Moira escribió:
Respecto a este asunto, recomiendo la lectura de este artículo de Slavoj Žižek: Learning To Love Leni Riefenstahl.
Traduzco la parte del artículo que explica el asunto. Zizek habla de Riefenstahl: "El verdadero problema es mantener la tensión que atraviesa su trabajo: la tensión entre la perfección artística de su práctica y el proyecto ideológico que la "exageró". ¿Por qué su caso debería ser diferente al de Ezra Pound, William Butler Yeats y otros modernistas con tendencias fascistas que hace mucho tiempo se convirtieron en parte de nuestro canon artístico? Quizás la búsqueda de la "verdadera identidad ideológica" de Leni Riefenstahl sea engañosa. Quizás no exista tal identidad: fue arrojada genuinamente, inconsistente, atrapada en una telaraña de fuerzas en conflicto.
¿Es entonces la mejor manera de marcar su muerte no correr el riesgo de disfrutar plenamente de una película como Das blaue Licht, que contiene la posibilidad de una lectura política de su trabajo totalmente diferente de la visión predominante?"
Moira escribió:
Para establecer una comparación más ajustada entre la naturaleza y el valor de las obras propagandísticas, y para los interesados en ciertos aspectos técnicos, es un buen ejercicio comparar El triunfo de la voluntad, de Riefenstahl, y su antagonista: Por qué luchamos, de Capra.
Es muy interesante la comparación. Dos bandos ideológicos y bélicos. Dos películas con el mismo fin. El autobombo. En el documental de Capra una parlanchina voz en off trata de convencernos (y no lo consigue). Todo parece ingenuo, precipitado. Copia de Riefenstahl. Esto se ve desde los primeros momentos. El documental de Riefenstahl solo "muestra". Es más potente.
Moira escribió:
Ariel escribió:
Por cierto, otro método poco ortodoxo es el uso de cámara oculta para grabar a los ex-nazis. ¿Cómo lo justifica Lanzmann?
Para Lanzmann sólo hay víctimas o verdugos, no hay punto medio. Lanzmann adopta una posición moral: el verdugo no merece ningún respeto. No se le puede conceder lo que él ha arrebatado.
De acuerdo. ¿Pero y la exigencia ética personal del director? ¿Qué hay de su código ético?
Moira escribió:
zolaris escribió:
Shoah y nazismo, entonces, pasan ambas de la persona al concepto. Con lo cual la persona es un medio para acceder al concepto. Y entonces, ¿esto es lícito?
Es una cuestión muy interesante. Todorov ya ha respondido negativamente a esa pregunta. El caso que nos ocupa es especial, porque Lanzmann tiene la voluntad de monopolizar una única posición ética, estética e histórica posible para la representación del Holocausto. De hecho, se propuso intervenir en la historiografía del Holocausto. Por eso rehusó, como señala Ariel, todas las tentativas cinematográficas y documentalistas que se han hecho a este respecto, salvo El hijo de Saúl.
Esa "voluntad por monopolizar la única posición ética, estética e histórica", como bien dices, se hace evidente. He leído que la película que más le disgustó era "La lista de Schlinder". Claro ahí no hay víctimas y verdugos definidas, hay medias tintas y hay verdugos "buenos".
"El hijo de Saúl" es una película para verla una vez en la vida. No sé si podría verla dos.
Moira escribió:
Ariel ha apuntado algo interesante:
Los procedimientos de Lanzmann son poco ortodoxos. Se sirve de la presión a las víctimas interrogadas para sacar la última esencia del dolor.
Ariel, supongo que te refieres a la célebre escena de la barbería y al interrogatorio extremo al que Lanzmann somete a un superviviente (Abraham Bomba) que cortaba el pelo a los judíos que iban a ser gaseados en el campo de Treblinka.
Sí sí. Me descompone. El peluquero está testimoniando roto de dolor, por fin se quiebra, y Lanzmann: "Tiene que hacerlo, tiene que hacerlo".