Hiperbóreo: En mi breve experiencia en el grado observo que la crítica al (neo)positivismo es una constante que resulta transversal a varias asignaturas. Además suele ser una crítica feroz, que no le reconoce ninguna virtud y que se refiere tanto a su proceder, supuestamente reduccionista, como a la actitud displicente y de superioridad respecto a otras formas de conocimiento. No es mi intención entrar a valorar el positivimo, entre otras cosas porque no lo he estudiado en detalle, simplemente me gustaría entender el porqué de esta actitud tan agresiva.
Lo primero de todo, coincido bastante contigo en tu comentario, Hiperbóreo.
Para no confundirnos, podríamos especificar de qué tipo de positivismo hablamos. Creo que te refieres al sentido amplio. Una de las cosas que más nos suelen chocar al comenzar a estudiar Filosofía es descubrir cómo hay varias tradiciones contemporáneas que chocan frontalmente entre sí, en algunos casos hasta la abierta hostilidad. 'Analíticos' y 'continentales', por resumir, usando los términos conocidos de Franca D'Agostini. Sean más o menos acertados, me serviré de ellos aquí. Aunque suponga una generalización imprudente, podríamos decir que dentro la tradición 'continental' hay más tendencia a negar la mayor, alejándose de las pretensiones de 'verdad' de las ciencias positivas (en particular, sucesores de Heidegger). Ese sería la crítica al positivismo al que te refieres, en un sentido amplio.
Por otro lado, en la tradición 'analítica' y, en general, cualquier línea simpática a la epistemología, la pelea se ha dado en el problema de la demarcación científica, verificación, falsación, etc... Aquí tenemos desde el positivismo clásico, el atomismo lógico, el neopositivismo, empirismo lógico, etc. Ya sabes: desde Wittgenstein contra los viejos positivistas, Popper contra las pretensiones del Círculo de Viena; Lakatos contra Kuhn y un largo etcétera, pues esta corriente está bastante viva a día de hoy. El positivismo de principios del siglo pasado, siendo tan extremo, se basaba en la premisa ingenua de que el científico se limita a describir convenientemente los hechos del mundo, que basta verificar para convertir en verdades científicas, saltándose para ello el problema de la inducción.
Hiperbóreo:
Esta [la hermeneutica] tampoco tiene, a priori, un mal comienzo. Según entiendo, consiste en meterse a fondo en el mundo griego, rodearse de su espíritu, de su idioma, de su historia, para intentar pensar como lo haría un griego, con el objetivo de comprender mejor su filosofía. Lo que ocurre es que tengo la sensación de que se pierde el espíritu crítico por el camino.
Estas pretensiones extremas que ha podido albergar algún hermeneuta, tal y como las describes, me recuerdan al genial cuento de Borges 'Pierre Menard, autor del Quijote'. Pierre Menard es un escritor que se propone la hiperbólica tarea de reescribir el Quijote. ¿Cómo? No se contentará con estudiar a conciencia el siglo XVI y la vida de Cervantes, sino que aspira a convertirse en Cervantes, asumir sus mismos puntos de vista, olvidar todo lo que ocurrió después, etc.