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TEMA: FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España!

FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 17 Mar 2018 10:53 #43055

  • darkos
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¡SANTIAGO Y CIERRA, ESPAÑA!
La idea de España como idea fuerza ante nuestro Panorama político actual.

El lema ¡Santiago y cierra, España!, es un lema que nace en la Reconquista, concretamente en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Dicho lema contiene el término “Santiago” como patrón de España, el término “cierra” apelando a una voz castrense, militar, mediante la cual se ordenaba cerrar la caballería con el objetivo de trabar combate con el enemigo. Y El término “España” que se nos presenta como invocación a la patria por la que se va a luchar y vencer.
Dicha expresión fue también usada en otras épocas. Por ejemplo durante la Edad Moderna por los ejércitos imperiales españoles, los Tercios y, más recientemente, en el siglo XX, fue el lema de la revista “Acción Española”.

Tomando dicho lema para esta exposición, esta se orientará en tres partes:
1) La importancia de Santiago Matamoros para con la historia de España.

2) Configuración y proyección de España.

3) Relación de la Idea de España con Nuestro presente.
…&…

Como todos sabemos, el <<Reino de la Gracia>>, del cual fueron expulsados Adán y Eva, renació tras la crucifixión de Jesucristo, cuando sus apóstoles se distribuyeron por todas las partes de la Tierra. Al menos de esta forma nos lo cuenta Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis: A Pedro, le tocó Roma; a Felipe, las Galias; A Tomás, la India; a Santiago Alfeo, Jerusalén y a Santiago, España.
Ahora bien, si no queremos reducir nuestra exposición a la versión teológica, tenemos que acudir a la ayuda de la Historia. Esta nos dice que el << Reino de la Gracia>> solo pudo consolidarse a partir del siglo IV, cuando Constantino el Grande reconoció al Cristianismo como religión imperial y además, convocó y presidió el Concilio de Nicea del 325 d.C.
Es aquí cuando el <<Reino de la Gracia>> comienza a expandirse y recubrir por ejemplo a los germanos o a los visigodos que habitaban la Península Ibérica.
Esta incesante expansión solo se detuvo en los pueblos bárbaros que sucumbieron ante el islam, una herejía del Cristianismo según Juan Damasceno. Una hijuela del Nestorianismo y el arrianismo.
Dicho islamismo llegó a Hispania, destruyendo al Reino Godo aunque no del todo: Los mozárabes huyeron al norte y en Covadonga, un grupo de Astures reunidos en torno a Don Pelayo, iniciaron un nuevo reino, el Reino de Asturias. Lo que se fundó tras la batalla de Covadonga no fue un minúsculo punto de resistencia sino un nuevo ortograma político con una fuerza de expansión in-definida (como no podía ser de otra manera frente al imperialismo in-definido del islam).
Dicho ortograma no puede recibir otro nombre más que el de imperialismo, sobre todo tras la Corte de Cangas y Právia: Alfonso I, llamado el “Yermador”, salió de las montañas; llegó al Duero, Galicia, Portugal, Álava y la Rioja. A su regreso trae consigo grupos de mozárabes para repoblar las tierras conquistadas.
En este sentido llegamos a nuestra figura central: Alfonso II, hijo de Fruela y Múnia, nacido en el año 761. Será en esta época, en la Corte de Silo, cuando nos encontramos con el Beato de Liébana quién hacia el año 776 compone el Himno a Santiago donde define a este como <<cabeza refulgente de España>>.
En el 791 es coronado Alfonso II y lo que es más importante, ungido: Hunctus est in regno. Con dicha ungión, Alfonso II es puesto por encima de los jefes militares ya que se le comunicaba la Gracia.
Una vez ungido, reconstruye Oviedo con voluntad imperial utilizando para ello el recuerdo de la Roma de Constantino (baños, triclinios, bóvedas de medio cañón, &,).
¿Cuál puede ser el motivo? Principalmente podemos señalar la intención de diferenciarse de la España mozárabe, representada por el adopcionismo de Elipanto, obispo de Toledo. La teología adopcionista de Elipanto se encontraba más cerca del unitarismo musulmán que del trinitarismo de Beato.
Un año después de la muerte de Carlomagno (814), un eremita observó en Santiago una luz que iluminaba un sepulcro, un sepulcro que sería identificado con el del apóstol Santiago.
Alfonso II, consciente de la importancia no solo religiosa, sino también política, se traslada junto a una gran comitiva de Oviedo a Santiago, construyendo en Compostela un tempo que, junto al construido por Alfonso III, será destruido por Almanzor.
Este hecho provocó la posibilidad de encender un centro de atención sobre el fanatismo de Hixem I o del del Alhaken I.
En este sentido, decimos que el camino de Santiago es un modelo atributivo de caminos, siendo la verdadera columna vertebral de una red de caminos que confluían en él hacia Santiago.
La ampliación del camino hacia el Este fue realizada fundamentalmente por Ramiro I, sucesor de Alfonso II, quién según cuenta la leyenda, hacia el año 834 defendió Álava y la Rioja contra Abderramán II y, en Clavijo venció a los sarracenos al grito de “¡ayúdanos Dios y Santiago!”.
La victoria fue total y al día siguiente se le otorgó a Compostela el privilegio del “Voto de Santiago”. Esto enfrento posteriormente los reinos de Galicia y Castilla y León contra Aragón ya que este prefería la ayuda de San Jorge en vez de la de Santiago.

…&…

Como estamos viendo <<España>> no es un tema, un asunto a disertar entre otros, sino que la <<España>> de los ensayos filosóficos más que un tema es un problema. Un problema, en el sentido de los Elementos de Euclides, se produce por la quiebra de los principios de identidad. Por tanto el problema requiere de las razones de la causa de tal quiebra y la exploración de las resoluciones a dicho problema.
Aquí, para evitar toda prolijidad, expondremos los dos esquemas canónicos según los cuales se ha definido la identidad de España: 1) modelo distributivo y 2) modelo atributivo. Ambos esquemas representan a España como un Todo compuesto por partes ahora bien, la diferencia estriba en que mientras el modelo distributivo propone la independencia de las partes entre sí a la hora de participar en el todo, el modelo atributivo subraya la interdependencia de esas partes en cuanto a su participación en el todo.
Nosotros por lo el contrario proponemos que el problema de España procede de su relación con su proyecto de Imperio Católico Universal.

La constitución de facto o systasis de España, en tanto que Imperio Católico Universal, no fue una creación sino un proceso gradual en el que fueron reuniéndose diversos componentes refundidos en una suerte de anamorfosis. Pero, ¿de cuántos factores hablamos? Dicha pregunta ha intentado ser contestada por 2 modelos:

1) Monistas: España procede de un solo elemento.

