Gracias, Ksetram, por tus palabras. No, no he reportado tampoco ningún mensaje de este hilo. Y sí, es verdad que me voy por un cúmulo de cosas y no por el último mensaje de Anuska. Si quise que el moderador lo aclarara fue porque había decidido irme y no quise que se pensara que me iba porque había mentido en algo.
Sí, Pedrobbc, hay cosas que no has captado bien. Estoy de acuerdo en que el debate y cierto desacuerdo no tienen nada de malo. Otros no lo están, por eso me voy. No tengo ninguna queja de ti y te agradezco la discusión que hemos mantenido, pero no seguiré con ella.
Aunque he dicho que mi marcha es temporal, tal vez sea definitiva, no puedo asegurarlo ahora. En cualquier caso, aprovecho este último mensaje para dar las gracias a Nolano, a Pedro Pablo, a Annabella y a Geiriz, con quienes he tenido conversaciones muy interesantes. Gracias también a Saseto, Zolaris, Rodrigo Roig y Lapidario, que siempre han sido amables y tolerantes conmigo. Espero no dejarme a ningún usuario actual que lo merezca, pero es posible que me esté olvidando a alguno.
Mis agradecimientos se dirigen sobre todo hacia usuarios que ya no están o que apenas entran: Alma, Elías, Silvanus, Shankara, Cuervo Ingenuo, Heráclida, Goriot, Confusus, Castlelita y muchos otros. Muchos de ellos me parecieron auténticos gigantes intelectuales. Gracias también a Conrado, a quien no conocí, pero cuyo eco sigue resonando en el foro. Siguiendo el camino de algunos de ellos, me marcho de Omelas.
Os deseo a todos claridad, rigor en la argumentación, libertad, igualdad de derechos y oportunidades, propiedad privada y una vida libre de charlatanes. Me despido con un maravilloso texto de Nietzsche:
Pero aquí Zaratustra interrumpió al necio cubierto de espumarajos y le tapó la boca.
«¡Acaba de una vez!, gritó Zaratustra, ¡hace ya tiempo que tus palabras y tus modales
me producen náuseas!
¿Por qué has habitado durante tanto tiempo en la ciénaga, hasta el punto de que tú mismo tuviste que convertirte en rana y en sapo?
¿No corre incluso por tus venas una perezosa y espumosa sangre de ciénaga, de modo
que también tú has aprendido a croar y a blasfemar así?
¿Por qué no te has marchado tú al bosque? ¿O has arado la tierra? ¿No está acaso el
mar lleno de verdes islas?
Yo desprecio tu despreciar; y puesto que me has advertido a mí, - ¿por qué no te advertiste a ti?
Sólo del amor deben salir volando mi despreciar y mi pájaro amonestador: ¡pero no de
la ciénaga! -
Te llaman mi mono, necio cubierto de espumarajos: mas yo te llamo mi cerdo gruñón, -
con tu gruñido me estropeas incluso mi elogio de la necedad.
¿Qué fue, pues, lo que te llevó a gruñir? El que nadie te haya adulado bastante: - por
eso te pusiste junto a esta inmundicia, para tener motivo de gruñir mucho, -
- ¡para tener motivo de vengarte mucho! ¡Venganza, en efecto, necio vanidoso, es todo
tu echar espumarajos, yo te he adivinado bien!
¡Pero tu palabra de necio me perjudica incluso allí donde tienes razón! Y si la palabra
de Zaratustra tuviese incluso cien veces razón: ¡con mi palabra tú siempre harías - la sinrazón!
Asi habló Zaratustra; y contempló la gran ciudad; suspiró y calló durante largo tiempo. Finalmente, dijo así:
Me produce náuseas también esta gran ciudad, y no sólo este necio. Ni en una ni en otro
hay nada que mejorar, nada que empeorar.
¡Ay de esta gran ciudad!. - ¡Yo quisiera ver ya la columna de fuego que ha de consumirla!
Pues tales columnas de fuego deben preceder al gran mediodía. Mas éste tiene su
tiempo y su propio destino.
Esta enseñanza te doy a ti, necio, como despedida: donde no se puede continuar amando se debe - ¡pasar de largo! –
Así habló Zaratustra y pasó de largo junto al necio y la gran ciudad.