Hoy en día el multiculturalismo nos supone un gran reto. Lo que ocurre es que hay muchas formas de entender ese multiculturalismo. Una de ellas está sustentada en una teoría subjetivista en torno a los valores, y por ello, acaba irremisiblemente en un relativismo cultural. La teoría subjetivista considera que los valores son puramente subjetivos, es decir, irracionales y por tanto no cabe ningún diálogo sobre los mismos. Es decir, se acepta el hecho del multiculturalismo, porque es un hecho, pero se acaba por considerar que no existen unos valores mejores que otros por no poderse dar razón de los mismos sino que todos poseen igual validez ( o no poseen ninguna). Quien así piensa tendrá muy difícil el defender que será posible entablar ningún tipo de diálogo y menos llegar a ningún tipo de acuerdo.
Hay otra forma de entender el multiculturalismo que está sustentado en una teoría objetivista en torno a los valores. En este paradigma se considera que existen unos y únicos valores verdaderos (objetivos, eternos e inmutables), y por tanto, acaba por considerar que el resto de sociedades están equivocadas. Es más, tratan de imponer dichos valores. Esto es lo que ha ocurrido en casi toda la historia de la humanidad. En realidad, y aceptando esta teoría, se tiende a toda disolución del multiculturalismo
Y por último hay un multiculturalismo que está sustentado en una teoría “constructivista” en torno a los valores. Para esta teoría los valores no son meramente objetivos ( teoría objetivista) ni puramente subjetivos ( teorías subjetiva) sino que es posible dar razones, que no demostraciones, en torno a los mismos y someterlos a la “probación” histórica. Será el desarrollo histórico el que dé o quite las razones de esos valores postulados.
Creo que éste último escenario es el único posible donde poder llegar a acuerdos. Eso sí, y como es obvio, se tendrá que aceptar esa determinada teoría en torno al mundo de la axiología. Obviamente, y para llegar acuerdos mediante un debate, es necesario creer que tal debate es posible. Y lo que está claro es que desde una teoría objetivista como desde una subjetivista es imposible creer en ningún tipo de debates. En la una porque se considera que sobre los valores no cabe diálogo alguno por ser objetivos, eternos e inmutables y en la otra porque al considerar que los valores son meramente subjetivos, es decir, irracionales, no cabe diálogo racional alguno.
Así, por ejemplo, la Declaración de los Derechos Humanos no nos ha caído llovida del cielo o no ha venido en un aerolito desde galaxias remotas sino que ha sido la continua postulación de valores y la probación mediante la experiencias histórica la que nos muestras que podemos esgrimir mejores razones frente a otros códigos de valores. ¿Qué significa ello? ¿Acaso significa que debemos tallarlos o esculpirlos en piedra para que se tornen objetivos, eternos e inmutables? No, por supuesto que no. Serán los presentes y los futuros retos históricos, las nuevas postulaciones en torno a los valores y la probación de los mismos en el acontecer histórico los que nos lleve a modificar todo aquello que deba ser modificado. Los Derechos Humanos no son derechos ya acabados y definitivos sino que deberemos ir profundizando en los mismos según los retos que nos plantee el futuro.
El gran riesgo que se corre en la actualidad es que, y como sociedad, nos seguimos moviendo en el paradigma de la modernidad, es decir, seguimos instaurados en la teoría subjetivista en torno a los valores. Como he dicho en ocasiones anteriores dicha teoría considera que los valores son meramente subjetivos, es decir, irracionales. A diferencia de la teoría objetivista que considera que los valores eran aprehendidos por intuición racional en esta teoría se considera que son captados por unos órganos internos llamados sentimientos (sentimientos éticos, estéticos, etc). Por tanto, al ser meramente subjetivos, es decir, irracionales, y por tanto, no poder dar las razones de los mismos, se acabó por considerar que lo mejor era que dichos valores quedaran en el ámbito privado o personal mientras que el Estado debería de mantener una neutralidad axiológica. .
Y eso funcionó durante un tiempo. Pero claro, en la actualidad, y con los retos que tenemos planteados, seguir defendiendo una presunta neutralidad axiológica conlleva un suicidio colectivo. Efectivamente, si el estado, y la sociedad, en tanto que sociedad, sigue defendiendo que el Estado debe de mantenerse en la neutralidad axiológica y que los valores son meramente subjetivos de dónde vamos a sacar las fuerzas para contrarrestar los nuevos retos que se nos plantean en la actualidad.
Un saludo