2) Pluralistas: España procede de múltiples elementos.

La primera opción queda descartada ya que un solo factor no puede explicar nada salvo a sí mismo. Dentro de la segunda nos encontramos con otra modulación:

1) Teorías bifactoriales: como por ejemplo las dos Españas de Machado. Dichas teorías suelen oscilar desde la ramplonería más extrema hasta la tautología más radical, pasando por el más vulgar marxismo incluyendo lamentaciones al estilo de Jeremías.

2) Teorías trifactoriales: como por ejemplo la de Américo Castro sobre la España como resultado de la fusión de las tres culturas. Con tres factores, la cosa se pone interesante pues, como decían los escolásticos tria facium collegia. Aun así, dicha teoría adolece de oscurantismo pues parte axiomáticamente de la isobalencia de las tres culturas.

Yo aquí prefiero trabajar con un modelo que se ajusta mucho mejor ya que representa su constituyente principal; la idea de Imperio.

El Imperio Romano fue sin duda un Imperio generador, que generó ciudades y en la época de Caracalla les otorgo la ciudadanía romana.
En este sentido debemos recordar que la Península Ibérica en aquella época si bien representaba una unidad, también una identidad; Hispania, es decir, una diócesis de Roma. Ahora bien, es verdad que lo Visigodos entraron portando la bandera con el águila imperial pero en tiempos de Recaredo se convierten al catolicismo.

El significado histórico de los reinos sucesores no fue tanto el crear identidades nacionales como el de fijar una delimitación fronteriza, a partir de las cuales, se desarrollan las sociedades que prefiguraron las naciones canónicas de nuestros días.

La expansión del Imperio islámico aniquiló en poco tiempo al reino visigodo, el cual quedo reducido a un pequeño grupo refugiado en los montes cántabros y mezclado con gentes astúricas, más o menos gotizadas. Del enfrentamiento entre este grupo y el Imperio procedente del sur y del oriente resultó el embrión del nuevo Imperio español, siendo Covadonga símbolo de la construcción de España.
La monarquía asturiana no puede reducirse a un neogoticismo, a una continuación con los visigodos. Una de las principales evidencias de la ruptura fue el abandono radical de los nombres regios por una nueva dinastía, cuyo nombres (Alfonsos, Ramiros, Bermudos…..) seguirán utilizándose en el posterior Reino de León y después en el Reino de Castilla.
En resumen; en la constitución del nuevo reino asturiano, a consecuencia del enfrentamiento con el Imperio islámico, podemos observar la prefiguración de una nueva sociedad que ya no es romana ni visigoda, sino que puede ser identificada con un <<Imperio embrionario>> que ira dotándose de planes ortogramáticos a fin de conducir a un Imperio Universal. Una voluntad imperial que subrayaron los reyes sucesores con el título Imperator totius Hispaniae. Como por ejemplo con Alfonso VI o cuando doña Urraca atribuye a su marido, Alfonso el batallador, el título de Imperator de Leone et rex totius Hispaniae.

Al contrario que lo que afirma la teoría de los cinco reinos, Casilla no se conforma como un núcleo de resistencia más, sino como una gemación, marca o feudo de los reyes de Asturias y de León. Una marca a través de la cual, los caudillos que defendían las fronteras de Bardulia, alcanzarán el título de condes, aunque no será hasta Fernán González cuando consiga la independencia de Asturias y de León, en tiempos de Sancho el gordo, configurándose como una marca en el borde oriental del Imperio astur-leonés.
Desde ese borde luchó tanto contra los moros como contra León; no para segregarse de él, sino para recoger desde él la bandera del Imperio con Fernando I el magno, primer rey de Castilla. A su muerte, diversos reinos son ya tributarios suyos.
Ahora bien, no solo Castilla, sino también Navarra y Aragón, no pueden tomarse como independientes del Imperio astur-leonés ya que Alfonso VII declarará como feudatario de Castilla al Reino de Aragón y lo hará en calidad de tataranieto de Sancho III. Así el territorio vuelve a dividirse; Castilla para Sancho el deseado y León para Fernando II.
De otra forma: lo que aquí estamos viendo es la unidad de cohesión trans-política que, a partir de la monarquía visigoda, fue construyéndose solidariamente contra terceros, especialmente contra el islam. Cada una de estas unidades políticas fue construyéndose mediante cursos diferentes pero no por ello perdieron su unidad: al igual que los heraclidas o las esferas de Plotino, dichos condados o reinos constituían todos ellos un mismo género. No por sus semejanzas sino porque todos procedían de una misma estirpe política: Sancho III se declara Emperador, no por extenderse a la totalidad del territorio sino por incorporar al Reino de León, el cual mantenía heredado de Asturias el título imperial.

En el siglo XIII ocurrió un hecho trascendental; la voluntad imperial de los reyes astur-leoneses-castellanos encontró un cauce más eficaz, al unirse a la corriente por la que venía desarrollándose el <<Imperio oficial>>: la madre de Alfonso X, Beatriz de Suabia era hija de Felipe de Suabia, hijo de Federico Barbarroja, y de la princesa bizantina Irene, hija del Emperador de Constantinopla, Isaac II Ángelos.
Así pues, vemos como los tres ortogramas imperiales (Bizantino, S.I.R.G. y el Imperio Hispánico) recaen sobre la misma figura: Alfonso X.

Muerto el Emperador Federico II Staufen (gran enemigo del papado), la República de Pisa, gibelina y por tanto enemiga también del papado, envía una embajada al nuevo rey de Castilla y León ofreciéndole el trono imperial.
Alfonso acepta y es elegido Emperador a disgusto del Papa Clemente IV, que apoyaba la candidatura de Carlos de Anjou. Tras la muerte de Clemente IV, un interregno papal y cuando Alfonso X ya había conseguido el apoyo de los gibelinos italianos, el Papa Gregorio X declara nula su elección como Emperador y propone para tal puesto a Rodolfo de Habsburgo.
La teoría de los cinco reinos de Menéndez Pidal como vemos pide el principio que ella misma propone como axioma: la isobalencia entre los distintos reinos. En este sentido excluye las diferencias materiales entre ellos (política, demográfica, territorial…) comparándolas simplemente desde un plano formal. Ahora bien, si mantenemos el ortograma imperial atribuido a un reino en concreto, a saber, al Reino de Castilla y León, los hechos se organizan de forma diferente: El Reino de Castilla y León además de ser el heredero de la monarquía asturiana, tampoco encuentra equivalencia estructural respecto de los otros reinos; así Castilla y León poseía 2/3 partes de la población, además de una situación geopolítica privilegiada: su posición central frente a los reinos laterales (litorales, mediterráneos y atlánticos) le permitía incorporarlos mientras que carece de sentido que aquellos, separados por Castilla y León, intentasen unirse entre sí.

