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TEMA: Hegel. Fenomenología.Cap IV. La verdad de la certeza de sí mismo. Parte 5ª.

Hegel. Fenomenología.Cap IV. La verdad de la certeza de sí mismo. Parte 5ª. 19 Dic 2023 02:51 #80628

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"La conciencia desdichada solo se encuentra como deseante y como trabajando". "Al no tener esa certeza para sí misma, su interior sigue siendo la certeza rota de sí misma". La realidad efectiva que suponen el deseo y el trabajo no es a la conciencia "algo en sí nulo", "sino algo tal como la conciencia misma es, una realidad efectiva rota y escindida en dos, que solo por un lado es nula en sí, por el otro, sin embargo, es también un mundo sacralizado; es una figura de lo inmutable".

Hay que entender pues aquí lo inmutable como lo que no se mueve, lo estático, el éxtasis. Pero la vida sí que se mueve, pero no es un movimiento-dolor o desd-ich-ado, sino un movimiento infinitamente más peligroso, un movimiento concepto. Lo inmutable es que debe haber algo inmutable como una necesidad lógica, al estilo de Platón. Para nuestro caso, lo inmutable se identifica a plenitud con el fin y término de las cosas, lo inmutable debe ser el fin del movimiento y del tiempo. También queda por saber si eso inmutable puede constituirse en movimiento-concepto o no. También pudiera ser algo que no pudiese ser concepto. Aquí en Hegel.

La realidad efectiva es figura de lo inmutable. Si la conciencia fuera conciencia autónoma y la realidad efectiva fuera algo nulo, llegaría la conciencia en el trabajo y el disfrute a la sensación de su autonomía, ya que ella es la que cancela la realidad efectiva. Al ser la realidad efectiva figura de lo inmutable, la conciencia no tiene capacidad de cancelarla, "Sino que... lo inmutable mismo abandona su figura -la realidad efectiva- y se la cede a la conciencia para que la disfrute". La conciencia entra ahora como algo efectivamente real, pero como "algo interiormente fracturado y esta escisión se representa en su trabajar y su disfrutar". Ahora mismo, cuando la conciencia es también en sí "este lado pertenece a lo inmutable más allá... un don ajeno que... cede lo inmutable a la conciencia, para que ella lo use". La conciencia afana o sustrae para sí la realidad efectiva y lo inmutable.

Estamos hablando y, según el título del apartado, de la Libertad de la Autoconciencia.

Pero es algo absolutamente cierto, Hegel mienta a continuación la "conciencia inmutable" una especie de la conciencia de dios. Esa conciencia renuncia a su figura y la abandona, mientras la conciencia individual agradece: "por medio de estos dos momentos de entregarse mutuamente por ambas partes es como se le origina a la conciencia... su unidad con lo inmutable". Pero esta unidad es algo separado y "está, a su vez, fracturado dentro de sí". Pero dice Hegel que la verdad de tal acto es que la conciencia no se ha entregado y "el resultado es la reiterada fisión (división) entre la conciencia contrapuesta de lo inmutable y la conciencia del querer, el ejecutar y el gozar que se le oponen enfrente, de un lado, y la conciencia del mismo acto de renuncia a sí..., de otro". Esta última frase no se sabe muy bien si está bien expresada o es que hoy día entendemos las cosas de otra manera. Dice el filósofo que con ello la conciencia "se ha encontrado al enemigo en su figura más propia", lo cual no es de extrañar, decimos nosotros.

Las tres últimas páginas que siguen antes de terminar el apartado y el capítulo hay que tener cuidado con ellas, pues todas esas secuencias que podrían representar para nosotros el masoquismo más refinado, -eso es lo que me parecían a mí cuando leía referencias de lo mismo en la juventud-, son tan solo una consecuencia pensacional de la manera que tiene el filósofo de conducir las cosas. Debe ser la libertad de la autoconciencia el ente que permite componer todos esos cambios. Tan solo hay que fijarse bien, en como el filósofo va construyendo sus sistemas de contrarios. En este caso pues es la singularidad de la conciencia lo que permanece contrario a lo en-sí que es para-otro de esa conciencia. Veamos.

