Saludos, Nemes:
Es probable que en tu periplo marxista-bungiano ya hayas aborrecido a Platón, un poco menos a Aristóteles, y que contemples con respeto y rendida lealtad a los muy materialistas presocráticos, de la mano de la inestimable pericia literaria que proporciona Jaeger en las páginas de La teología de los primeros filósofos griegos.
Sal de mi mente, tío...
Gran remedio dar cabida a Bunge y excluir la línea general de la filosofía soviética, su materialismo, que es en realidad un hilozoísmo, su dialéctica de la contradicción interna, su autodinamismo del mundo y su panlogismo inherente a la materia, no como consecuencia de un choque exterior, como lo explica el mecanicismo; y todo para dar identidad a la idea de que hay un vínculo entre la naturaleza objetiva de la verdad y el subjetivismo de clase del proletariado. Ahí tienes, por un lado, a los objetores de conciencia, a los renegados, a los revisionistas, a Deborin, a Bogdanov, a Karev, a Bujarin (el adalid de los kulaks, para el que las clases son pasivas en relación con las fuerzas productoras), a Plejánov, a Lunatcharsky (peligroso divulgador del empiriocriticismo); y, por otro lado, a sus excomulgadores y verdugos, los partidarios del titanismo social soviético, tronando irracionalmente contra la teoría de los electrones, contra los cuantos, contra la teoría de la relatividad, y tildando toda esa revolución científica de faramalla burguesa particularmente reaccionaria.
No, en serio, que salgas de mi mente te digo...