El Imperio no habrá que entenderlo solo operando únicamente por vía militar sino también mediante una política de pactos que utilizaba para ello a las alianzas matrimoniales. En este sentido, recordemos cuando Juan II propone la alianza de Aragón con Castilla mediante el matrimonio de su hijo Fernando con Isabel, hija de Juan II de Castilla, como medio para frenar a la casa de Anjou.
Dichas nupcias tuvieron lugar en 1469 y conducirán a la unidad efectiva de España formalizada en época de Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, es decir, universales.
Dentro de la Modernidad debemos destacar la Reforma Protestante que, al volver a implantar en Inglaterra y Alemania una suerte de cesaropapismo, posibilitó el desarrollo del Imperio Hispánico como la genuina encarnación del Imperio Católico Universal, sobre todo con Carlos I. Este repitió, ampliándolo a una escala mundial, el <<Fecho del Imperio>> de su antecesor Alfonso X el sabio.
Con Carlos I se da por ver primera la vuelta a la tierra y por ello es la primera vez que se puede afirmarse que <<en los confines del Imperio Hispánico no se pone el sol>>.
Inmediatamente después de la toma de Granada, se abrió la posibilidad de desplegar el ortograma imperial universal con el fin de terminar de recubrir al islam.
Mientras que la Reconquista no había planteado a los teólogos mayores dificultades doctrinales, la conquista levantó un gran número de objeciones de los juristas, teólogos y filósofos reunidos en San Esteban de Salamanca. Esto es, sin duda, uno de los títulos de mayor gloria que puede atribuirse al pensamiento español; el plantear en el mismo inicio de la conquista una serie de reflexiones fundamentales que aquí expondremos como la diferencia entre dos tipos de Imperio: 1) Imperio generador y 2) imperio depredador.

Mientras que Vitoria postulaba que el Imperio Español debía actuar en las indias de forma generadora, Sepúlveda era partidario de un imperio depredador el cual privaba a los territorios conquistados de las tecnologías del colonizador .
Las propuestas de Vitoria triunfaron y el Imperio Hispánico actuó sobre aquellas comunidades que tenían, según Vitoria, “derecho natural” a conocer la verdad revelada, a ser administradas para posibilitar el desarrollo de sus sociedades que se encontraban en estadios muy primitivos de la civilización y, por tanto, incapaces de gobernar una República legítima en las formas humanas y civiles.
En la conquista de América también vemos un enfrentamiento entre el poder temporal y el poder espiritual ya que, tan pronto como desembarcó allí el poder temporal, al mismo tiempo lo hacía el poder espiritual (dominicos y franciscanos en su mayoría). Dicho poder espiritual comenzó a interponerse en el poder temporal puesto que el objetivo de los frailes no era incorporar a los indios a la civilización, sino mantenerlos en la barbarie, solo salvando sus almas. Por este motivo predicaban en sus propias lenguas y no usaban el español. Ante dicha tensión, Fernando el católico se planteó el meter a todos los dominicos en un barco de vuelta a España, puesto que solo incorporando a aquellas gentes a la civilización podrían salir de terceros mundos semánticos, ya que entre otras cosas, Rousseau, Voltaire…. Se traducían al español y no al quechua.
Como vemos la defensa de lo que hoy llamamos Derechos Humanos recaía antes en el poder temporal que en el poder espiritual.

En este sentido, a Carlos I se le vuelve a plantear la posibilidad de realizar el <<Fecho del Imperio>>, ya que es nombrado bajo la denominación de Carlos V como Emperador del S.I.R.G.
Ante esta nueva identidad que adquiere España (Como una parte distributiva del Imperio oficial) surge prontamente el rechazo de aquellos que veían que el Imperio Oficial, en su identidad, nada tenía que ver con ellos. En este sentido los Comuneros se levantan en armas para apoyar la identidad de España como Imperio Hispánico pues, la nueva identidad de España como parte del Imperio, era incompatible con el título de Carlos I como Imperator totius Hispaniae. Recordemos también una carta enviada por Hernán Cortés a Carlos I en donde le describe las cosas del <<nuevo mundo>> y su posibilidad de instituirse como Emperador de ellas y que dicho título nada tenía que envidiar al título de Emperador Alemán.
De esta forma, una vez rechazado el proyecto alemán, el Imperio Hispánico se reorienta hacia una Monarchia Universalis. Por ello, su estirpe imperialista hay que retrotraerla al Imperio Romano, a su conversión al catolicismo con Constantino el grande, por tanto anterior a la donación de Constantino. Así, el Imperio Hispánico se mantiene con una especie de espíritu gibelino, al margen de la Iglesia Romana.

En dicha Edad Moderna el objetivo no era extender más y más al Imperio pues, como bien supo Carlos I, el objetivo era tener controlados a los otomanos y asegurar la eutaxia de los pueblos cristianos, civilizados, no bárbaros ni cismáticos. La imposibilidad de extender la civilización sobre pueblos cismáticos queda perfectamente ilustrada con el espíritu de Trento.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII la línea imperialista hispánica se mantuvo más o menos intacta pero finalmente tras una larga Guerra de Sucesión, España es asaltada por el efímero Imperio Napoleónico y a raíz de esta política afrancesada será cuando las provincias de ultramar comiencen la secesión. También debemos recordar que la invasión francesa fue clave para el surgimiento del nacionalismo español que, a través del Manifiesto de los Persas, acabará con el absolutismo de Fernando VII.
En esta situación cabe destacar que si bien la izquierda liberal fue la que posibilitó la configuración de España como Nación política, la unidad de España no se mantuvo mediante elementos liberales sino justamente mediante las Juntas Provinciales y Capitanías Generales, procedentes del Antiguo Régimen.

