En primer lugar me gustaría hacer una matización. Desde mi punto de vista no existe una y única hermenéutica. Por tanto, no cabe tildar ni de relativista ni de no relativista a “la” Hermenéutica. Habrá hermenéuticas relativistas como habrá hermenéuticas no relativistas o críticas. Otra cuestión es que lo que se pudiera estar sugiriendo es que, y en el caso que nos ocupa, se está tratando con una hermenéutica crítica. Lo cual, y tanto los que estuvieran a favor como en contra, tendrían que fundamentar.
Igualmente me gustaría dejar claro que no es que esté en contra de una bioética narrativa sino que según cómo se la interprete podría ser o estar incompleta.
A continuación quisiera ahondar en ese pequeño párrafo que cite, no por casualidad, y que dice: “Lo que me resulta un poco preocupante es que no queda muy explícito, al menos en este texto, en qué consiste la justificación social de las decisiones morales en la perspectiva de nuestros autores. ……….Evidentemente la justificación de una decisión de manera narrativa da coherencia a la vida del actor. Pero también debemos de considerar que hay normas y valores sociales que están implicados en la toma de decisiones, por lo que, tendríamos además que justificar nuestros juicios a los ojos de los demás que comparten estas posturas y convicciones de carácter ético.”
La crítica que voy a formular a la bioética narrativa es en realidad una crítica a una determinada concepción que considera una determinada relación entre el médico y el enfermo. O mejor dicho, entre el enfermo y una determinada concepción del médico. Pero antes, quisiera detenerme un instante en el principio de justicia.
No cabe duda, o al menos para mi, que la práctica médica debe de guiarse tanto por el principio de autonomía, por el de no maleficencia, por el de beneficencia, y por el de justicia. Pero lo que ocurre es que el principio de justicia no se aplica de igual forma en la sanidad pública que en la privada. En la sanidad privada rige la justicia conmutativa mientras que en la pública rige la justicia distributiva.
En la sanidad privada la justicia que rige es que si yo puedo acceder a unos determinados bienes porque puedo costeármelos entonces, y por justicia, dicho hospital tiene que darme dicho bien. Si alguien incumple dicho acuerdo se considerará injusto. Pero es que en la sanidad pública no rige una concepción conmutativa de la justica sino una justica en que independientemente de las posición social, económica, y ya se haya cotizado más o menos, todos tienen igual derecho al disfrute de los mismos bienes o recursos.
Así como en la sanidad privada no habría ningún inconveniente que quien más dinero tenga se pueda costear una mejor máquina de hemodiálisis eso sería impensable en la sanidad pública. Cuanto mejores sean las máquinas de hemodiálisis mejor calidad de vida se tendrá, y también, más tiempo de calidad de vida. Esta es la razón por lo que en la sanidad pública, y cuando se compran maquinas nuevas de hemodiálisis, se retiren todas las anteriores. Alguien podría pensar ¿pero con la demanda que hay de tales máquinas no sería mejor que en vez de retirar 20 máquinas (que siguen funcionando) siguieran en servicio junto con las 20 máquinas nuevas para que así existan 40 máquinas? Sí, quizá en un caso excepcional estaría plenamente justificado pero si elevamos la excepcionalidad a norma entonces acabaríamos con el principio de justicia distributiva que debe de regir en la sanidad pública mediante la cual todos tienen igual derecho al disfrute de los mismos bienes o recursos.
¿A dónde quiero ir a parar?
En la sanidad pública rigen una serie de principios y valores que le vienen impuestos tanto a los enfermos como a los médicos. Y cualquier narrativa que se desee elaborar tendrá que incorporar y partir de esos principios y valores sociales.
Un médico no es sólo una persona que a título individual posea unas creencias, unos valores o una moral. No, un médico es un servidor público. Y esto últimos suele olvidarse con frecuencia. Un médico no puede establecer una narrativa conjuntamente con el enfermo al margen de los valores y principios sociales. Es decir, hay normas y valores sociales que comparta o no el médico tendrán que incorporar en su narrativa. Y en caso de no compartir tal punto de vista entonces deberá de abandonar la sanidad pública, y si así lo desea, irse a la sanidad privada.
A continuación, y para acabar, quisiera presentar una caso para exponer un nueva crítica. Si pongo este caso no es para fomentar otro debate sino que lo considero bastante ilustrativo para lo que ahora quiero decir.
Supongamos que una joven embarazada va a la sanidad pública llena de dudas, angustias y desorientada por que no sabe qué hacer. Y veamos las dos siguientes alternativas extremas (si las cito es simplemente para resaltar lo que quiero decir):
1.- Le toca en suerte una doctora del Opus Dei, con siete hijos, y defensora a ultranza de la vida
2.- Le toca un suerte un ateo defensor a ultranza del aborto
¿Deberíamos de dejar que los médicos realizaran una narrativa conjuntamente con sus pacientes en la que lo único que debe de primar es las creencias y valores del médico y del enfermo (en el caso que nos ocupa obviamente no se trata de una enferma pero espero que se entienda lo que quiero decir) para que entre ambos elaboren una narrativa conjunta? ¿De veras esa narrativa se establecerá de forma conjunta?
Y en este: “¿ De veras esa narrativa se establecerá de forma conjunta?” hay encerrada otra crítica. Podría interpretarse que en esta ética narrativa se está partiendo de la existencia de una comunidad ideal de comunicación en la que médico y enfermo se encuentran en el mismo plano de igualdad. Y sí, será cierto, pero será cierto en el plano ideal y no en el real.
Otra cuestión es que ese sea el ideal de llegada. Pero lo que no puede ser es el ideal de partida. Esta es la crítica que le formulo a las concepciones basadas en una comunidad ideal de hablantes. Al final acaban incurriendo en el idealismo. Por eso para mi es tan importante educar desde la infancia en una ética de la responsabilidad para alcanzar, sabiendo que no se conseguirá jamás en su totalidad, dicho ideal.
Creo que la sanidad pública debe de regirse, y entre otros principios, por el principio de autonomía, beneficencia, no maleficencia y el de justicia retributiva.
Todos estamos de acuerdo en que un médico, y por ser persona, no posee todos los conocimientos ni está en posesión de la verdad absoluta. Pero es que lo mismo le ocurre a un enfermo. Por eso son tan importantes los comités de bioética. En dichos comités se abordan los problemas desde el conocimiento acumulado de toda la experiencia médica, tanto desde la visión de los médicos como de los enfermos, se tiene en cuenta toda la legislación, cuestiones relacionadas con la justicia distributiva o con todos los aspectos sociales.
Y es desde aquí desde donde considero que tiene que partir el médico. Otra cuestión es que partiendo desde aquí, y como cada médico es hijo de su padre y de su madre, pueda ir estableciendo una narrativa conjunta con el enfermo. Pero no cualquier narrativa.