Que podríamos denominarla Hécuba, la socrática, por esos monólogos tan esmerados sobre la educación y la naturaleza, su método de razonamiento y su crítica a la sofística. En sus monólogos se queja de que su hija sea sacrificada simplemente por las argucias dialécticas.
Me sorprende que a Ulises, que es muy zorro, siempre se le ponga a caer de un burro. A Eurípides no le gustaban los listillos populares y aduladores.
Lo que más me ha gustado es la aceptación de Políxena del sacrificio y su descripción, que recuerda mucho al de Ifigenia en Áulide. También el castigo final a Polimestor y sus hijos, así como sus profecías cuando se queda ciego, que claramente recuerda a Edipo. Hay también momentos muy gracioso, por ejemplo cuando le dice a Agamenón que su mujer lo va a matar cuando llegue a palacio y este le responde algo así como: oye, tío, ¿estás loco? También cuando le dice a Hécuba que en su tumba se llamará el sepulcro de la perra infeliz. Igual en griego quedaba más solemne, pero en español suena a chufla. A veces me he liado con los politoxicómanos, vamos, con Polixena, Polimestor y Polidoro.
Pobre Hécuba, la verdad. No gana para desgracias. El hecho de que en el mismo día reciba la noticia de la muerte de sus dos hijos, aunque respete la unidad de tiempo, me resulta un pelín forzada.
En resumidas cuentas, está bien, pero para mi humilde gusto no es lo mejor de este autor.