Como vemos, España se constituye como Nación política en el siglo XIX, lo que significa que a partir de aquí, la soberanía de la nación recae sobre los españoles y no ya en los vascos, gallegos, catalanes, navarros… todas estas naciones en sentido étnico, es decir al estilo de la gens romana, quedan refundidas en la Nación política mediante un proceso de holización que rompe con el Antiguo Régimen, al romper la asimetría y establecer la igualdad de todos los españoles en tanto que ciudadanos (ya no por estamentos) de la Nación española.
Podemos decir que si por algo se caracterizó el siglo XIX fue por una continua Guerra civil que dará lugar al periodo denominado como Restauración y posteriormente a la Dictadura de Primo de Rivera. Aquí España comienza un proceso de industrialización y modernización de las infraestructuras como por ejemplo los transportes.
Una vez Primo se retire y se imponga la dicta-blanda de Berenguer, habremos llegado a uno de los contextos más en boga de nuestros días; nuestra querida II República.
En la actualidad impera una visión historiográfica sobre la II República y la Guerra civil procedente de la intromisión del gobierno mediante una Ley en la interpretación histórica. Me refiero a nuestra famosa Ley de la memoria histórica; esta pretende decirnos a los españoles lo que debemos pensar acerca de esos periodos. Ahora bien, que un gobierno intente imponernos una versión de la historia solo es propio de un gobierno totalitario.
Por otra parte dicha visión es insostenible, pues pretende hacernos ver que los miembros del Frente Popular defendían la libertad, la legitimidad y la democracia.
Esto solo lo puede aceptar aquel menor mental que continúa dejando que piensen por él. Si entramos a analizar la composición de dicho Frente Popular nos damos cuenta que esa visión es imposible; dicho Frente Popular estuvo integrado, entre otros, por el Partido Comunista. Un partido de carácter estalinista, orgulloso de servir antes a los intereses de la URSS que a los de España. Quien se intentó apartar de estas directrices fue automáticamente expulsado; como sabemos esto le sucedió a Largo Caballero en 1937, al cual sucedió Negrín que fue el principal causante del envío del oro español a la URSS. Su compañero Prieto que intentó impedirlo también fue apartado.
Decir que los comunistas defendían la democracia y la libertad es una barbaridad que asombra.
El resto de componentes de dicho Frente Popular seguían la misma tónica; anarquistas, socialistas, republicanos de izquierdas, nacionalistas… ninguno era demócrata. Justamente los anarquistas fueron el principal cáncer de la República, además de ser ellos los principales responsables de la caída de Azaña con sus insurrecciones, una de las cuales terminó en el episodio de Casas viejas: un número considerable de campesinos fue masacrado por las fuerzas de orden público dirigidas por Azaña.
Si seguimos con los socialistas, nos daremos cuenta que dicho partido en aquellos momentos era más radical que el propio Partido Comunista. Los socialistas decían públicamente a partir de 1933 que su objetivo no era la democracia sino llevar a España hacia la dictadura del proletariado que, en definitiva, era la dictadura del Partido Socialista.
Los nacionalistas por otra parte no eran demócratas sino extremadamente racistas y separatistas y en 1933 Compayns y compañía, al ganar las derechas, apoyaron al Partido Socialista a organizar la Guerra civil.
Los republicanos, encabezados por Azaña, intentarán también, después del triunfo de las derechas, dos golpes de Estado.
Como vemos, la República, si bien nace como una democracia liberal, rápidamente es desbordada por la izquierda más radical: durante los primeros días del bienio republicano-socialista comienza la quema de iglesias, conventos, bibliotecas, centros de enseñanza… Luego viene la Constitución que justamente no era una Constitución Laica sino anticatólica. Esto provocó la división de España en dos partes debido a que España es sociológicamente católica.
La II República llegó sin oposición ni de la izquierda, ni de la derecha pero como vemos rápidamente las izquierdas republicanas y socialistas generaron una división dentro de la sociedad española.
Esta situación no fue provocada por las Derechas ya que solo existieron dos partidos de derechas que realmente eran anti-demócratas: los monárquicos que nunca tuvieron demasiada importancia, y la Falange Española. Ahora bien, esta última nace en 1933 y su importancia queda reflejada en las elecciones de 1936: obtuvo un solo diputado.
Por el contrario observamos que, cuando en 1933 (existiendo ya dos años de experiencia de la República en manos de las izquierdas) ganan las derechas (5 millones contra tres millones), las izquierdas prácticamente en pleno, no reconocer la voz de las urnas porque ellos tenían la concepción de que la República era solo cosa suya, ellos tenían que gobernar necesariamente. Como esto no fue así, a partir de aquí el Partido Socialista comienza a preparar lo que el mismo llamó; la Guerra Civil que conduciría a la dictadura del proletariado. Ante esta línea solo encontramos la oposición de Besteiro que advirtió que aquello solo iba a conducir a un baño de sangre e iba a terminar con un enfrentamiento entre las distintas fuerzas de izquierda, como pasó finalmente durante la Guerra Civil.

Este proceso que comienza en 1933 termina en octubre de 1934 con la Insurrección de Asturias o como ellos decían; la Guerra Civil de Asturias. Esta debía de extenderse por toda España pero finalmente no se secundo salvo en Asturias durante 15 días dejando una cifra de unos 1400 muertos.
Este octubre de 1934 fue el inicio auténtico de la Guerra Civil, porque aunque sofocada, las izquierdas insistieron en las mismas concepciones: solo ellos tenían derecho a gobernar y si era necesario deberían imponerse por la fuerza. El resultado fue el Frente Popular.
El Frente Popular triunfa en febrero de 1936 en unas elecciones muy anómalas. Primero, porque nunca se publican los resultados. Hasta ahora las cifras que manejaban los historiadores oscilaban hasta en un millón de votos.
Esto nos lleva a considerar que unas elecciones en las que nunca se publican los resultados, no pueden considerarse como elecciones democráticas.
Sea como fuere, en cuanto llegó el Frente Popular al poder, solo subieron a gobernar los republicanos de izquierda, mientras el resto queda al margen pero presionando. Azaña comienza una revolución desde arriba y desde abajo. Desde arriba comienza sus declaraciones anti-demócratas diciendo que el poder ya nunca va a salir de manos de la izquierda. Comienza a atacar a la legalidad sustituyendo, por ejemplo, al Presidente Alcalá Zamora. Deja al poder judicial en manos de comités y grupos de izquierda…
Desde abajo, en solo cinco meses morían unas 300 personas, cientos de iglesias fueron asaltadas y quemadas, al igual que locales y periódicos de derechas. Esto conllevó una situación de auténtico terror que culminó con el asesinato del jefe de la oposición, Calvo Sotelo; este fue asesinado por las fuerzas de orden público junto a milicianos socialistas. Gil Robles se salvó por no haber estado en casa en ese momento. Así pues cabe señalar aquí la absoluta i-legalidad con la que estaba operando el Estado en manos del Frente Popular, en manos de Azaña.
En esta situación, para las derechas, era más peligroso el no revelarse que el revelarse puesto que estaban camino de ser completamente asesinadas por el propio Estado.
Así pues llegamos a un clima insostenible en donde Mola al servicio de la legalidad de la Republica intenta un golpe de estado que fracasa en tres días, en el cual las derechas estuvieron a punto de ser aniquiladas. Si no fue así es por pura casualidad y porque Franco consiguió cruzar desde áfrica con un ejército de apenas 20.000 soldados.
El resto todos lo conocemos: en 1939 cae el Frente Popular dirigido desde Moscú, vence la derecha y comienza una etapa de fastistización del régimen, en relación al rumbo de la Guerra Mundial. Una vez ese rumbo fracasa, comienza la época del nacional-catolicismo, posteriormente el plan de estabilización de 1959 y el desarrollismo que posibilitó que España en 1975 estuviera en condiciones estructurales de poder desarrollar una transición. ¿Por qué? Porque todo el mundo, o al menos la gran parte, tenían en su bolsillo un billete de lotería, y un 600 debajo de casa. Sin esto, poco vale la transición.

