Hola, este fin de semana tuve en mis manos Filosofía y poesía de María Zambrano. No lo adquirí porque iba a otra cosa que, además, no era para mí, aunque nos hemos citado ella y yo después de mis exámenes. Ahora sabiendo que es su aniversario creo que le llevaré una rosa, para disuadirla y que no me abofeteé si de pronto me lanzo y le muerdo los labios. No “plastifiques” a Heidegger, en el hay humanismo y ética, pero hay que ir a buscarlos. Su “verdad” no es la del juicio sino verdad ontológica, su “es” no es copulativo (“A es B” o “A no es B”), no tiene contrario, verdadero vs falso. La verdad ontológica “acontece”, se alcanza o no se alcanza (la acción de Aristóteles). Pongo un ejemplo nefasto que se me ocurre para sortear conceptos ya que en este hilo pasamos de ellos. Un paseo marítimo en verano o el estanque del Retiro, allí expuestos hay un tipo de cuadros que son todo puntos de colores y muchas gentes alrededor entornando los ojos y bizqueando. Yo nunca había alcanzado a ver más que un enjambre de puntos, de hecho pensé que me tomaban el pelo, ¡todos ven! como el “no traje” del rey o como en aquella broma que hacían a un tipo en un taxi oyendo la radio, “solo los que no son heterosexuales oyen el pitido”, decía el locutor, y sonaba, alto, claro, estridente y el taxista, señuelo, ni se inmutaba y el pasajero lo negaba, “¿yo?, yo no oigo nada” y todos los televidentes compinchados reíamos, tapándonos los oídos y saliendo del armario con tal de no oír más de lo molesto que era el pitido aquel. Pero un día, sí lo vi, no sé qué ocurrió, emergió de entre toda esa nube de colores una figura, con su relieve y luego la perdí, me cuesta volver a verlo, no sé si ha me ha pasado alguna vez más. Se me ocurre esa verdad ontológica aconteciendo así, pero yo no tengo poesía, ni me manejo filosóficamente como es debido, tampoco se hacer con las palabras algo que quiera hacer estallar por los aires el lenguaje de la metafísica, el judicativo, el que asimila verdad con belleza (entendida ésta como armonía entre contrarios y no como la de la expresión poética trágica que no olvida la diferencia), con lo justo, con lo bueno, es decir, una subjetividad ético moral que permite al hombre determinar lo que “es” y lo que es “bueno”. Creo que, si le pido una ética a Heidegger una estética, una ontología me dirá, “ahora vas y la buscas en mis textos”, porque él no hace particiones “metafísicas al uso” del tipo, ontología, estética, ética… También me largará a encontrarle el humanismo, que lo hay, pero no es “antropocéntrico” ni “tecnológico” aunque sí de elevada exigencia y tendré que vérmelas con ese “sindios” de lenguaje del que hemos hablado tanto. Y lo vieron Sartre y los existencialistas franceses, también, la no recogida en nómina más que como pareja de “aquel”, Simón de Beauvoir cuando utiliza el “mitsein” heideggeriano en el Segundo Sexo.
Cunningham: ¡Es tan bonita la cara bonita del amor!
El amor también tiene un lado oscuro. Más oscuro de lo que se suele pensar.
El dolor, el miedo a que les pase algo malo a aquellos a los que queremos. Es un dolor muy real y intenso. Aunque este miedo tiene algo positivo: Te acabas despreocupando de lo que te pueda pasar a ti misma.
La pérdida no deja de ser algo tuyo que desaparece, es tuyo, lo pierdes, duele, claro que piensas en ti cuando todo eso ocurre, ¿no?, es raro no pensar en nosotros siempre.