Hace un par de meses leí Los apuntes de Malte Laurids Brigge de Rilke. La única novela de este autor. Escrita durante la primera década del siglo XX durante su estancia en París. Es una obra muy especial. El autor, seguramente influenciado por su amistad con Rodin, se esfuerza en aprender a ver de nuevo, con una mirada transformada, educada. Una mezcla de ficción y realidad. Me cuesta mucho comentarla, me desconcierta. Doy por supuesto que es muy buena, muchos lectores del curso (de Sam) la encontraron maravillosa. Merece una re-lectura.

También leí Adiós a las armas de Ernest Hemingway. Su descripción del caos de la guerra (IGM en el norte de Italia), especialmente del desastre y la irracionalidad de la retirada y de sus consecuencias, se me quedaron gravadas. A partir de un comentario de Sam sobre la cualidad de las últimas páginas de otra de sus novelas: ¿Por quién tocan las campanas?, me leí dicho fragmento, que me parece muy destacable.

Más recientemente releí por tercera o cuarta vez Un mundo feliz de Aldous Huxley. Ya estamos viviendo en la distopía que este autor vislumbró y previó en 1931. La evolución de nuestro mundo se acerca cada día más a su visión perturbadora. Parece que su toque de atención no nos ha servido de gran cosa para evitar dicha evolución. Nuestra sociedad va como un tiro a un modelo que se me asemeja como una mezcla de las anticipaciones orwelliana y huxleyana.

Por Castletita leí Bloqueados, luego por Ksetram y después por Xna, aunque creo que fue Marcoaurelio quién recomendó esta lectura. Me intrigaba mucho eso de la concepción del tiempo que comentó Castletita. Y sí, este pequeño relato lo trata. Hay imágenes impactantes, por ejemplo cuando los dos protagonistas asoman la cabeza por la ventana del tranvía, aquí el tiempo se para para ellos, no para los demás mortales, y ocurren cosas que sólo ellos viven.

Pero en general la relación de los protagonistas me parece muy de época, muy japoneses, y no me encanta. Vislumbro, no obstante, una pequeña apertura en su sociedad, muy pequeña, la verdad. Ella está orgullosa de sus estudios y de su trabajo, mientras él piensa que, aunque pudiera hacerla su concubina mejor sería dejarla ir y que sea ella la que elija su propia vida. Podríamos decir que ahí está la apertura.

Pero me falta más, no me gusta esa sociedad de matrimonios pactados y donde la valía de la mujer se mide por la capacidad que tiene su familia de casarla con el más rico del pueblo, mientras que la del hombre se mide por la capacidad profesional de ganar riqueza.

Me intriga porqué Marcoaurelio ha recomendado este libro que ya sé que consta de dos relatos, el segundo, al que me estoy refiriendo, y el primero titulado Un amor que destruye ciudades, del que he leído unas cuantas páginas, pero que apenas me ha enganchado, por lo que lo dejo flotando para el más allá. Estoy segura que hay algo que no he sabido captar y que no soy capaz de enganchar.

Te leo Marcoaurelio:

Marcoaurelio escribió:
hmmm, me sigue faltando algo.

ksetram escribió:
En los dos primeros capítulos explica la idea del eterno retorno:



Yo quisiera reflexionar un poco sobre esta idea de la levedad y el peso. ¿No os parece que según nos hacemos mayores, todo parece más liviano? Las decisiones que tomamos durante la adolescencia se nos presentan especialmente pesadas, cuando a los ojos de las personas más experimentadas no lo son tanto. Con la experiencia vemos que de todo se sale menos de la caja de pino, así que terminamos por relativizarlo todo. Sin embargo, creo que hay algo muy pesado, tanto que no se hace liviano nunca: el amor que los padres tienen a sus hijos.

Hola Sherch, no he leído La insoportable levedad del ser, pero en relación con el eterno retorno, lo entiendo como la vuelta del pasado, de lo igual con todas su múltiples y variadas posibilidades y sentidos. Lo "pesado" es el conjunto de verdades que arrastramos a lo largo de la historia, metafísicas, religiosas, hoy económicas, ideológicas, tecnológicas ... ¿En la vida de uno?, pues no sé, todos esos invariables, esas creencias monolíticas, esas verdades fundamentales e inamovibles que nos lastran, eso es "pesado" y ¿"ligero"? aceptar lo caótico inabarcable y nuestro pacto y decisión de darle sucesivos sentidos a lo imprevisible de la vida.

Sí, de joven todo parece una tragedia (la adolescencia por regla general es un drama) y de mayores se va acercando más a una comedia. Pero una comedia mala, de esas que ves que están intentando hacerte reír y tú no le ves la puñetera gracia.
Sobre La insoportable levedad del ser, la adoré a mis 16. Ahora me doy cuenta de que la idealicé y que no es para tanto, pero aun así es muy recomendable. Me gustó mucho el personaje de Sabina. También Franz, el profesor idealista

Oooh, La insportable levedad del ser, qué guay... La leí de adolescente, como Alma, y también me impactó mucho; en realidad me da pereza releerlo hoy en día por si no está a la altura de las expectativas de mi recuerdo.

