Leyendo La República, compruebo que Sócrates tenía buenos adversarios. Buenos, técnicamente, dialécticamente.
La cuestión es que Platón pone a Sócrates en un plano de superioridad, al refutarles todas las cosas que dicen sus adversarios, muchas de ellas bastante lógicas y que de hecho las comparto en parte. Así por ejemplo, sin compartir teóricamente lo que dice Trasímaco, de que la Justicia es lo que conviene al fuerte, sí tengo que decir que en la práctica las cosas funcionan así. Así por ejemplo, estando con Platón en que el mejor ladrón es el mejor guardador, no por ello pondría a un ladrón a guardar mi casa. Es decir: que yo entiendo a unos y a otros.
Sin embargo, teniendo en cuenta que se pinta a los sofistas como demagogos, manipuladores, etc. me quedo perplejo con los diálogos de La República, en vista de que dan toda la impresión de que lo que les pasa es que creen de buena fe algo equivocado. Y lo creo, porque los antagonistas de Sócrates, cuando ven que tiene razón, no tienen problema en dársela, cosa que no sucedería con un fanático y un demagogo. Y no sólo tengo esa impresión por el resultado, sino también por el proceso, ya que contestan punto por punto a todas las preguntas y escuchan educadamente al maestro Sócrates, sin hacerle uno de esos desplantes tan característicos de la época actual, ni despacharlo groseramente, como sería lo propio de un malvado, de un demagogo, de un fanático, etc.