Silvanus escribió:
Vuelvo a la base de la injusticia, de suyo sí transversal, humana, no genérica, no sesgada. Y el Comunismo por ejemplo señala y ataca esto. (Y yo no soy comunista, pero creo que ha sido uno de los mejores modos para aunar las fuerzas de los que sufren).
Exacto, el comunismo desarrolló la idea del Sujeto Revolucionario, que era una categoría identitaria difusa y a la vez muy abarcadora. Lo que ocurrió es que en el postestructuralismo surgió la idea –en mi opinión errónea– de que la categoría “proletariado” excluía a demasiados colectivos, a los que se les invisibilizaba y se les negaba su reconocimiento. Esta idea fue ampliamente asumida por la izquierda occidental, que desde entonces cree que lo metodológicamente adecuado es separar las luchas y el reconocimiento de pequeños grupos en lugar de incluir esas luchas un grupo identitario mayor, que abarque más, porque hacerlo necesariamente invisibilizaría a amplias capas de la población. Como digo, esta idea para mi es errónea. En primer lugar, porque proletariado abarcaba bastante para la época: las mujeres en la Unión Soviética trabajaban, todas ellas, mientras en la mayoría del mundo occidental sólo se les mandaba a trabajar para fabricar armas en tiempos de guerra. Es curioso que uno de los mayores símbolos del feminismo hoy sea el cartel de Rosie, que simboliza precisamente esto, cuando hay cientos de carteles de mujeres trabajadoras en la URSS, y no precisamente en tiempos de guerra. En segundo lugar, porque en la URSS, todo individuo era ciudadano, incluidos los morenos del Cáucaso, los asiáticos siberianos y los arios moscovitas, mientras que en EEUU hasta los años sesenta había espacios para blancos y espacios para negros. Así que la categoría proletariado no estaba tan limitada como se presupuso después.
Creo que el reconocimiento es extraordinariamente necesario, pero coincido con Silvanus que es inservible sin algo que lo abarque y que conecte las luchas. Hoy, ese “algo” que conecte es abiertamente rechazado por muchos colectivos. Esto tiene, para mí, varias consecuencias. La primera es que se da una fetichización de la opresión propia y una negación o minusvaloración de la opresión del de al lado. Bender, el robot de Futurama, lo expresaba así: “this is the worst kind of discrimination. The kind against me”. Yo veo un cierto disfrute fetichista en la opresión propia, como si fuese la única que importase. No entiendo ese afán por minimizar, ridiculizar o decir que la que sufren otros no es igual o no es de la misma intensidad. Por supuesto que los que votan a fascistas son los culpables de que ganen los fascistas. Y no voy a hablar de España, porque creo que VOX es un partido de señoritos, pero vamos a EEUU o el Reino Unido. ¿Por qué ganan Trump o Johnson? ¿No tiene nada que ver con que, a trabajadores industriales, marineros, pescadores y demás, que han trabajado desde los 15 hasta los 70, se les ha tachado de privilegiados, opresores, fascistas e ignorantes? La vida de un adolescente trans no será fácil, pero la de un minero tampoco lo es. Si se desconectan las luchas y se esencializa que la opresión depende de la identidad del grupo, se abre la puerta a estas guerras entre pobres. Lo que me lleva al segundo punto: estas luchas desconectadas son fácilmente asimilables y hasta mercantilizables. Ahora EEUU tiene el gobierno más diverso de su historia: negrxs, mulatxs, latinxs, asiáticxs, nativos americanxs, una mujer trans como asesora personal de Biden. ¿Qué es lo primero que hace Biden al llegar a la casa blanca? ¿Cierra los centros de internamiento de niños migrantes separados de sus padres? ¿Amplía la cobertura del sistema sanitario? ¿Sube el salario mínimo a 15 dólares? No, lo primero que hace es bombardear Siria. Y es que el estado americano se dedica a robar, saquear, asesinar y hacer el pirata por el mundo, independientemente de a quien pongas al frente, porque los que están al frente son, efectivamente, negros de casa. Y hoy tenemos a colectivos LGTB+ defendiendo el ataque como el negro de casa defiende al amo. Las estructuras son muy potentes, sobre todo si son invisibles.