Continúo aquí el debate abierto en este otro
hilo del foro. En particular respondo a Elías ampliando mis puntos de partida de reflexión sobre la acción humana.
No me preocupan demasiado las etiquetas. Utilitarismo, individualismo... Ponme la etiqueta que quieras, Elías. Yo me limito a observar el comportamiento humano, a leer libros y a utilizar mi razón para reflexionar. Me da lo mismo si eso encaja en alguna corriente filosófica o no; yo no estoy comprometido con ninguna de ellas, aunque pueda coincidir con unas u otras en algunos aspectos.
Sigo, pues, con mis reflexiones para intentar encontrar los principios de la acción humana. Partamos de momento, a falta de que tú, Elías, o algún otro, aporte otro fundamento más firme de la acción humana, de que ésta este regida por la búsqueda de la felicidad; principio que, como ya he dicho, goza de una amplísima tradición en la historia de la Filosofía. Si partimos de ello creo que podemos llegar fácilmente a unas conclusiones sencillas con un razonamiento sencillo.
Creo que podemos afirmar lo siguiente:
Axioma 1: Es preferible una humanidad feliz que una humanidad infeliz.
Esto resulta del citado principio de que el hombre busca su felicidad.
Me permito añadir otro axioma de una teoría general de la acción humana:
Axioma 2: La felicidad de la humanidad depende de forma directa de la felicidad de sus componentes, los hombres individuales.
Supongamos una humanidad compuesta de sólo dos individuos, A y B. Si, en la situación S, A y B son más felices que en la situación T, entonces la humanidad será más feliz en la situación S que en la situación T. Sería totalmente absurdo e incomprensible que la humanidad fuera más feliz siendo sus miembros más infelices.
Teorema: Es preferible una situación de la humanidad en la que sus miembros sean más felices que otra en la que sus miembros sean menos felices.
Demostración: Si es preferible una humanidad feliz a una humanidad infeliz (axioma 1) y la humanidad es más feliz cuanto más felices sean sus miembros (axioma 2) se deduce fácilmente que es preferible una situación de hombres más felices a una de hombres menos felices.
Es decir, la acción humana debe perseguir la mayor felicidad de cada hombre.
Ahora consideremos dos estrategias alternativas para conseguir la felicidad de A y B:
Estrategia I: El individuo A debe perseguir la felicidad del individuo B y éste, a su vez la del individuo A.
Estrategia II: El individuo A debe perseguir su propia felicidad y el individuo B la suya propia.
Creo que es evidente que la segunda estrategia es preferible a la estrategia I; y eso por al menos dos motivos:
1) En la estrategia I cabe que un individuo se aproveche del otro, pues si A persigue la felicidad de B, pero B, actuando de mala fe, no propicia con todo su esfuerzo la felicidad de A, se produce un desequilibrio que perjudica a A, haciendo a éste más infeliz de lo que podría llegar a serlo y, por tanto, yendo en contra nuestro teorema básico de la acción humana.
2) Incluso aunque A y B actuaran con toda lealtad respecto de su prójimo, A no sabrá con certeza la mejor forma de que B sea feliz y B no sabrá con certeza la mejor forma de que A sea feliz. Como consecuencia de esa ignorancia o incertidumbre, la felicidad que alcanzarán A y B será menor que la potencialmente alcanzable.
Sin embargo, si se sigue la estrategia II, tanto A como B saben lo que a ellos les hace más felices y actuarán en consecuencia, sin la ineficiencia producida por la incertidumbre sobre la felicidad ajena propia de la estrategia I. Creo que es obvio que la mejor manera de que la humanidad sea feliz es que cada miembro de la humanidad persiga su propia felicidad.
No obstante, y especialmente en el corto plazo, son bastante improbables dos situaciones en las que A y B ganen en una de ellas y pierdan en la otra. La casi totalidad de los supuestos consistirá en que en la situación S A es más feliz que en la situación P y B menos feliz, mientras que en la situación P ocurrirá al revés, que A es menos feliz que en S pero B es más feliz.
Pero eso creo que no altera la conclusión que habíamos obtenido sobre nuestras dos posibles estrategias: en todo caso siempre es preferible la estrategia II (que cada uno busque su propia felicidad) a la estrategia I (que cada uno busque la felicidad del otro dejando su propia felicidad en manos del otro). Y ello porque los motivos que hemos dado para que la estrategia II sea preferible a la I permanecen como válidos también en estas situaciones más complejas. Y, además, porque en tales casos ya no se trataría ni siquiera de que interviniera la posible mala fe de alguno de los miembros de la sociedad. Es que si el que A vele por la felicidad de B supone para él más infelicidad y el que B vele por la felicidad de A supone para B más infelicidad para sí mismo, va de suyo que la aplicación de A y B a realizar una acción que sólo redunda en la felicidad del otro y, a la vez, conlleva más infelicidad para el propio agente, será totalmente improbable. En efecto, si A resulta ser más infeliz mediante su acción, es imposible que perciba que la humanidad resulta más feliz, puesto que él es menos feliz. No puede, por nuestros axiomas de partida, regir su conducta por un principio contrario al de la búsqueda de la felicidad.