Dice que el enemigo mentado se engendra a su vez en su derrota y que la conciencia se queda siempre en esto. En la conciencia "con el sentimiento de su desdicha y la miseria de su actividad, se enlaza... la conciencia de su unidad con lo inmutable". "Esta referencia mediata es, entonces, un silogismo en el que la singularidad que primero se fijaba como contrapuesta a lo en- sí, está enlazada con este otro extremo -lo inmutable- solo a través de un tercero". "Este término medio es, el mismo, un ser consciente -que debe ser lo que el vulgo o yo mismo entendemos por conciencia- pues es una actividad que media a la conciencia como tal: el contenido de esta actividad es la aniquilación que la conciencia emprende con su singularidad".

Pone: "A través de estos momentos de abandonar -la conciencia- la decisión propia, luego la propiedad y el placer y finalmente, por el momento positivo de afanarse en un asunto que no entiende, se quita... la conciencia de la libertad interior y exterior... tiene la certeza de haberse despojado... de su yo, y de haber hecho de su autoconciencia inmediata, una cosa, un ser objetual". En el acto, pues, de renuncia a sí a través de esta inmolación efectiva, consigue la conciencia desvanecer "el engaño que hay en el reconocer interior del agradecer".

Pero repito, no es que Hegel esté psicoanalizando el alma de lo humano, puesto que el psicoanálisis aún no estaba teorizado, sino que habría que psicoanalizar al filósofo para saber por que hace esas cosas con el alma. Preguntar en el sentido de si su producto es bueno porque está bien hecho, es un bifaz, un espejo, unas tenacillas que puede vender a la gente para que lo use. También puede ser que Hegel esté fabricando la sola pieza de un aparato, incluso aquel mecanismo excéntrico del que hablábamos, pero eso es algo infinitamente más grave, puesto que esa pieza o mecanismo deberá estar superbien hecha para que engarce a la perfección en el aparato total. Psicoanalizar a Hegel para saber cuales son sus instintos, intenciones e intuiciones que le llevan a encontrar siempre la salvación en el pozo del infortunio. Acaso, fíjate tu lo que te digo, el psicoanálisis no consigue ahí en el fondo la conciencia de unidad con lo inmutable. El éxtasis. La Ataraxia y el estado de Indiferencia estoico-escéptico adquieren aquí cierto aspecto de paroxismo, en su sentido figurado.

"En la inmolación efectivamente consumada" la conciencia cancela la actividad -singular- en cuanto suya, pero "también su desdicha se ha desasido en sí de ella", "este desasimiento es una actividad del otro extremo del silogismo, que es la esencia que es en sí".

La voluntad es de un modo negativa y de otro modo positiva, pues la inmolación del extremo inesencial "no era una actividad unilateral, sino que contenía dentro de sí la actividad del otro". Esta actividad de la voluntad le adviene a la conciencia no por sí misma "sino a través de un tercero, el mediador en cuanto consejero".

"Al servidor que intermedia le hace pronunciar esta certeza... de que su desdicha es lo invertido solo en sí... una actividad que se autosatisface en su actividad, o que es un disfrute beatífico; y que su actividad miserable es en sí... lo invertido en sí, a saber una actividad absoluta; que, según el concepto, la actividad solo es actividad en cuanto tal como actividad de lo singular. Pero para la conciencia misma, la actividad y su actividad efectivamente real, siguen siendo una actividad miserable y su disfrute sigue siendo el dolor, y el haber sido cancelados estos, en el significado positivo, sigue siendo un más allá. Mas, en este objeto en el que su actividad y su ser, en cuanto que de esta conciencia singular, le son a ella ser y actividad en sí, le ha advenido a la conciencia la representación de la razón, de la certeza que la conciencia tiene de que, dentro de su singularidad, es absolutamente en sí, o es toda realidad".

Ya está pues devuelta la vida al muerto en el silogismo lógico. La conjunción de esos dos contrarios opuestos, la singularidad y su actividad y lo en sí que es para otro en la conciencia nos va a proponer la razón. Razón que viene expuesta precisamente en el siguiente capítulo, el V, de la Fenomenología. Esas fueron las últimas palabras del Capítulo IV dedicado a la autoconciencia y su libertad.

Falta por averiguar, no obstante, de cual de las dos premisas del silogismo lógico o de las dos a un mismo tiempo va a surgir la Razón Lógica, algo que nos permita escapar de la locura. De esas dos premisas, la singularidad y lo en sí de la conciencia cuando se oponen a un mismo tiempo, solo una de ellas puede seguir verdadera, viva, y que deberá ser lo que constituya la Razón. ¿Qué sucederá con la otra? Hegel propone que su razón es devolverle la vida.

O podemos aquí, echarlo a suertes. Dios -que no soy yos, por supuestísimo- sí que juega a los dados.
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