Hace poco la RAE admitió el manido término de moda posverdad, definida como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales“. No es, sin embargo, un significado que diste mucho de la tan castellana “paparrucha“, aquella “noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”. Pero ¿por qué precisamente hoy toma tanto protagonismo esta vetusta artimaña?
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