Hola Marco Aurelio,
Qué va
me encantan tus comentarios, y lo sabes, así que no te me pongas en modo subsuelo que no cuela
Lo que pasa es que al día siguiente ya me puse con otras lecturas y "olvidé" esta, y si a ello unimos el ataque de entusiasmo que me da cada vez que termina el puñetero agosto (de momento ya he pedido información para unirme a un curso de dibujo y pintura y me he matriculado de un curso de 30 horas de chino), pues ahí está el motivo de mi silencio.
Con el hombre del subsuelo sucede que, aunque me parece comprenderlo bastante bien (y probablemente me equivoque), es que me resulta difícil explicarlo, porque sus impulsos son totalmente contrarios al raciocinio, sentido común y bienestar propio (y ajeno). Y él mismo así lo reconoce. Pero por qué ese deseo de beber el cáliz hasta las heces, como suele decirse de forma tan pomposa, lo ignoro, yo lo he relacionado con la pulsión de muerte freudiana.
Yendo a Liza, no creo que el del subsuelo sea incapaz de amarla. De hecho, creo que sí lo es. Liza es para él una amenaza porque atisba la posibilidad no sólo de amarla sino de llegar a ser feliz con ella, y eso no puede ser. ¿Miedo a la felicidad? Qué va. La rechaza (a la felicidad) con el mayor reconcomio del mundo, lo que se muestra cuando dice que
aunque cometí esa crueldad deliberadamente, no fue por impulso de mi corazón, sino de mi malvada cabeza. Esa crueldad era tan artificiosa, tan cerebral, tan de propósito fingida, tan libresca, que ni yo mismo pude soportarla un minuto.
Rechaza la felicidad por amor propio y por orgullo, y eso que en el fondo se odia. La clave del comportamiento con Liza nos la da ya en la primera página, cuando indica que se niega a ponerse en tratamiento médico "por puro despecho", y acto seguido añade
no sabría explicarles contra quién precisamente va dirigido mi despecho en este caso; sé perfectamente que no puedo jorobar a los médicos por el hecho de no consultar con ellos; sé mejor que nadie que el único perjudicado en esto soy yo y sólo yo. En todo caso, si no me pongo en tratamiento es por despecho. ¿Que mi hígado está mal? ¡Bueno, pues que se ponga peor!
Ese despecho le lleva a rechazar todo lo bueno y conveniente por el simple hecho de serlo y le lleva a humillarse, hallando placer en ello. Siempre se ha dicho que los personajes de Dostoievski son "ideas". Caso contrario, no se conducirían como visitantes asiduos de un frenopático. El hombre del subsuelo es una idea más. Todo el mundo ha sentido alguna vez esos impulsos de rebeldía, pero ha intentado controlarlos, o al menos, no le han durado mucho tiempo, no digamos hacer de ellos norma general de conducta.
El rechazo a Liza puede verse como un acto de valentía, como un paso más en la hazaña de hundirse aún más en el fango, y es que
En lo que a mí toca en particular, me he limitado a llevar lo más lejos posible lo que ustedes sólo se han atrevido a llevar a mitad de camino.
Y es que amargarse la propia vida es un arte (hay un libro que se titula así, y es tan divertido como lúcido), pero hay que tener cuidado: a veces la inspiración nos abandona, y así, en un arranque de debilidad, el hombre del subsuelo, después de haber insultado a Liza, corre a buscarla. Convierte lo bueno, o lo ventajoso, en malo, y viceversa. Lleva a cabo una transvaloración de todos los valores que, a diferencia de la que propugnaba Nietzsche, es mezquina y sin grandeza alguna. En el fondo, el personaje sabe que, si no se complicara la vida, se limitaría a subsistir. Pero eso es lo que termina haciendo, de todos modos.
Observa la de veces que repite la palabra (según mi traducción) "libresco". Todo es muy de libro. El personaje es una idea, su forma de conducirse es artificial, y lo es porque, a propósito, realiza el intento de ahogar en él todo acto noble que pueda brotar espontáneamente, y es que aquí
se han reunido,
como de propósito, todos los rasgos de un antihéroe.
Bueno, ya estoy un poco cansada de delirar, me callo desde mi subsuelo particular