Albert, celebro que te hayas animado a dejar un poema de tu propia mano.
Recuerdo cuando de chaval compré las flores de Balzac. Leí más atentamente el extenso desgranamiento filológico y estético previo que la propia obra. Realmente gozo más del análisis de la poesía que de su escritura y si escribo poesía es precisamente para hoyar superficies en mí que de otro modo aparentarían tener un peso excesivo, dado el sello de privilegio de racionalidad de toda ciencia o metaciencia, como es la filosofía.
El primer poema me parece una burla muy descarnada de carácter licencioso de la poesía, que celebra sus estúpidos juegos de palabras como si de un matrimonio con lo sagrado se tratase (¿hierogamia?), cuando su intención de partida no era otra que enredar con hilo superpuesto, metafísico, la ya complicada madeja del lenguaje, y así "enartar" el idioma. Me siento reconocido en este enfado con la poesía, y si algo he aprendido tocando el violín en el poco tiempo en que lo llevo haciendo, es que la más mínima manifestación de enfado respecto de cualquier arte no es sino la conciencia privada de su imposibilidad. Estoy convencido de que esto es lo profundo de que uno sea, entre otras cosas, un mal poeta
Tu segundo poema son versos que atacan con una ferocidad parecida, pero que vadean el problema mismo de la expresión poética para ceñirse al asunto de la Entfremdung y sus hitos. Si bien está claro que la ira es igualmente el motor, pues difícilmente puede el poeta separar su tono y ánimo de lo que dice, siendo la inexistencia de alternativa respecto de la alienación lo que sustituye, como casus belli de tu poesía, lo anterior de que la poesía sea un hartazgo de idioma.
Para mi gusto trenzas bien unas palabras con otras y eres capaz de componer interesantes paisajes, si bien la imagen concreta brilla menos que el conjunto, que el tema. (Es decir, que hay versos, como éste: "disciplinando al proletariado, que barrunta en ello su paraíso", que son prácticamente conclusivos y que agotan muy pronto el tema. Es la consciencia de lo que se quiere decir pesando sobre la poesía. Fíjate que esto es un juicio muy personal. Tómatelo en clave de mera conversación). De hecho es un problema propio y exigente, uno que quizás esté proyectando en ti. Es decir, ¿cómo crear imágenes poéticamente poderosas y no resbalar hacia descripciones excesivamente prosísticas, cuando, precisamente, haber pensado un tema poético es al tiempo el tenerlo ahogado por su conclusión y comprendido fundamentalmente en virtud de una dirección premeditada? Leí recientemente La Ilíada y no comprendo como es posible tal profusión de letras perfectamente reunidas y tal agrupación de caminos diversos cuando el asunto se supone pensado para cierta "enseñanza de", para cierta "transmisión de", ¿la reunión de los griegos en un sentimiento panhélenico?, ¿la ejemplarísima moldadura de Alquiles?, ¿el color moral de la relación del griego con su mundo? Eso podría haber sido dicho con la sencillez de la parábola o con el candor del excursus moral del tutor ante cierto dilema práctico. En cambio -así lo acabé entendiendo-, la grandeza de la poesía es que su síntesis temática sólo deviene, no la precede, y deviene cuando el detalle es tan relevante por sí que la imagen general y la intelección del poema nunca parece haber sido convenida en la conciencia de algún autor, "Canta, Musa, la cólera del pelida Aquiles...".
Hace años, conmovido por ciertos sucesos del siglo XIX y XX, decidí escribir unos himnos y elegías (que, por cierto, son temáticamente coincidentes con tu segundo poema).
Dejo aquí algunos esperando que se entienda que quien escribe es un amateur que sólo lo hace por placer. Son bastante sobrios pero creo que elegantes en alguna medida. Y por cierto que no pretenden ser una exaltación de nada (incluso lo poético quiere morir un poco en ello); si conocéis el asunto -para Hölderlin fue un problema- me interesa más lo que se llamó objetividad poética.
I, pretende ser una manifestación de la traslación de cierto sentido a la conciencia interna. II, quiere ser una expresión lacónica de un cultura objetiva adquirida. III, es un himno que describe externamente los hechos.
HIMNOS REVOLUCIONARIOS
I.
El tiempo que en su ciclo contra sí se vuelve
es como el campesino que su trigo siega.
Si mi vida no vale más que otra
sí, soy un criminal, pues voy a la muerte
a cocer el pan de dioses
del cereal del alma humana
¡Gloriosa revolución me consuma
en los hornos del postrer sustento!
II.
Horadando la Nación descendemos.
Iguales en el cielo como estrellas guía
fijamos rumbo para nosotros mismos.
III.
Son hombres sin linaje divino
descuidadamente ungidos sus cuerpos
por la flamígera grasa.
Van hombro con hombro
compartiendo el sudor del esfuerzo
olor de la perfumada Laconia
que firme planta sus pies en el suelo.
Cantan motetes de Palestrina,
que las anchas calles que el burgués dispuso
convierten en pítico anfiteatro la ciudad.
Son las ventanas los palcos del pueblo
y apuntadores las tiendas a pie de calle.
El Espíritu de la Reforma concibió su misa
¡Cantan motetes los obreros de Turín!
Entre ellos mujeres, niños y ancianos,
cambiaron los pobres su pobreza por el fúsil.
Abandonan el pan en el templo de Marte
sin esperanza de pago se dicen, victoria o morir.