Me parece una gran película la que traes a colación, Kierkegaard. Dejando a un lado la excelente interpretación de un Tom Cruise en racha, por no decir del coronel jefe de la base de Guantánamo, un Jack Nicholson totalmente creíble en su papel, me parece una buena película. Veo en ella una crítica acerada al militarismo rancio, de la vieja guardia, aquella jerarquía del ordeno y mando, a aquellos códigos soterrados que eran-y muchas veces son- de obligado cumplimiento y que deberían ser ya un recuerdo del pasado.
Es en el entorno militar donde más difícil puede uno tornarse contestatario, las esferas de poder están meridianamente delimitadas, y un coronel jefe es un dios redivivo. El jefe está más allá del bien y del mal.El jefe es el que marca el paso. El jefe es el que puede ordenar si viene al caso el Código Rojo.
Si echamos un vistazo a las vigentes Reales Ordenanzas españolas, en concreto al artículo 48 , que es el que versa sobre los límites de la obediencia, dice así:
Si las órdenes entrañan la ejecución de actos constitutivos de delito, en particular contra la Constitución y contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, el militar no estará obligado a obedecerlas. En todo caso asumirá la grave responsabilidad de su acción u omisión.
Así pues, ¿quién le pone el cascabel al gato?, ¿Quién careciendo de parcela alguna de poder, un simple soldado, puede echar un pulso al coronel jefe y más en la base comandada por éste, en forma de incumplimiento tácito de una orden? El pulso tan solo lo puede efectuar un abogado togado militar en una sala ante un tribunal militar. Pero mucho me temo que esto es tan solo una ficción y como reza el aforismo: la realidad supera en mucho a la ficción.