En cualquier caso, los fragmentos que trae serchlobar sobre el eterno retorno me siguen pareciendo muy buenos, en particular una frase que he utilizado en varios sitios:

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a
la eternidad como Jesucristo a la cruz.

Esa idea del peso, la responsabilidad asociada a la repetición infinita me parece tremendísima. Sí es verdad lo que comentáis de que al ser más joven se siente más ese peso: cada gesto parece tener la gravitas infinita de lo irrepetible, y cada error se convierte en una condena insuperable. Al crecer suele ir importando menos todo, quizá la sabiduría máxima es la del campesino de ochenta años que cuando sale a la calle, llueve y le pilla sin paraguas se limita a encogerse de hombros y pensar "pues toca mojarse". El otro día pensaba en cómo hubiera sido mi vida si no hubiera conocido a la que hoy es mi segunda ex, pensando que me hubiera ahorrado mucho sufrimiento pero también se me hubiera hurtado la posibilidad de conocer a la que ahora es mi pareja. Y me acordaba también del amor fati de Nietzsche y de la respuesta que dio al fantasma de las navidades futuras en este comic:

existentialcomics.com/comic/217

Pero en fin, divago. Lo que venía a decir es que la idea de la repetición infinita siendo consciente de las repeticiones es quizá el concepto más terrorífico que puedo concebir. ¡La peli del día de la marmota es una película de terror! Es la concepción más espantosa del infierno, un ciclo temporal cerrado del que no te puede librar ni siquiera la muerte. Hay muchos libros y pelis de ciencia ficción que hacen referencia a ese concepto de la repetición infinita en un bucle cerrado de tiempo... Una de las que más me impactó aparece en (cómo no) Doctor Who: dediqué una sección entera de mi trabajo de Estética I al capítulo Heaven Sent, en el que el protagonista se ve atrapado en un bucle temporal que le obliga a repetir las mismas acciones durante miles de millones de años, repitiendo un ciclo de varios días... Y no es consciente de que sus acciones se repiten hasta casi el final de cada uno de los ciclos, hasta un momento, un momento terrible en el que RECUERDA todas las repeticiones anteriores, y el horror destilado de ese recuerdo (para un ser que huye del aburrimiento como de la peste) es apabullante.

Peter Capaldi, que es un actor cojonudo, refleja ese horror en los primeros quince segundos de este vídeo, el momento en que el Doctor recuerda estar atrapado en un bucle eterno:



(El resto del vídeo es incomprensible sin explicar el follón en que está metido, y la referencia a un pájaro va por el cuento de los hermanos Grimm del pájaro que tarda eones en desgastar una montaña de diamante a picotazos, pero eso ahora da igual: lo importante es la cara que pone en esos quince segundos, la forma en que cierra la mano, la expresión de horror gradual al darse cuenta de que está enfrentándose a algo muchísimo peor que la muerte).

No sabía que Macri salía en Dr Who (broma)

serchlobar89 escribió:
Jajaja, parece que no eres el único que les ha sacado parecido:

www.politicargentina.com/notas/201601/11...-parece-a-macri.html

Hola
la idea de repetición del tiempo es angustiosa si se entiende en el marco de la temporalidad lineal, la que se compone de pasado-presente-futuro, cada uno de esos jalones irrepetibles y cuyo sentido lo tienen en la medida en que están conectados. En el tiempo lineal cada instante es devorado por el siguiente, como el cuadro de Saturno (Cronos) devorando a su hijo. El pasado queda eliminado y el futuro es esa zanahoria por la que tanto nos esforzamos en alcanzar. De manera que cada instante pierde toda su plenitud de sentido. Ningún instante tiene significado en el tiempo lineal, pero ¿y si al final de la recta hubiera una curva? ¿y si cada instante estuviera cargado de sentidos nunca saturados? ¿tomaríamos la decisión, diríamos sí?

¿Sabes Lapidario? Si volviera pillarme la lluvia sin paraguas, no me resignaría y me encogería de hombros como el campesino de ochenta años, me cagaría en la p que me parió por haber vuelto a tender sin mirar la previsión del tiempo. Joe siempre me pasa igual.

A mí esa concepción del tiempo de vida en plan El día de la marmota no interesa lo más mínimo, y tampoco me parece muy realista, pues cada vez sería un pelín distinta, ya que acumularía la memoria de las anteriores, como mirarme en un juego de espejos que van reproduciendo mi imagen cada vez más pequeña hasta el infinito. En cambio me gusta imaginar, entender, e intentar experimentar -hasta donde me es factible y siempre que me es posible- el instante como conteniendo en sí mismo mi tiempo de vida (pasado-presente-futuro) como algo simultáneo, ajeno a cronos. Equivaldría a mirarme en el espejo y contemplar al niño-adulto-viejo a la vez, en transformación, dinámicamente, pero no en una secuencia lineal. Es más que una ilusión, una vivencia muy personal, que me aporta cierta intensidad, sosiego e inquietud a la vez (aunque sea una contradictorio).
(...¡Perdón por la parida!)

EDITO:

En cualquier caso, el eterno retorno podría imaginármelo como esa sucesión (casi) infinita de instantes de vida de los que gozamos -fuera ya de cualquier consideración cronológica- que contienen -cada uno en sí mismo- el sentido de nuestra existencia.