Hola, quería haberlo escrito antes, pero se me escapa el tiempo irremisiblemente. Es frustrante.
De los presocráticos las interpretaciones son muchas y diversas por cuanto nos han llegado en forma de citas de otros. Durante el s.XX se produce una corriente de estudio que va a profundizar en la escuela de Mileto. En el caso de Anaximandro tenemos la primera sentencia filosófica escrita, el paso de la oralidad a la escritura que es esta que tú citas.
<<El principio de los seres es indefinido... y las cosas perecen en lo mismo que le dio el ser, según la necesidad. Y es que se dan mutuamente justa retribución por su injusticia, según la disposición del tiempo (…) Es eterno y nunca envejece>>. (A. Bernabé "Fragmentos presocráticos...").
Y que se ha traducido también de esta forma
“De donde las cosas (entes, los presentes) tienen su origen (nacen), de allí también perecen por necesidad, pues se han de pagar las unas a las otras según el orden del tiempo”
Entendiendo nacer como determinarse, de allí de donde tiene su origen y donde perecen es la indeterminación, lo ilimitado. Los presentes, los entes se determinan y ocupan el lugar, pero deben dejarlo por necesidad, siempre, irremisiblemente, pues es justicia que han de pagar, las unas a las otras, las presentes a las ausentes (cosas, entes) según el orden del tiempo, el tiempo cronológico ¿y cuál es su “orden”? éste no es lineal, es cíclico, es un bombeo, una palpitación vital, es emergencia, brote y desaparición, con ella cumplimos su decreto. Y así acontece en el mundo mortal, la injusticia sería ocupar el lugar y no dejarlo a los siguientes. Aun podemos decir más desde una perspectiva temporal, pero ya al final.
Hay una interpretación más próxima al orfismo en el que al nacer/determinarnos, cometemos una ofensa frente a lo ilimitado, a lo indeterminado y es justicia volver a esa indeterminación. Creo que así lo interpretó Nietzsche inicialmente, pero ¿es esa la injusticia, hacia lo indeterminado por individualizarnos o es frente a los otros que podrían ocupar el lugar que nosotros ocupamos? No hay injusticia al nacer, pero sí isonomía. Los sabios milesos eran legisladores y la justicia se aplica en función de esa igualdad entre ausentes y presentes en virtud de la ley temporal. La legislación en el mundo griego la proporciona el espacio y el tiempo.
Volvamos a los “principios”, tenemos lo ilimitado (apeiron) y lo limitado o determinado, las síntesis. Ahora que llega menos luz y el fondo se hace más oscuro, seguimos la cuerda por la que hemos ido descendiendo.
Los primeros principios son ley, legislación, lo uno de lo múltiple, lo mismo de lo otro, lo que permanece pese al cambio, un modo de ser que permite el “pensar” la pluralidad.
Lo apeiron no cumpliría estás condiciones, es indeterminado, ilimitado, no responde a ninguna racionalidad sería una vía de escape, pero no condición de posibilidad de esa síntesis que son lo limitado, lo determinado. Si seguimos el hilo de lo expuesto, buscamos los primeros principios, el límite, donde nuestras preguntas topan y vuelven, se flexionan. El límite es la condición de posibilidad, el enlace, de lo contrario caeríamos en filosofías dualistas (determinado/indeterminado) y no accedemos a la comprensión de que esas síntesis sean como son, o voy saltando de síntesis en síntesis hasta el infinito. El infinito no está en el pensamiento griego, es más propio del pensamiento judeocristiano.
Hay lo ilimitado, lo limitado y el tercer elemento es el límite y en esta sentencia el límite sería el lugar y la estructura del tiempo. Vuelvo a ese “aún más“ que dije que nos ofrecía la sentencia.
¿y es si no lo miramos desde el prisma de lo mortal donde hay principio de contradicción, si tú en el lugar, yo no? ¿y si son tiempos, pasados que vuelven, que no están superados y cuya interpretación alumbrarían otros futuros? Pasados abiertos que retornan, pasados posibles.
La historia de la filosofía nos ha traído solo una ínfima parte de lo que se dijo y se escribió y, por razón del azar, de determinadas interpretaciones, hemos construido un presente y avanzamos un futuro, pero urge permitirnos que llegue todo lo posible y extraerle todas sus potencialidades de sentido. Aquí podemos engancharnos a otra de las sentencias de Anaximandro, la que reza “hay infinitos mundos posibles” infinitos en número, que pudieron ser y no fueron y pueden ser aun.