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TEMA: El Kant romántico. Rivera de Rosales

El Kant romántico. Rivera de Rosales 24 Ene 2015 19:53 #28203

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Comparto una síntesis del texto (que forma parte del temario de esta asignatura):

Jacinto Rivera de Rosales; “La imaginación transcendental y el proyecto de transformación romántica”. Romanticismo y marxismo, coor. Fco. José Martinez. Fundación de Investigaciones marxistas. Madrid. 1994. Pp. 145-212.

Personalmente, el Kant de Rivera de Rosales me parece fascinante.

En este post comparto lo relativo a La imaginación transcendental en la Crítica de la Razón Pura

Tras diez años de calladas reflexiones Kant presenta la Crítica de la razón pura, en la que sustituye al noúmeno (realidad transcendente e inalcanzable en relación a la cual pretendemos conferir objetividad a nuestras intuiciones sensibles) por el concepto transcendental de objeto que se configura en las categorías que permiten que los fenómenos adquieran unidad de objetos. (150)

Los criterios últimos mediante los que distinguimos lo objetivo de lo fantaseado no proceden de un objeto transcendente y desconocido, sino de la subjetividad transcendental.
La imaginación transcendental es lo que permite sintetizar a la multiplicidad sensible y encuadrarla en las categorías.

La conciencia cotidiana nos permite distinguir lo objetivo y de lo subjetivo, pero ello implica comparar y ello presupone el conocimiento de dos términos. Hay una actividad subjetiva y consciente que une y compara a la propia conciencia con los objetos del mundo, para la cual ambos son fenómenos. Es la acción posibilizante de la comprensión, que es capaz tanto de unir (sintetizar), como de distinguir (analizar).

Pero a todo análisis le precede una síntesis, un acto de unificar. La síntesis es lo primero a lo que debemos prestar atención. Lo que se sintetiza es la multiplicidad o variedad que nos llega a través de la sensibilidad. (151)

La imaginación transcendental es una actividad subjetiva que consiste en articular la multiplicidad originaria de sensaciones en objetos concretos haciendo figuras, síntesis figurativas y plásticas de esa multiplicidad real, apoyándose en la forma espacio-tempoal, en su carácter de continuo, y siguiendo esquemas repetibles para distintas imágenes de objetos a fin de facilitarse la tarea.

Esos esquemas repetibles pueden analizarse de modo separado de su acción concreta, pueden ser considerados en cuanto reglas universales, de modo lógico. A esta acción subjetiva la llamamos “entendimiento”, sus resultados son los “conceptos” y su expresión, el juicio. (152)

Esta abstracción lógica nos permite distinguir el ámbito de lo posible (los conceptos universales y las formas transcendentales), de lo real (la concreción de los objetos, de la síntesis de la imaginación). El sujeto se identifica con su pensar, con la universalidad de los conceptos, con lo posible, y pone frente a sí la realidad objetiva concreta o mundo, surgiendo la conciencia cotidiana.

Pero nuestra conciencia cotidiana tiende a olvidar el origen subjetivo del objeto (y de ella misma) y lo considera como algo independiente de toda subjetividad.

Por tanto, vemos que la síntesis de la imaginación transcendental es el origen del conocimiento objetivo, el primer acto. Lo sensible como tal, la mera multiplicidad sin relación a la unidad de la autoconciencia originaria, no puede ser conocido (todo lo más presentido), únicamente lo será como elemento de la síntesis. No podemos conocer un mundo en general, solo uno concretado.

