En las Lecciones sobre la historia de la filosofía universal, dentro de la segunda parte, arranca G.W.F. Hegel con el mundo griego y la madurez de su espíritu y dice
"El espíritu, como universal por sí, es el espíritu político. Aparece en su individualidad libre como el espíritu de los sujetos, los cuales están penetrados de él y constituyen su eticidad. Este espíritu del pueblo es la polis, Atenea, que es real en la forma de esta Atenas, como espíritu de los individuos conscientes de sí mismos y existentes exteriormente. En el estado el espíritu no solo es objeto como espíritu divino; no solo está desarrollado subjetivamente en los cuerpos bellos, sino que es espíritu universal vivo y, a la vez, espíritu consciente de sí mismo en los distintos individuos." Lecciones sobre la historia de la filosofía universal
Existe en la historia universal para Hegel todo un movimiento del espíritu que sale de sí, que se adentra, que se pierde, que se oculta, que emerge, que conoce y se conoce, que retorna, que es en sí y para sí, un movimiento que es siempre, que respira y la polis griega es parada esencial en este recorrido. Se habla de belleza, de democracia, de conciencia moral, de voluntad particular, de esencia ética, de virtud, de constitución democrática, de libertad subjetiva (no de todos, existe la esclavitud, la libertad es de los ciudadanos y esto es lo que la hace imperfecta para Hegel y para nosotras, posiblemente, muchas cosas más), se habla de patria, de sofistas, de discurso, de demagogos, de corrupción, de grandes figuras: Solón en Atenas, Licurgo en Esparta, más tarde Clísistenes, Milcíades, Perícles… de su elevación y su caída a manos de la envidia, definida por el seminarista de Tubinga como “el sentimiento de igualdad respecto del talento particular”, de la prisión, del destierro… de los “sicofantes”, aquellos que denigraban toda grandeza individual y a las personas que estaban al frente de la administración. El recorrido por periodos de la historia griega es apasionante, pero me quedé colgada de la figura del “sicofante”.
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En la antigua Atenas el sicofante o sicofanta, sykophantes",(el término en griego os lo dejo a vosotros que me lío con las letras), digo,
"el sicofante era un denunciante profesional. Generalmente cobraba del interesado en denunciar, que no deseaba hacerlo por sí mismo. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una denuncia falsa…” también aduladores, aspirantes a posición social, influyentes y se lucraban enormemente.
Hoy, durante el primer cuarto del s.XXI, momento en el que el espíritu pueda estar yendo o volviendo, conociéndose o escondiéndose detrás de la cortina o debajo de la cama, sabemos de “sicofantes”, los leemos, los escuchamos, los visualizamos mientras comemos o mientras planchamos o levantando la cabeza un momento cuando nos amamos, les damos acceso en nuestra mente, dejamos que nos la amueblen, los consumimos, los deseamos, sus bulos, sus noticias falsas, en televisión, en redes, sus reproducciones, sus repeticiones hasta la saciedad, la ausencia de rectificación, sus reverberaciones, su eco, eco, eco… Qué no, que la historia no acabó en la Prusia de Hegel, allí terminó lo que en aquel momento era “pasado” para el idealista alemán, para él también había futuro, al día siguiente ¿Imagináis a Hegel en nuestro mundo tecnológico de desinformación y "paraverdad”? Bienvenido, aquí estamos entre amigos y despreciables sicofantes o “psico-fantes” ¿El espíritu? Ni idea pregunte allí, en el estanco igual lo saben.