Hola Goriot
Dices: “Pero de verdad que no entiendo el dilema. Puestos que es evidente que uno no puede sentirse responsable moralmente de todo cuanto sucede a su alrededor, ni mucho menos de aquello que incluso ni conoce, y que el afecto (vínculos) son una poderosa herramienta de decisión, ¿qué es lo que exactamente discutís? ¿Con la realidad? Qué os molesta exáctamente, ¿la posibilidad de que a uno pueda no afectarle las desgracias de un niño cuyo nombre ni siquiera sabría pronunciar sin que eso conlleve sentirse profundamente culpable? Porque es evidente que si dices que uno no puede justificarse ante un caso así es porque de verdad pensáis que faltamos a nuestra responsabilidad al no tratar con esa "igualdad moral" ficticia, inventada, teórica y completamente irreal a todo aquel que mora esta tierra. Lo siento mucho, pero yo ni soy soy un masoquista ni me considero en la necesidad de confesar pecados que no me corresponden.”
Un principio es el de no maleficencia y otro bien diferente es el de beneficiencia. Si yo estoy al borde de un muelle junto a una persona que no sabe nadar el principio de no maleficiencia dicta que no debo de empujar a la otra persona al agua porque ello le causaría un daño incluso hasta podría causarle la muerte. Ahora bien, si viene una tercera persona y empuja al mar a la persona que no sabe nadar y ésta comienza a ahogarse no creo que sirva de mucho el quedarse de brazos cruzados y decir: “ Yo no he dañado o causado ningún mal a esa persona puesto que no yo he sido el causante de tal sufrimiento puesto que lo empujó otra persona. Por tanto, puede darme media vuelta e irme tranquilamente a dormir”
Por supuesto que uno no tiene que castigarse o sentirse culpable por el sufrimiento o por el daño que él no ha causado. Podrá sentir pena o dolor pero no podrá sentirse responsable. Lo que ya es más difícil de entender o de justificar es que ni tan siquiera sienta pena o dolor ante una tragedia. Como lo que es más difícil de justificar es no intentar, y en las medidas de sus posibilidades, y en muchos casos puede ser casi nula, intentar beneficiarlo ( principio de beneficiencia).
Dices, Goriot: “Qué os molesta exáctamente, ¿la posibilidad de que a uno pueda no afectarle las desgracias de un niño cuyo nombre ni siquiera sabría pronunciar sin que eso conlleve sentirse profundamente culpable?
Sí, efectivamente, eso es lo que me molesta. Pero me molesta no el que no te sientas culpable por la tragedia de dicho niño si no se eres responsable de la misma sino de ni tan siquiera mostrar ningún afecto ante la desgracia de ese niño. Bueno, salvo que se sea un psicópata y no se posea la capacidad de sentir ningún tipo de afecto frente a la desgracia y el sufrimiento humano.
Por supuesto que todos vemos el telediario y vemos desgracias humanas y al poco rato nos vamos a cenar o nos vamos de fiesta. Está claro que si esas desgracia fueran sufridas por un miembro de nuestra familias, o por miembros de un círculo cercano, no actuaríamos de dicha forma. Y entre otras razones, y aparte de la apuntada por Adela Cortina, porque simplemente no podríamos seguir viviendo con tanto sufrimiento. Si se nos exigiera que sufriéramos de la misma forma la muerte de cualquier hijo como la de un hijo propio la vida no podría ser vivida. No sé si en el fondo el mecanismo del que nos habla Adela Cortina es un mecanismo de autodefensa para poder seguir viviendo.
Por tanto, y volviendo a la pregunta: Qué os molesta exáctamente, ¿la posibilidad de que a uno pueda no afectarle las desgracias de un niño cuyo nombre ni siquiera sabría pronunciar sin que eso conlleve sentirse profundamente culpable?” la respuesta que yo daría es que lo que molesta no es que a una persona no le afecte lo ajeno de igual forma que le afecta lo propio o cercano sino que ni tan siquiera le afecte. Una cosa es que a una persona no le afecte de igual forma que una persona del otro extremo del planeta pierda su trabajo y se vaya al paro como le afectaría si lo perdiese él mismo o su pareja y otra bien diferente es que conteste: ¿Y a mi qué, pero si no sé ni como se escribe su nombre?
Dices, Goriot: “Es muy sencillo, y con esto cierro mis aportaciones, si el afecto no es de por sí un buen motivo para decidir entre dos opciones, qué motivo lo es, ¿el tipo de corte de pelo, la altura o la cantidad de kilos que de en la balanza?, o quizá ¿su amabilidad, pesimismo, alegría, aficiones en común, su tendencia explosiva a la ira, etc.?
Pues claro que es un buen motivo. ¿Pero es el único motivo o acaso el más importante? Y aquí estamos a vueltas con la concepción moral hija de la modernidad. La moral se acaba por reducir a sentimientos o a afectos. Supongamos, y por eso del dramatizar, que yo tengo que elegir entre salvar a un nazi que va a ejecutar a una víctima y entre la víctima. Y resulta que yo, y porque siento afecto por el nazi, ya sea porque sea familiar mío o por cualquier otra razón, decido salvar al Nazi. Claro, quien va a echar nada en cara. ¿No es acaso el afecto de por sí un buen motivo para elegir entre dos opciones. Pues a mi el afecto me llevó a salvar al nazi, y por tanto, aquí paz y en cielo, gloria?
En cualquier caso decirte que una cuestión es el juicio moral y otra bien diferente es aquello que mueve a la voluntad a la realización de dicho juicio moral. El afecto nos puede “llevar” a la realización de una determinada acción pero ello no implica que dicha acción sea moral. Es que nos dices que el afecto es un buen motivo para decidir entre dos opciones pero lo que no nos dices es si esas dos opciones son igualmente morales.
Un saludo.