Por ello, como dice Heidegger, toda comprensión es a la vez interpretación, articulación. (153)

El primer acto de conciencia es necesariamente prerreflexivo y sintético. Solo después, la subjetividad puede retornar idealmente sobre su acto y analizarlo en sus elementos a fin de alcanzar un conocimiento más elaborado, más claro y distinto, separando la regla ideal del objeto ideal y dando lugar a la conciencia cotidiana. Gracias a esa separación puede distinguirse entre pensar y conocer, entre planificar algo y realizarlo, entre la reflexión y la acción. (153)

No ocurre todo eso en la conciencia prerreflexiva, en ella conocimiento y acto, idealidad y realidad están sintéticamente unidos. (154)

La afirmación “esto es un perro” es una síntesis intelectual. La posibilidad de aplicar un concepto implica volver a unir lo que primeramente unió la imaginación (verdad antepredicativa), fundamento de toda objetividad. (154)

Esa elaboración sintetizadora de los diversos elementos (muchas veces contrapuestos) que constituyen nuestra realidad es una tarea fundamental de la subjetividad, y en ese sentido construir nuestra subjetividad y nuestro mundo es una tarea imaginativa. (154)

-Fichte desarrolla esta doctrina kantiana de la imaginación transcendental y su papel en el conocimiento. La imaginación, partiendo del sentir y configurando la multiplicidad, crea figuras, produce todas las representaciones, toda la realidad fenoménica, la realidad para nosotros.

Pero solo en el entendimiento lo producido se convierte en real al aparecer como distinto e independiente de nuestra actividad, mientras que el sujeto de comprende a sí mismo como facultad o posibilidad de acción. (157)

Toda oposición ha de ser intuida por la imaginación y fijada en el entendimiento para ser objetivada, dando lugar a la conciencia reflexiva o cotidiana. Por eso, la actividad de la imaginación productiva no aparece en el ámbito de la conciencia cotidiana, pues esta la presupone, podríamos decir que la tiene a su espalda y no la ve. (158)

Estamos convencidos de la realidad de las cosas fuera de nosotros e independientes por completo de nuestra actividad. Si fuéramos conscientes de que las cosas solo surgen en el entendimiento por la imaginación, entonces querríamos explicarlo todo como una ilusión o engaño, y estaríamos tan equivocados en esto como en lo primero.

Para poder considerar toda esta construcción de la imaginación como un engaño tendríamos que poder constrastarlo con una verdad que estuviera fuera de ese todo, lo cual es imposible, irrealizable.

En esa acción de la imaginación se fundamenta la posibilidad de nuestra conciencia, de nuestra vida, de nuestro ser para nosotros, de nuestro yo. No puede ser suprimida, pues entonces haríamos abstracción del yo y eso es contradictorio, dado que la acción que lleva a cabo la abstracción no puede hacer abstracción de sí misma.

Por consiguiente, la imaginación no se engaña, sino que proporciona verdad, y por cierto la única verdad posible. La imaginación, de ser considerada fuente de error, de capricho y error, de ser considerada la loca de la casa, pasa a ser la constructora de esa casa, de las formas subjetivamente comprensibles y habitables. (158)

-De nuevo encontramos que la filosofía transcendental, como quería Kant, es un camino intermedio entre dogmatismo y escepticismo. Afirmar desde un punto de vista filosófico (el que pregunta por la totalidad) la cosa en sí es dogmático, pues ella es puesta fuera de toda conciencia y es por tanto incognoscible. Esto a su vez provoca el escepticismo, para el cual todo nuestro conocimiento es pura ilusión y juego, toda verdad engaño, como piensa por ejemplo Nietzsche.

En ninguno de los dos casos podríamos conocer la realidad ni transformarla, es decir, incluirla en un proyecto de realización de la libertad. Esto último es lo que hace posible la teoría de la imaginación productiva. Lo conocido no es cosa en sí, ni ilusión frente a un postulado mundo en sí, sino fenómeno. El mundo que llamamos real y en sí es ya un mundo interpretado. Pero no es un puro juego caprichoso de formas e interpretaciones, pues es un juego en el que nos va el ser o el no ser. (159)

-Para Novalis la poesía es la consideración del mundo como autoconciencia del universo. La poesía es lo auténtica y absolutamente real. Cuanto más poético más verdadero. La imaginación o fantasía es la fuerza configuradora de la realidad (naturaleza) y de su sentido o comprensión (cultura). Mientras que para Kant y Fichte la realidad última y radical era la libertad moral o acción práctica, para los románticos es la poesía, el poetizar, y su héroe es el genio artístico. (172)
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El Kant romántico. Rivera de Rosales 24 Ene 2015 19:59 #28204

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Comparto del mismo texto lo relativo a La imaginación productiva en la Crítica del Juicio estético:

En el terreno artístico, hasta la conciencia cotidiana ve claramente que el hombre transforma el mundo, crea una obra.

