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Los que se marchan de Omelas 25 Abr 2024 23:25 #82945

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En mi opinión, el mensaje de Nolano es muy acertado. No obstante, el relato me genera algunas dudas.

1. La narradora niega toda felicidad al niño, incluso aunque sea liberado, aunque no por qué. Nos tenemos que fiar de su palabra. Ya que oculta la causa, la deja a nuestra interpretación.

2. El final es pretendidamente ambiguo. Se supone que la gente escapa por ese sentimiento de culpa a que hace referencia Nolano. ¿No hay una tercera vía entre disfrutar de una felicidad “perversa” o huir? ¿Niega el narrador/a la posibilidad de un cambio de sociedad? Esta solución se me antoja peligrosa. Por una parte, podemos contemplara como un simple mecanismo descriptivo que encierra un profundo pesimismo. Por otra parte, nos puede llevar a soluciones conservadoras (“conversador “en un sentido agente, no en sentido político). Es decir, si no hay solución posible, ¿qué más da que el niño sufra? Solo merecería la pena luchar por una sociedad más justa si tuviésemos esperanzas de éxito.
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Los que se marchan de Omelas 26 Abr 2024 11:44 #82946

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Futaki escribió:
1. La narradora niega toda felicidad al niño, incluso aunque sea liberado, aunque no [sé] por qué. Nos tenemos que fiar de su palabra. Ya que oculta la causa, la deja a nuestra interpretación.

Me he permitido añadir un "sé" intercalado, que me parece omitido por error, pues si no, no se entiende bien la frase.

Por mi parte, creo que la autora es bastante explícita en este punto. Primero había apuntado que el niño "Parece de seis años, pero realmente tiene cerca de diez. Es débil mental. Quizá nació discapacitado, o quizá se ha convertido en imbécil debido al miedo, la malnutrición y el abandono."

Y casi al final explica: "Pero conforme avanza el tiempo comienzan a darse cuenta [los que sienten pena por el niño] de que incluso si el niño fuese liberado, no obtendría mucho beneficio de su libertad: un ligero placer de calor y comida, sin duda, pero poco más. Está demasiado degradado e imbécil para conocer ninguna alegría real. Ha estado atemorizado demasiado tiempo para estar libre de miedo. Sus hábitos son demasiado rudos para responder a un trato humano. En verdad, después de tanto tiempo, probablemente estaría incómodo sin muros a su alrededor para protegerlo, y oscuridad para sus ojos, y sus propios excrementos donde sentarse."

Esto también da motivo para reflexionar. Me ratifica en una antigua idea mía que se refiere a lo nocivo del concepto de "arrepentimiento", muy potenciado por la religión católica, sin duda por la importancia en términos de obtención de información que tiene el sacramento de la confesión; muy útil para conocer hasta la interioridad de las personas en sociedades de profundo sentido religioso. Sin embargo, en mi opinión, eso de que uno se confiesa y ya está, queda liberado de sus pecados, es profundamente inmoral, por cuanto lo que realmente debe inculcarse a las personas desde su infancia es que hay que pensar bien cómo se actúa, pues una vez cometido el mal, eso ya no tiene arreglo. Hay que pensar bien las cosas antes de hacerlas (especialmente las que ocasionan daños a terceros).

O sea, que el niño ya está perdido, ya no tiene cura ni salvación. Entonces, si eso ya no tiene arreglo, ¿por qué no disfrutar de los beneficios del daño que sufre el niño (ya irreversible)? El comportamiento generalizado en Omelas (olvidarse del niño y vivir la vida feliz) tiene una lógica implacable: es lo mejor para todos, pues cualquier otra solución sería claramente peor; todos perderían y nadie ganaría nada.

Solo con un matiz; se plantería una nueva cuestión si el niño muere y hubiera que sustituirlo por otro. Pero ahora no nos planteamos eso, ni hay por qué planteárselo: el niño es todavía bastante joven.
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Última Edición: 26 Abr 2024 11:46 por Nolano.
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Los que se marchan de Omelas 26 Abr 2024 17:27 #82948

  • zolaris
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Hola:

De acuerdo con la concepción ideológico-capitalista opresora de los débiles. De acuerdo también con el apunte a Los hermanos Karamazov. Y claro, al asunto sobre cuanta de nuestra felicidad estamos dispuestos a ceder para paliar una parte de los deficitarios en esa cuestión.

Pero también podemos permitirnos realizar una interpretación ontológica del relato. Y articular así una serie de supuestos que de otra manera se quedan sin engarzar.

Para ello necesitamos suponer una metáfora: concebir la habitación del niño como el habitáculo de la conciencia. De el yo más íntimo. Y nos vamos a Heidegger:

La habitación del niño representa la conciencia de todos los habitantes de Omelas ("todos conocen la existencia de ese niño"). Es el yo auténtico que representa la angustia del ser ante la muerte y la culpa ontológica. Y Omelas es el Uno, el mundo, la vida inauténtica que nos diluye la angustia y nos sumerge en la medida posible en dispersión y placer ("los habitantes de Omelas no son simples"). No, y lo que no es simple es compuesto, en este caso de vida auténtica e inauténtica.

La habitación es un no-lugar, no es habitable y no es modificable ("Los habitantes saben que no se puede hacer nada ya por ese niño"). Es un lugar de visita, la misma que van realizando los habitantes de Omelas, pero angustiados salen de nuevo al mundo de la "felicidad". Y saben que esa habitación con ese niño es necesaria para su bienestar, porque es la otra cara de ese mundo. La dualidad aténtico/inauténtico es necesaria en ambas direcciones. No hay lo uno sin lo otro.

El problema surge para los excepcionales habitantes que tras haber visitado la habitación son ya incapaces de volver al mundo como si nada. Son ya incapaces de sacudirse la angustia y la culpa y se convierten en errantes sin habitáculo posible. No pueden ya volver al mundo y hacer como que no han experimentado nada. Son seres sin espacio vital, en la habitación angustiosa no se puede vivir, y ahora en el mundo tampoco. Se convierten en zombies, en caminantes, en errantes desterrados. En seres ya únicamente, lo saben muy bien, para la muerte.

Un saludo.
A Flaubert que le den.
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Los que se marchan de Omelas 27 Abr 2024 19:05 #82960

  • dvillodre1
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Hola Zolaris:

Me parece muy interesante tu interpretación. Pero porqué llamarla "interpretación ontológica" y no "interpretación antropológica".

Enhorabuena.
Última Edición: 27 Abr 2024 19:05 por dvillodre1.
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