Alma escribió:
Alianza Emecé, 1999, José Ángel Valente.
Corot, tómatelo con calma. No sólo es materialmente imposible leerse a todos los clásicos, es que algunos ni te van a gustar. Yo me creí musicalmente analfabeta porque no me gustaba (y no me gusta) Mozart, hasta que me di cuenta de que aquel a quien gusta todo tipo de arte en el fondo no gusta de ninguno. Calidad artesana aparte, algunas obras nos tocan la fibra sensible y otras no, y está bien que así sea. Ahí está Marco Aurelio, lector de El idiota, para refutarme en un futuro, pero soy de los que opinan que Memorias del subsuelo es Dostoievski destilado en un tubo de ensayo, y que si detestas esta obra detestarás todas las del autor.
Quizá fui demasiado exaltado cuando dije lo de leer a todos los clásicos. Es un empeño utópico, pero muy estimulante. La cosa de ir a por los grandes maestros me viene de mis estudios de arquitectura, en los que desde primero me encontré con una permanente alabanza estética de la vanguardia, encabezada por Le Corbusier, a la que no seguía ningún tipo de juicio que diera cuenta de esos enormes cambios con respecto a lo anterior. Ni si quiera la inmensa mayoría de los profesores podían explicar de qué se trataba aquello. Proyectabamos como el amigo Corbu, Mies o Aalto, imitándolos, pero nadie sabía muy bien por qué. Tarde muchos años en comprenderlo, porque la bibliografía al respecto es, en su mayoría, nefasta, pero cuando lo conseguí, al menos relativamente, al hecho de que me gustara o no tal o cual autor se le superpuso el entendimiento, y en muchos sentidos ese entendimiento abrió la posibilidad de que pudieran cambiar mis gustos tanto para apreciar como para rechazar. Por extensión, el empeño me llevó necesariamente al arte en general, muy particularmente la pintura y la literatura (y hace poco la música), y ahí sigo. Digamos que, si tengo ganas de leer a Cervantes, por ejemplo, es para entender por qué Cervantes es Cervantes y no un autor menor, así que lo leo para perseguir el escurridizo contenido que en El Quijote se pone de manifiesto. Me da mucha curiosidad leer en un manual o en otro autor o en alguna entrevista que en Cervantes se rompe con el libro de caballerías al satirizarlo, dando lugar a la moderna novela conla ironía, y voy en su busca. De ese rastro voy al Cantar de Roldán, y de Roldán voy a otro, y así sucesivamente. Pero, evidentemente, aunque haga el esfuerzo, las lecturas vienen siempre filtradas por la apetencia. Si no engancho, lo aparco y lo dejo en espera para un momento en que crea que puedo disfrutar el libro.