Lo estético, ya sea natural o artístico, no puede ser llevado a concepto o regla, a demostración o ciencia, de modo que ahí se manifiesta en su pureza la acción primaria y prerreflexiva de la imaginación, su acción organizadora o sintentizadora.

Lo bello implica la existencia de un juicio, el paso al entendimiento, una escisión entre idealidad y realidad. El juicio estético implica que hay ya un mundo de objetos constituidos entre los que se efectúa una discriminación, según un nuevo criterio que llamamos “gusto”. (173)

Lo bello se acomoda con nuestro entendimiento en general, pero no sigue en ello un concepto o regla particular, de modo que, dentro de ese marco general, la imaginación juega libremente en su acción de dibujar formas en la multiplicidad sensible, guiada solo por su interés de hacer síntesis habitables y por el sentimiento. (174)

Por tanto, el ámbito de lo estético se abre cuando la acción ideal subjetiva que llamamos imaginación ya no configura la multiplicidad sensible siguiendo reglas conceptuales, es decir, creando esquemas repetibles para otros objetos, como sucede en su función teórica (con el esquema de “perro”, “mano”, “hacha”, “estrella”). Esta receptibilidad nos posibilitaba simplificar y sistematizar la experiencia, relacionar los objetos por sus semejanzas y diferencias, por sus relaciones de dependencia o de continuidad, etc. Con ello lográbamos situarnos entre los objetos y saber a qué atenernos, a fin de cubrir nuestras necesidades. (174)

En lo estético, en cambio, el sujeto no busca mayor conocimiento teórico, científico o técnico del mundo, no se dirige a introducir el objeto (como un caso más entre otros posibles) dentro de la trama conceptual con la que teje y descifra la experiencia a fin de dominarla (objetivarla), de hacer de la realidad que él no protagoniza un puro medio para sus fines.

El ámbito de lo estético presupone un cambio de actitud, un desplegarse de las urgencias materiales de la vida y comenzar a jugar, a dejar ser, a pararse en la individualidad de las cosas para contemplarlas en su unicidad e irrepetibilidad. Porque aquí lo que interesa no es dominar, utilizar, sino convivir, cohabitar, y en el espejo de lo otro comprender. Vivir y expresar lo que Kant denomina “sentimiento de la vida”. (174)

El sentimiento es la conciencia de la limitación de nuestro yo real o querer que, sin embargo, tiende a la plenitud; es la conciencia de nuestro concreto estar en el mundo.
El objeto bello nos espeja porque lo contemplamos en cuanto a su concreción (no como un caso particular de un concepto) en cuanto organizado según una forma que consideramos adecuada, bella, acuerde con la nuestra pues representa una totalidad finita, donde el todo es por las partes y estas por el todo, conforme al concepto de fin. (175)

La imaginación no produce aquí esquemas conceptualmente repetibles, sino que produce ideas estéticas, con las cuales hacemos finita la sensibilidad, haciendo captable para nosotros lo inefable. (175)

Debido a esta falta de concepto, de regla previa que pueda guiar la acción, el arte es obra del genio, dice Kant, pues se requiere originalidad, creación de la misma forma de su acción, agilidad imaginativa, capacidad para captar el rapidísimo juego de una imaginación sin regla fija ya dada, para escoger entre su incesante fluir de formas e imágenes en las que aún no se había reparado las adecuadas.

