Hoy hace 442 años nacía
Francis Bacon, una figura muy relevante en la Historia de la Filosofía y en la Historia de la Ciencia, más por su planteamiento filosófico general sobre el conocimiento, su origen, su utilidad y su autonomía que por sus aportaciones científicas.
Con su obra propuso ante todo reorganizar el método de estudio de la filosofía natural que acabaría sentando las bases del método científico y prediciendo el fundamental papel de la ciencia de nuestro tiempo. Bacon consideró que el razonamiento deductivo destacaba en su época a expensas del inductivo y creyó que, eliminando toda noción preconcebida del mundo, se podía y debía estudiar al hombre y su entorno mediante observaciones detalladas y controladas, realizando generalizaciones cautelosas. Para ello, estimaba que el estudio sobre los particulares debe realizarse mediante observaciones que a su vez deben validarse. Es preciso ser ante todo escépticos y no aceptar explicaciones que no se puedan probar por la observación y la experiencia sensible. Su concepción de los diferentes ídolos -
idola tribus, specus, fori, theatri - que describió en su
Novum Organum - como superación del
Organum aristotélico - recoge todos los prejuicios con que nos anticipamos - precipitamos - a sacar conclusiones un tanto creativas y poco rigurosas con la realidad. Con ellos asumía el esencial carácter crítico de la filosofía y encarnaba el de la ciencia que se fraguaba en su época y que hoy conocemos.
Considerado por muchos padre del empirismo inglés, trazó con su
Nueva Atlántida la primera utopía tecnológica con la que previó en su época grandes adelantos científicos como máquinas voladoras, submarinos y telecomunicaciones, relato que hoy nos dice mucho, cuando nos encontramos en la revolución de la información y la pretensión, que debe cuidarse de ingenuidades, de construir una sociedad basada en el conocimiento.