Un compañero del foro de la asignatura de Antropología Filosófica planteó ayer mismo el tema en torno a si la filosofía era o no un ataque a la tradición, planteándolo en relación a Gadamer y su diálogo con ésta.
En el mismo libro de la asignatura, aparece más tarde la diferenciación de la filosofía con la ciencia en tanto que la primera mantiene con su pasado una relación diferente a la que mantiene la ciencia con el suyo, pues mientras para la ciencia la historia no deja de ser un diario de los errores, o una cronología (una 'historia' en sentido positivista, es decir, sin ningún
valor, toda ella aséptica), para la filosofía esto no era así. Para la filosofía su pasado encierra una determinada verdad.
Digo todo esto pues en relación al último mensaje de Nolano, creo que es por aquí por donde debemos dirigir la cuestión.
Nolano escribió:
la historia no puede operar con todos los datos; una historia que incorporase todos los hechos históricos se autocancelaría. El historiador selecciona siempre unos datos y desecha otros (en el mismo sentido, "los abusos de la memoria" de Todorov). Eso hace que la historia en las sociedades occidentales modernas sea el equivalente al mito en las sociedades ágrafas: un intento de explicación global del mundo.
Está claro que la historia que se está manejando ahí no es precisamente la suma de hechos, 'lo que ha pasado', sino precisamente el
significado de esto mismo. Qué signifique una cosa encierra ya un valor humano, es decir, no se mueve tanto la esfera objetiva como en la de la comprensión. Aparece la figura del sujeto, la figura del valor... Es por tanto una esfera que se superpone a la esfera de la realidad más inmediata (tal y como yo lo entiendo). Por ejemplo una piedra, en un aspecto físico, puede ser descrita en función de su composición química, de sus variables termodinámicas, etc, pero en la esfera del significado una piedra habrá de ser referida a un marco simbólico que viene dado precisamente por la historia entendida en el sentido de Todorov, es decir, por una historia que ya no puede ser objetiva, que tendrá que venir después de una selección siempre humana (hecha por un historiador, una construcción), que podrá estar o no mediada por un método. Nosotros podemos intentar construir una historia u otra en función de determinados objetivos, o podemos simplemente 'contar' con una historia ya dada. Por ejemplo, quizá de pequeño un compañero del colegio nos tiraba piedras, haciendo que la piedra adquiera un valor determinado. Nosotros podremos interferir en dicha interpretación creando otra (no más objetiva) con el propósito de superar nuestra fobia a las piedras. La diferencia entre el primer y el segundo significado de piedra vendrá dada porque el segundo responde a un interés racional (el de poder disfrutar de la geología, por ejemplo) mientras que el primero ha sido fruto del azar, o al menos, nos ha venido dado. Tal y como yo entiendo, de nuevo, la actividad filosófica, tendría más que ver con este intento de modificar la interpretación del mundo, que con que su interpretación sea más o menos 'objetiva', pues como he intentado señalar, la objetividad se refiere a otra esfera.
¿Por qué digo todo esto? pues porque si es verdad que la nación es aproximadamente una manera de interpretar el mundo, es decir, una comunidad en donde el relato que nos explica la realidad es compartido, la idea de que la nación a la que uno pertenece tiene un valor objetivo por encima de las demás, por el mero hecho de ser a la que uno pertenece, es profundamente fanática y antifilosófica. Otra cosa muy diferente es que la filosofía pueda salir del marco de la 'construcción de naciones' y crear definitivamente y para siempre 'la nación de naciones', 'la nación justa y mejor'. Lo que sí habrá de hacer, será constantemente volver sobre lo que le viene dado y tratar de reconducirlos en función de un interés, el cual, tendrá que saber, también le ha venido dado. Esto último nos hace ver en mi opinión por qué la tradición nunca se cierra.
Entonces la pregunta es la siguiente. ¿Cuál es nuestro objetivo (nuestros intereses en el sentido de Habermas)? ¿Satisface el relato nacionalista (muchas naciones) dicho objetivo? ¿Es plausible en esta realidad histórica (es decir, ahora sí, en la manera en la que el presente es, cómo se distribuyen los recursos, qué problemas ambientales, políticos, sociales, religiosos... tenemos), o podríamos buscar otra interpretación mejor? Creo que por aquí van las preguntas que lanza Kierkeegard al comienzo del hilo, y no tanto en si es o no defendible una u otra nación, en si está bien o no pertenecer a una, defender una, continuar una... Está claro que ahora mismo la nación es un hecho, la identidad de muchos individuos viene dada por el lugar en donde han nacido, no obstante, la tarea es precisamente (con la herramienta de la racionalidad, pues por algo es filosofía y no otra cosa) decidir si es eso lo que queremos para el futuro o no. Para ello tendremos que definir primero cuáles son nuestros intereses y hacia dónde queremos dirigirnos, sabiendo, en mi opinión, que dichos intereses son también 'míticos', 'dados'.