La tara es más de la sociedad que de la persona trans, esos cupos tiene que ver con tratar de darles acceso al mundo laboral. Es un colectivo con un paro del 80%, solo acceden a empleos en el mundo del espectáculo o en la prostitución. No tenemos costumbre de verlos en comercios, oficinas... Su presencia genera enorme violencia a ojos de los demás, nuestra mirada ya agrede.
No necesitan informes ni autorizaciones para ser quiénes son, no lo comprendemos porque esa exigencia no la tenemos. Su identidad es desde que tiene conciencia de ser, lo saben sus padres desde los primeros años, también en los colegios, sus profesores y los compañeros, todos ellos ya les identifican como han pedido que lo hagan, el conflicto acontecen cuando crecen y su cuerpo se desvela como otra cosa que su identidad, entonces empiezan sus problemas con administraciones, en consultas médicas, en cualquier lugar, sus documentos identificativos dicen hombre o mujer y no lo son y por exteriorizarlo son objeto como mínimo de burlas desde el momento en que ponen un pie en la calle y más allá sufren extrema violencia. Es un colectivo que en España se encuentra en más de 60.000 familias. No es un tema menor, es una cuestión de reconocimiento y defensa de sus derechos, de su pacífica inserción en la sociedad