La República comenzó como una democracia liberal que inmediatamente fue desbordada por las izquierdas, en 1934 asaltada por las izquierdas y en 1936 arruinada desde arriba y desde abajo por las izquierdas.
Durante muchos años se ha cargado todo el peso del fracaso de la República en las derechas pero quienes asaltaron realmente la legalidad republicana fueron las izquierdas, las cuales sorprendentemente cayeron bajo la tutela de papa Stalin, el gran demócrata del siglo XX.

…&…

Como vemos, cuando queremos hablar de “España” a secas, siempre tenemos que trabajar al menos con los conceptos de unidad y de identidad. Teniendo a estos presentes, la cuestión ahora se encamina hacia la pregunta por la posibilidad y legitimidad del secesionismo en cualesquiera ámbitos que se produzcan. En este caso la pregunta se formula como; ¿tiene Cataluña derecho a la auto-determinación? La respuesta a esto es que no, ni desde el punto de vista jurídico, ni desde el punto de vista filosófico ya que el prefijo griego autos nos lleva a un especie de causa sui imposible.
Solo existen tres formas para que se pueda descomponer un país:
1) Degeneración del Estado debido a la corrupción; como por ejemplo en algunos países africanos o en
el sur de Italia donde la corrupción y las mafias tienen más peso que el propio Estado.
2) fragmentación; por este camino es por el que lo intentan los secesionismos, y
3) Invasión.
Más que preguntarnos por el derecho a la secesión de Cataluña, que ha quedado ya claro, debemos plantearnos hasta qué punto el secesionismo supone una amenaza para la unidad de España. Para ello debemos de comenzar distinguiendo entre amenazas y peligros: Por amenaza podemos entender a un proceso que va en contra de un determinado curso operatorio. Por peligro, podemos entender la intervención necesaria en el curso operatorio. El león para el domador supone una amenaza que conduce a un peligro mientras que para el espectador simplemente representa una amenaza.
Dentro de las amenazas podemos diferenciar al menos cuatro tipos:

1) amenazas no antrópicas (el toro respecto del torero, un asteroide…)

2) amenazas antrópicas (hombre-hombre)

3) amenazas efectivas (corto plazo)

4) amenazas potenciales (a largo plazo).

Del cruce de dichas modulaciones de la idea de amenaza podemos obtener dieciséis variables pero, nosotros aquí, nos ocuparemos solo de las amenazas antrópicas y su cruzamiento con los criterios de efectividad y potencialidad.

Una amenaza antrópica potencial sería por ejemplo el islam, en especial la Yihad. Por el contrario una amenaza antrópica efectiva puede estar representada por los secesionismos, como por ejemplo ETA o en nuestro presente actual el govern. ¿Por qué? Aquí estamos denominando a la Yihad como una amenaza potencial debido a que sus efectos (lo que busca) son a largo plazo aunque efectuaran atentados terroristas todos los meses. El terrorismo también es una Idea filosófica que implica el enfrentamiento entre distintos grupos: un grupo (a) ejerce terror sobre (b) de tal forma que (b) tiene que cambiar sus programas políticos por la presión que ejerce el grupo (a) que trata de aterrorizar a (b). Ahora bien, el islam, la Yihad, en este caso no tiene como fin un objetivo a corto plazo sino que su objetivo es transformar la identidad de España y no su unidad. La transformación de España en un país islámico, bajo mi punto de vista, desde el punto de vista de su eficacia es prácticamente inviable a corto plazo y a medio plazo; ver instalado un minarete en Sevilla y que España haga sus leyes a golpe de Corán con la Saharía, está muy lejos de producirse.
En este sentido, la amenaza yihadista tiene, desde el punto de vista político, unos fines mucho más remotos que nos permiten clasificarla como una amenaza potencial que si bien puede producir golpes muy impactantes, no conduce por ahora a un peligro para la identidad.

Por el contrario, los nacionalismos en tanto que amenaza, si presentan una efectividad mucho más cercana; ETA, por ejemplo, sí consiguió una serie de beneficios; filtrar en las Instituciones españolas una serie de mecanismos, de Ideas, que beben de la propia ideología que ella defiende. En este sentido ha conseguido ser una amenaza que conduce a un peligro, a la fragmentación de la unidad de España. Esta, por el momento, no se ha dado pero existen filtraciones Institucionales y constitucionales que van en este camino. Para comenzar podemos decir que la Constitución de 1978 se redactó de tal forma que estas facciones secesionistas pudieran ser canalizadas a través del Estado autonómico. Incluso, el artículo 2º contempla la posibilidad de la existencia de nacionalidades. Esta concesión Institucional para nada existe respecto a la amenaza que representa el yihadismo. Nuestra Constitución no establece ningún acuerdo político con alguna religión, simplemente, el acuerdo con el Vaticano es un acuerdo social, no político, pues atiende a que España es sociológicamente católica; nos regimos por un calendario cristiano, generalmente los sábados y domingos no acudimos a trabajar desde que los estableció San Raimundo de Peñafor, etc… Nadie puede negar que, desde el ámbito político, un español católico y un español musulmán o judío no tengan los mismos derechos.

Como vemos, las concesiones hechas al secesionismo, como por ejemplo el Estado autonómico, hacen que el parlamento autonómico o el govern catalán aparezcan como rodeados por un aurea que hace que nos refiramos a ellos como si realmente fueran representativos de un Estado. Envueltos en una “dignidad nacional” que, como acabamos de ver, se ha venido abajo mediante los tribunales del Estado español. España, aquello que parecía disminuido, le ha golpeado. Junto a esta concesión de las autonomías, también observamos otras como las leyes de normativización lingüística que nos hacen pensar que tiene un carácter nacional.

