Sólo una observación: el admitir que uno puede estar equivocado no siempre va acompañado de la tolerancia que debería esperarse hacia quienes le hacen notar, con justicia o no, un error. ¿Nunca habéis presenciado, desde un vecino en reunión de comunidad de tales hasta un conferenciante charlando de lo que sea, filosofía incluida, que tras admitir su falibilidad con toda humildad, ha montado en cólera cuando alguien ha osado contradecirle? (Claro que esos no son los peores. Los peores son los que, con sonrisa condescendiente, informan amablemente al contendiente de que "oiga, que yo he dicho que puedo equivocarme, pero claro, es lo que se suele decir en estos casos, y es usted tonto por no darse cuenta y, además, no tiene ni idea de lo que habla", aunque lógicamente no con esas palabras.)