Creo que en la base de nuestro comportamiento subyace una
impulsividad natural primigenia y variada, llámese ésta como se quiera, (instinto, voluntad, amor, búsqueda de placer o satisfacción, deseo, ansia, miedo, tendencia exploratoria, necesidad de cambio o novedad,..) que compartimos, a diferentes escalas, con otras formas de vida. Este horno tectónico vital (la esencia de la vida) se expresa y se convierte en acción manifiesta o inhibición de la misma después de cocinarse en esa fragua alucinante que, en los humanos, aunque no sólo en los humanos, conforma nuestro lóbulo frontal en conexión íntima, instantánea y múltiple (múltiple me parece poco, más cercana a infinita, holística,...) con el resto de nuestro sistema nervioso, de nuestro cuerpo y de nuestra mente (sea ésta lo que sea). Esa mente, con el soporte orgánico del cuerpo, se alimenta infatigable e ininterrumpidamente de experiencias y vivencias y
aprende. En el aprendizaje participa todo (entorno físico, cultural-social-familiar, medio interno,..). El aprendizaje precisa de percepción-sensibilidad, comprensión-interpretación, retención del conocimiento (memoria) y capacidad de discriminación-elección-decisión. La vida es impulso y aprendizaje.
1
1. Fuente bibliográfica: Inspiración matutina