El problema pues se nos presenta totalmente relacionado con el artículo 6º de nuestra Constitución, el cual establece que la soberanía nacional se articula a través de los partidos políticos. Pero España es una Nación política que en su Constitución permite la existencia de Partidos que buscan precisamente lo contrario de lo que ellos representan; la destrucción de la soberanía nacional. No nos olvidemos que ellos representan a la Nación y no al País Vasco, Cataluña o Galicia ya que estos no existen como estados. Ahora bien, sus programas políticos no reconocen la soberanía a la cual representan. Esta es la contradicción que no hay dios que entienda, es la trinidad española.
Volviendo a retomar la distinción entre peligros y amenazas, me gustaría representarla mediante un ejemplo que nos conducirá al final de esta exposición: cuando por la calle te encuentras con un chiguagua, aunque este te amenace, no estás en peligro, pues la patada en estos casos siempre puede salvarte. Ahora bien, si en vez de un chiguagua te encuentras con un bull terrier, estás en una situación de amenaza en tanto que peligro. Por tanto, el secesionismo para España ¿es chiguagua o bull terrier?

Que es chiguagua (amenaza) está claro, pero a pesar de la patada que le ha metido el Estado español, al caer, cae sobre el suelo autonómico volviéndose a rehacer y, no podemos estar todo el día con el artículo 155 a vueltas, sería el mito de Sísifo y un gran despilfarro económico ya que el tiempo va pasando y gastándose los recursos en proyectos absurdos.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 01:30 #43059

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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 13:37 #43060

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Dices, Darkos: “El problema pues se nos presenta totalmente relacionado con el artículo 6º de nuestra Constitución, el cual establece que la soberanía nacional se articula a través de los partidos políticos. Pero España es una Nación política que en su Constitución permite la existencia de Partidos que buscan precisamente lo contrario de lo que ellos representan; la destrucción de la soberanía nacional. No nos olvidemos que ellos representan a la Nación y no al País Vasco, Cataluña o Galicia ya que estos no existen como estados. Ahora bien, sus programas políticos no reconocen la soberanía a la cual representan. Esta es la contradicción que no hay dios que entienda, es la trinidad española.”

La Transición Española ha sido ejemplar. Y lo ha sido a mi juicio por dos razones:

1.- En aras de la concordia es necesaria la renuncia o, y en palabras de Laín Entralgo, la dialéctica del abrazo. Todos, absolutamente todos, tenemos que capitular de ciertas creencias para alcanzar dicha concordia

2.- Eso sí, toda capitulación tiene un límite, a saber, los principios. Los principios son innegociables e irrenunciables.

Es por ello que la Transición Española ha sido modélica y ejemplar. Pero para la bueno y para lo malo.

Suele ser habitual que en una negociación la parte más débil renuncie a sus principios ( y eso es precisamente lo que la hace débil). Lo que no se puede entender es que sea presuntamente la parte más fuerte la que renuncie a sus principios. En realidad, y como bien dices, es mistérico que sea la parte más fuerte la que precisamente renuncie a sus principios. Bueno, es mistérico si dicha atribución de fortaleza se hace con criterios cuantitativos. La fortaleza en realidad debe de medirse por la convicción que uno profese a los principios que dice defender.

Quizá, y para ser honestos, no creo que aquellos que redactaron la Constitución pensaran que íbamos a llegar hasta el punto en el que en la actualidad nos encontramos. Posiblemente estaban más preocupados en alcanzar la concordia o en que la transición se realizara de forma pacífica que descuidaron conscientemente la redacción de dicho texto constitucional. Vamos, que fueron unos auténticos cenutrios, porque la historia está ahí y sólo hace falta leerla, y ellos estaban en la obligación de tener que leerla, pero no les atribuyo, al menos yo, malas intenciones.

Pero a los que no perdono es a los Felipe González, Aznar, Pedro Sánchez y Rajoy. Estos políticos, y en aras, pero no ya de la concordia, sino de asegurarse el poder en Madrid, han renunciado a sus principios, cuando tenían perfecto conocimiento de la deriva nacionalista y cuando conocían perfectamente sus obligaciones como gobernantes.

Sí, efectivamente, he dejado fuera de ese “saco” a Zapatero. Y lo he dejado fuera no porque éste, y al igual que los anteriores, no conociera perfectamente cuales eran sus obligaciones como presidente del gobierno de España ( si no creía en ella pues que no se hubiera presentado). Sino porque honestamente considero que ese hombre creía en que España era un concepto discutible y discutido, que era una nación de naciones ( lo cual es un disparate lógico e histórico) y que había que respetar lo que saliera del estatuto catalán ( disparate jurídico). Y aquí lo que nos tendríamos que preguntar todos es cómo es posible que un país elija como presidente a una persona que no cree en tal país, del cual él ha decidido ser presidente, cuando lo que desea es desmocharlo.

Algunos podrán considerar que Pedro Sánchez es heredero de la misma convicción nefasta que defendía Zapatero. Pues bien, yo no lo juzgo así. Para mi Pedro Sánchez es una persona que es capaz de hacer cualquier cosa por alcanzar el poder. Su único principio y principal anhelo es alcanzar el poder.

Un saludo.
Última Edición: 19 Mar 2018 08:12 por elías.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 14:26 #43061

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Nacionalismo castellano. Puro y duro. Eso es la ideología de la idea España. Y la Transición la hicieron quienes habían ganado una Guerra Civil y que ostentaban el poder.

Cuéntale a mi abuela, que perdió a su marido en la Guerra Civil, dile que abandone los ideales por los que fue asesinado.

Hay dos bandos y seguirán existiendo. Igual que existe la lucha de clases.

De todas formas estos temas sirven únicamente para sacar la amarga bilis.

Recomiendo un libro : El Cura y los Mandarines, de Gregorio Morán.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 20:35 #43067

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Dices, Silvanus: “Y la Transición la hicieron quienes habían ganado una Guerra Civil y que ostentaban el poder.”

Pues sí, mucha razón tienes. Tienes razón si con ello lo que quieres decir es que la transición fue una evolución metamorfoseada del régimen franquista ( y de sus estructuras), y que por tanto, no supuso una verdadera ruptura con el régimen anterior sino una transformación desde el régimen anterior.

Sí, efectivamente, si eso es lo que quieres decir entonces te doy la razón. Ahora bien, eso no es ni bueno ni malo sino que fue un hecho. Otra cuestión es que lo juzgues de forma negativa o que consideres que el cambio lo tendrían que haber hecho los perdedores en cuyo caso tendrías que dar las razones, como si los perdedores, y por el hecho de haber perdido, tuvieran la razón. Podría incluso darse el caso que los perdedores perdieron precisamente porque no tenían la razón.

Y sí, la transición la hicieron quienes habían ganado la Guerra Civil. Pero lo hicieron conjuntamente con los que la habían perdido. Esa fue la razón por la que era necesario legalizar al partido comunista. Así el partido comunista renunció a su republicanismo, como se hizo eurocomunista, como la derecha renunció a la unidad de España entendida como se entendía en el régimen franquista accediendo al estado de las autonomías o como la monarquía renunció a su poder anterior.