Genio es la disposición innata del ánimo por medio de la cual la naturaleza (la espontaneidad innata y prerreflexiva del artista) da la regla al arte. Y la naturaleza es bella cuando al mismo tiempo parece ser arte. El arte es bello cuando su adecuación a la forma parece tan libre de toda coerción de reglas caprichosas como si fuera un producto de la naturaleza. (175)

La naturaleza del genio, la inspiración, es la aparición en el ámbito del entendimiento (conciencia reflexiva) de la imaginación. Del mismo modo que la acción de la imaginación consiste en jugar con el objeto, el artista imagina y crea al mismo tiempo.

La experiencia estética nos presenta a la conciencia reflexiva la riqueza de la imaginación prerreflexiva (mal llamada inconsciente). La imaginación artística es la capacidad de volver a adentrarse en lo desconocido, en el caos originario, para desde ahí hacer de puente, es la acción que media sintéticamente entre lo inefable y el mundo cotidiano a fin de poderlo comunicar. (176)

El arte también nos permite expresar nuestra individualidad concreta, crear una comunidad o comunicación en el sentir con las otras individualidades, configurando histórica y culturalmente una especie de sentir común, el gusto. Los artistas (incluyendo a los anónimos creadores de mitos) nos educan, o mejor dicho, con lo que todos tenemos de artistas nos coeducamos, nos abrimos al sentimiento, a la comprensión mutua de la individualidad y a la construcción del sujeto que, como tal, ha de saber de sí. (176)

El sentimiento de lo sublime aparece cuando la naturaleza sobrepasa nuestra finitud, ya sea por su grandeza espacio-temporal que supera nuestros sentidos (sublime matemático), o porque su fuerza deja a la nuestra totalmente empequeñecida (sublime dinámico), o bien porque el juego de los dioses, de las pasiones, o de las circunstancias históricas aplastan al individuo como piedras de molino (sublime trágico o artístico).

O sea, lo sublime se da cuando el objeto se resiste a la síntesis de la imaginación, a ser subjetivizado, a acomodarse a nuestros fines, a ser integrado en la construcción de nuestra casa. (177)

Pero lo sublime también da lugar al ánimo heroico, a la aceptación de la grandeza de nuestro destino moral, a la idea de cumplir la tarea es lo propiamente sublime y no tanto el objeto. Nos damos cuenta de la imposibilidad o gran dificultad de alcanzar lo infinito desde nuestra finitud, de que lleguemos a la síntesis final exigida por la razón.

Nuestro destino, decía Fichte, no es la perfección sino el continuo perfeccionamiento, el estar siempre en camino. En lo sublime, la imaginación estética deja de ser puro juego y se pone al servicio de la libertad moral. Entonces es una fuerza para afirmar nuestra independencia respecto a la naturaleza y para poder abarcar lo infinito. (177)

-Novalis, romantizando la estética kantiana, considera que la poesía es un acto de la imaginación gracias al cual salimos de nosotros mismos y nos damos cuenta de la intimidad de los entes, de la intimidad de los otros, y nos hacemos espejo de los otros. Es una intimidad que no está dada, sino que se realiza en el mismo acto poetizador. (179)

Pero la poesía no solo se extiende a la sociedad, sino también a la naturaleza, puesto que las palabras son una invención poética, y por tanto todas las manifestaciones y fenómenos, en cuanto sistemas de significado, tienen un origen poético. El filósofo es poeta. Hay una poesía sintética del mundo. (180)

La poesía cumple el fin y finalidad de la filosofía, pues ella configura la sociedad amable y bella, la familia del mundo, la hermosa manera de llevar y cuidar la casa del universo. El fin de la poesía es hacer habitable el mundo.

Esta es la tarea del genio y de todo ser humano, porque solo así se construye plenamente como sujeto. Todo sujeto es un genio en virtud de su imaginación productiva.

Todos estamos llamados a ser genios, a desarrollar en nosotros nuestra característica genialidad en aquello para lo que tenemos impulso y encontramos verdadero placer. (181)
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