Creo que el tema es más complejo de lo que parece a priori.
El rechazo a los pobres no podemos circunscribirlo solo como fruto de un mecanismo de defensa de nuestra “tranquilidad” o que el objetivo de nuestro rechazo sea solo el desfavorecido, el pobre. (Aunque primariamente esos factores también influyan).
Creo que la aporofóbia comparte con el resto de fobias colectivas, (islamofóbia, homofobia, etc), la condición de patología social.
La mayoría de estas patologías sociales tienen como denominador común el rechazo a lo diferente.
Es nuestra necesidad, como sociedad, de crear la alteridad, (real o ficticia), que nos cohesione como grupo, por contraposición……fija nuestra identidad.
Tomando prestado a Eclesiastés 1:9 diríamos que “No hay nada nuevo bajo el sol”.
No es un proceso nuevo, ni siquiera es fruto del paradigma actual, donde se rinde culto al éxito. Es un mecanismo identitario conocido desde hace siglos.
De lo afirmado existe bastante bibliografía. Para aquel compañero que desee profundizar en ello, le puedo recomendar un librito, (poco extenso y de fácil lectura), escrito por el profesor Martin Rheinheimer titulado: Pobres, mendigos y vagabundos. (La supervivencia en la necesidad, 1450-1850).
En el libro mencionado se dibuja el rechazo a lo diferente, al extranjero, al desfavorecido, desde finales de la edad media hasta finales del siglo XIX y como ese fenómeno de rechazo recorrió toda Europa, independientemente de la idiosincrasia y particularidades de las distintas sociedades que la conformaban.
Dicho rechazo u odio experimentó cambios en su percepción por parte de la sociedad conforme los medios de producción evolucionaban y por ende, los requisitos para ser identificado como parte del grupo, también cambiaban.
A la par que evolucionaba las características de pertenencia social, el rechazo a lo diferente o que era lo necesario para ser considerado diferente, también evolucionó dando paso cada vez más a la marginación e incluso a la persecución.
Coincido con Abel en que poner un nombre a un fenómeno, ayuda a identificarlo ergo a combatirlo pero si olvidamos la causa raíz, por mucho nombre que le pongamos, el combate estará amañado.