Insisto, no sé si lo que nos estás diciendo es que la transición tenía que haber sido liderada por los que no ostentaban el poder o por los que perdieron la guerra civil. Porque de ser así sería constitutivo de una ingenuidad absoluta.

Dices, Silvanus: “Hay dos bandos y seguirán existiendo. Igual que existe la lucha de clases.”

Pues los habrá en tu cabeza o ese será tu deseo. Pero es verdad que muchas veces los deseos se cumplen. Como es verdad que en la actualidad existen muchos empeñados en que dichos deseos se cumplan y en volver a dividirnos en bandos.
Creo que es un profundo error que se nos vuelva a separar en bandos y que se desee ganar lo que se ya se perdió teniendo en cuenta que ese ideal que se defendía ya está, o supuestamente lo estaba, más que periclitado y sabiendo en la actualidad el dolor, el sufrimiento y los millones de víctimas injustas que trajo consigo ese ideal presuntamente liberador.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 21:37 #43068

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No es cierto que se hizo "conjuntamente". No cuando el miedo y la violencia está latente. Eso no es ni igualdad ni libertad.

Lo triste de todo ello es que alguien como tú, que lee y estudia Filosofía, admita el principio de autoridad por el mero hecho de establecer orden, que no libertad ni justicia. El principio de autoridad es todo partido político, todo Rey, toda noción de "aparato" que suplanta a la mayoría y se erige a sí mismo como "buena voluntad", como "concordia". El bueno de Spinoza me enseñó que sospechara de toda tiranía, ya sea camuflada de moral o de "orden".

Nada más.

Un saludo, Elías.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 18 Mar 2018 21:49 #43069

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Hola Silvanus

No, créeme, yo no acepto el principio de autoridad. Es más, si me lees atentamente verás que he sido crítico con la transición y con los partidos políticos. Otra cuestión es que no sea un fundamentalista idealista que sea capaz de captar por intuición la esencia a-priori de la libertad y de la justicia. Sí, a mi el bueno de Spinoza también me enseño a sospechar de toda tiranía ya sea camuflada de libertad y/o de justicia Y eso es precisamente lo que trato de hacer. Por cierto, además de estudiar filosofía trato de estudiar historia y política.

Un saludo
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 19 Mar 2018 00:16 #43071

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elías escribió:
Y sí, la transición la hicieron quienes habían ganado la Guerra Civil. Pero lo hicieron conjuntamente con los que la habían perdido. Esa fue la razón por la que era necesario legalizar al partido comunista. Así el partido comunista renunció a su republicanismo, como se hizo eurocomunista, como la derecha renunció a la unidad de España entendida como se entendía en el régimen franquista accediendo al estado de las autonomías o como la monarquía renunció a su poder anterior.

Muy bien. Yo no lo habría dicho mejor. :cheer:

Ojalá los "comunistas" de hoy en día fuesen como los de entonces.
David Feltrer Bailén Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Graduado en Filosofía (UNED - febrero de 2016)
Estudiante del Máster en Filosofía Teórica y Práctica (UNED - octubre de 2018)
Estudiante del Grado en Geografía e Historia (UNED)
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 19 Mar 2018 00:55 #43072

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Silvanus escribió:
No es cierto que se hizo "conjuntamente". No cuando el miedo y la violencia está latente. Eso no es ni igualdad ni libertad.

Conclusiones acerca de lo bueno y lo malo de la Transición según el historiador (antifranquista) de la UNED Javier Tusell (ya fallecido). La tipografía es mía:

"Nos toca ahora, para concluir, hacer un balance de la transición española a la democracia en sus aspectos positivos y negativos. Los primeros son claramente predominantes, y no solo porque la transición concluyera bien, sino, sobre todo, porque el punto de partida no justificaba un pleno optimismo, aunque hubiera razones, como el cambio económico y social, que pudieran inducir a él.

Si consideramos el conjunto de los países que participaron en la «tercera oleada» de las democratizaciones, lo comprobaremos de forma clara. Hay que tener en cuenta que en los países sudamericanos, que nunca tuvieron unos referentes económicos o militares como pudieron ser la Unión Europea o la OTAN, se cometieron, además, graves errores, aunque en parte inevitables. Los problemas económicos siempre fueron mayores, pero además siempre existió una mayor dilación hasta que se consiguió llegar a la consolidación de la democracia; hubo presidencialismos excesivos y, sobre todo, en algunos países, como Chile, perduraron «islas autoritarias» en un contexto democrático, hasta el punto de que se puede decir que la democracia se ha mantenido incompleta. La fragilidad de la democracia se pudo percibir en la aparición de cesarismos o populismos y, sobre todo, en el hecho de que una parte importante de la población siguió sin creer en la democracia como único posible sistema político. En estos países en donde la represión padecida por la izquierda había sido muy dura y reciente, la persecución de los represores complicó de manera indefinida todo el proceso de transición por la lógica reivindicación de los familiares de los asesinados o desaparecidos. En cuanto a las dos docenas de países ex comunistas, al margen de los graves problemas que han tenido respecto de su organización territorial, solo un máximo de cinco o seis estaban durante la década de los noventa claramente en la senda democrática, mientras que el resto permanecían en el mundo del autoritarismo aun con un grado mayor o menor de libertad. Una gran diferencia respecto de España fue que no se ha seguido el orden que se dio durante la transición en ella. Sin tener un Estado legitimado se emprendieron reformas económicas que pudieron resultar muy negativas (esto vale, por ejemplo, para gran parte de las privatizaciones).

En realidad, en esa «tercera ola» solo los países que la iniciaron en el Mediterráneo han tenido democracias consolidadas rápidamente. Además, si tomamos los casos de Grecia y Portugal, comparativamente las dificultades para una transición española a la democracia eran mayores, sin duda, y sin embargo los traumas de todo tipo fueron menores. España en ningún momento pasó por el peligro de convertirse en un régimen dictatorial de izquierdas, como le sucedió a Portugal, ni tampoco se produjo la inestabilidad gubernamental y la grave crisis económica que disipó las amplias reservas de divisas de que disponía el vecino país al comienzo de la transición. La propia rapidez de la transición y este balance de carácter general netamente positivo puede entrañar el riesgo de hacer olvidar las dificultades objetivas que se dieron a lo largo de todo el proceso. Marías [el filósofo Julián Marías], refiriéndose a esta realidad, ha podido hablar de la «gratitud del pueblo español ante el infortunio evitado» que se debe a los gestores de la cosa pública en estos precisos momentos. El consenso fue ejemplar y también lo fue la voluntad de amnistiar al adversario perdonando todos los delitos cometidos con anterioridad a junio de 1977. En este sentido la transición española solo admite comparación con la realizada en Polonia y en Chile (y la de este país sudamericano ofrece el componente autoritario que ha sido reseñado).

