Mi opinión respecto a lo que diferencia a una persona de otra en su decisión de vivir o morir, es la fe, pero no en términos religiosos, sino la fe que tenga en sí mismo y en la vida. La fe es la fortaleza del alma, es fuego y energía que prende la mecha y te hace avanzar. Sin fe no nos levantaríamos en la mañana, no rendiríamos en nuestro trabajo, no encontraríamos sentido a la vida. Pero ¿de dónde procede esa fe? Primero, de la constitución fisiológica y psicológica de cada ser humano. Pienso que cualitativamente somos diferentes unos de otros. Constitucionalmente nuestro organismo difiere del de otros en que unos son más sanguíneos, otros más apáticos, otros melancólicos, y en ello no solo influye la educación o cuidados que hayamos recibido en la infancia sino en la constitución de nuestro cuerpo, o en este caso de nuestro sistema nervioso, el cual, bajo mi punto de vista está muy influido en nuestra génesis por los elementos externos, no solo terrenales sino universales. Pienso que determinadas energías plasman su sello y según su cualidad queda reflejada la misma en el ser humano. En definitiva una cosmogonía en la génesis humana. En segundo lugar, el amor, sí, el amor. El amor es energía que se traduce en empuje, confianza, fuerza, alegría... Es la raíz más profunda y arraigada del espíritu y el alma, es su sustento y alimento y sin ella ambos se apagan y mueren. Las personas que aúnan un carácter beneficiado en su formación por el cosmos, por el fuego, que representa el empuje y la lucha, junto con la tenencia de un epíritu y alma rebosante de la confianza y fuerza que la energía del amor es capaz de producir es lo que lleva a un ser humano a sentir la fe de vivir. No es necesario tener un por qué o por quién, la fe hace tener un... "por mí", por eso creo que determinadas personas en momentos tan crueles y pésimos son capaces de sobrevivir.