De todas maneras, siendo evidente que la balanza se inclina claramente hacia el lado positivo, se debe tener en cuenta que es muy fácil, pero no tan correcto, considerar lo sucedido en España como absolutamente ejemplar, irrepetible y modélico. Una década después de la transición española se produjo la de los países de Centroeuropa que antes tenían sistemas de «democracia popular», y sobre ella hay que decir que reviste un grado de complicación indudablemente muy superior. Probablemente estos regímenes que podrían designarse como «de totalitarismo decadente» tenían una apoyatura social tan débil como el franquismo en su fase final, o más, pero en ellos además el Estado había tenido una pretensión de ocupar la sociedad mucho más persistente y decidida que en España. Fue preciso, por tanto, en estos casos, un previo aprendizaje de la democracia y, sobre todo, encontrar un camino, inédito hasta el momento, para pasar de la centralización económica absoluta al mercado. Después de celebrar las primeras elecciones democráticas España había ya emprendido un decidido rumbo hacia la democracia, pero en Europa del Este eso solo indicaba que el camino se había iniciado y que el final todavía no se veía claro. Incluso no lo era para los países más vinculados a la tradición cultural occidental (Checoslovaquia), en aquel cuya sociedad civil había resistido mejor al modelo estaliniano (Polonia) o en el que las reformas dentro del comunismo habían sido más tempranas (Hungría).

Pero también ha podido percibirse un cierto balance negativo en la transición española, que en parte deriva de la comparación, pero que ha acabado por aparecer con el transcurso del tiempo respecto de los mismos modos de hacerla, en general tan alabados. El consenso y la búsqueda de fórmulas legales que evitaran los peligros a una joven democracia fueron factores positivos en el momento de iniciarse la transición y lo hubieran sido también en el caso de mantenerse en sus estrictos términos como una constante de comportamiento. Sin embargo, no solo no ha sido así, sino que además han aparecido inconvenientes, aunque solo una vez transcurrido algún tiempo. El principal es que, al haberse practicado un consenso en la clase política desde arriba, lo que ha sucedido es que la movilización popular ha sido limitada y aun decreciente. Es cierto que se han evitado los temas conflictivos, pero, de esa manera, si se ha dado estabilidad a la política nacional, también se la ha privado del componente popular que una democracia debe tener siempre. Una movilización política escasa siempre será un inconveniente grave en un sistema democrático.

En España esta situación se ha producido: solo un tercio de los españoles pertenecen a cualquier tipo de asociación voluntaria, y más de dos décadas después de la muerte de Franco la vinculación con un partido político concreto es tan limitada como en alguno de los países del Este. La escasa movilización puede explicarse, en comparación con otros países (Filipinas, Corea, Brasil, etc.), por la alta tasa de paro, el desempleo de la mujer y el escaso protagonismo de las organizaciones confesionales durante la transición, mientras que en otros países desempeñó un papel muy activo. De todos modos, debe tenerse en cuenta que la no implicación en política partidista fue, en parte, una herencia del régimen anterior. Por otro lado, la actitud del elector español resulta parecida a la habitual en países europeos de mayor solera democrática que simplemente eligen entre opciones que no se di ferencian tanto. La tendencia a los pactos y la concepción de la democracia como «despolarización» acentuó la ausencia de compromiso partidista.

Pero, además, con el transcurso del tiempo se hizo patente también otro defecto. El afán de la clase política por lograr una democracia estable se tradujo en una serie de medidas cautelares que creaban una especie de tutela sobre la ciudadanía española. En toda la obra legislativa de la transición, especialmente en aquella a la que se llegó mediante consenso, se aprecia un temor a la repetición de la experiencia de la guerra civil. De aquí que el régimen parlamentario, la ley electoral, la estabilidad gubernamental, la vida interna de los partidos o las relaciones entre los poderes permanezcan encorsetados en unas fórmulas que todavía contribuyen a alejar más de la savia popular a un sistema político que la necesita. Un cuarto de siglo después de la aprobación de la Constitución, el peligro de la democracia española era mucho más el cáncer del escepticismo que el infarto de un golpe de Estado.

Aun así, se debe tener en cuenta que en este mismo escepticismo España ya no era tan diferente del resto de los países europeos con democracia consolidada desde hacía mucho más tiempo. En realidad, tras la «tercera oleada» de democratizaciones se hizo patente una crisis global de este régimen político que se refería a su práctica diaria y no a sus planteamientos teóricos. Se da en los países que la tienen desde hace mucho tiempo y los que han llegado a ella hace poco. Lo que estuvo en juego, en realidad, durante la década de los ochenta en todas las latitudes fue ya la calidad de la democracia más que su propia existencia. Pero en el caso español se había hecho patente un peligro complementario. La aprobación de la transición siempre fue entusiasta por parte de quienes se beneficiaron de ella. Para que sus valores hubieran penetrado en la entraña de la sociedad española habría sido precisa una «política de la memoria», destinada a recordarla como el gran acontecimiento de nuestro siglo XX que da sentido a todo su transcurso. Eso nunca se ha producido: las memorias colectivas se han superpuesto, como se demuestra por el hecho de que, en los monumentos y en los nombres de las calles, el recuerdo del franquismo convive con un renacido recuerdo de la izquierda de otros tiempos. He aquí un error grave que explica que solo en noviembre de 2002 pudieran los partidos políticos llegar a una declaración en todo coincidente acerca de la interpretación del golpe de julio de 1936 que dio inicio a la guerra civil. Esa memoria escindida nos remite al potencial de polarización de la política española bajo una aparente calma total."

TUSELL, Javier (2007), La transición a la democracia (España 1975-1982), Madrid: Espasa, pp. 279-283.
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Última Edición: 19 Mar 2018 03:21 por Conrado.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA. ¡Santiago y cierra, España! 19 Mar 2018 08:26 #43073

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Buenas Conrado,

Estudias Historia y sabes de sobra que el perspectivismo y las fuentes son claves.

Puedes encontrar a historiadores que afirman una tesis y otros mismos la contraria (por cierto, cuando un historiador habla de bueno y malo, está jerarquizado, valorizando, es decir, filosofando, sale de su marco científico).

¿Tú crees que Cataluña es una nación y que España es una realidad plurinacional? Un historiador de la UCM afirma eso.

www.europapress.es/cantabria/noticia-his...-20150911102940.html

Un saludo.
Última Edición: 19 Mar 2018 08:29 por Silvanus.
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