raven escribió:
Soy escribió:
Yo era agnóstico o ateo, y resultó que realizando introspección y conociéndome a mí mismo, me di cuenta que soy Dios.
Vivió en India hace muchos siglos un monje que, siendo neófito, y fascinado con el concepto del panteísmo, salió a reflexionar dando un paseo. Por el camino vio a un señor montado en elefante que se dirigía directo hacia él. El jinete le gritaba y le hacía gestos frenéticos para que se apartase, pero él no hizo caso. "Yo soy Dios. Ningún elefante aplastaría a Dios. Además, el elefante también es Dios. Dios no se aplastaría a sí mismo."
Así que llegó el elefante, y le arrolló. Afortunadamente -o no, según se mire-, no sufrió daños de gravedad y se fue llorando a contarle la historia a su maestro. "Maestro, si soy Dios, ¿Por qué me ha arrollado el elefante?"
A lo que este respondió: "Pero hijo, ¿es que no escuchaste la voz de Dios que te decía que te apartases?"
Cuando el oráculo de Delfos ya lo decía, Gnosce te ipsum,
No sabía que el oráculo hablase en latín. Qué moderno.
Ja ja ja , reonozco que es un excelente relato para demostrar el error del panteísmo mal entendido. Lo que el neofito no entendía que el como Totalidad, esta por decirlo así, obligado a experimentar todas las situaciones, incluido la soberbia y la pateadura del elefante.El hecho que un acto de comprensión te identifique con la totalidad no cambia un ápice la situación del Observador, porque no conoce cual es el desenlace de ese evento de consciencia. Es decir, como Dios tal vez lo sabe, pero no como observador humano.
Deseo agregarte un diálogo que escribí en mi Tesis sobre Neurometafísica que profundiza la idea:
DIÁLOGOS SOBRE OMNIPOTENCIA Y RUTINA
Introduzco este interesante diálogo entre Spock y Filón que expresa la relación de lenguaje y el mundo, y los límites a que nos circunscribe la Neurometafísica.
—Spock, en ese caso el Observador, así como podría hacerlo un lector con aptitudes literarias, ¿puede volverse escritor y cambiar la narración a su gusto?
—Te agrada esa idea Filón. Parece que tendríamos así alguna posibilidad de no ser pasivos y lograr que la novela fuese más interesante rescribiéndola conforme a ciertos intereses del Observador.
—Por supuesto, Spock. En vez de ser meras marionetas, podríamos ser superhombres con poderes y tener el mundo a nuestros pies.
—Eso es posible pero a la vez imposible, amigo.
— ¿Por qué Spock? No entiendo.
—Es posible porque hay una novela en alguna parte del Parméneon (el TODO como conjunto de universos subjetivos) donde ello ocurre. Si lo acabas de verbalizar, ten la seguridad que existe. Pero es imposible como un acto de creación o como una iniciativa novedosa, ya que todas las posibles versiones están escritas y ocurriendo simultáneamente. Y en el TODO no hay lugar para algo nuevo. Tu única esperanza se encuentra al voltear la hoja de tu novela personal y que lo que anhelas ocurra. Pero, si al leer la nueva página de tu vida, ves que sigues siendo el mismo, no te preocupes. Lo que has deseado igual es realidad, aunque un poco más allá, en un Universo paralelo, en este eterno instante.
— Pero, por otra parte, Spock, ¿cuál es la gracia de leer una novela que está hecha por siempre y que siempre se lee, como una versión literaria de la condena de Sísifo?
La gracia es que el Observador lee en cuanto es un Observador, no en cuanto es el Parméneon. El acto de leer la existencia no es diferente al de leer una novela. Tú puede releer una novela conocida, pero aunque conozcas el final, solo será lector en cuanto la experimentes. Cuando levantas los ojos del texto, cuando recuerdas su final o la totalidad de su trama, ya no eres un lector. Y para efectos del Universo “Y” (subjetivo o personal), equivaldría a dejar de experimentarlo como ser consciente y por lo tanto ese universo desaparecería, no porque se extingue, sino porque retorna a la totalidad indiferenciada. Tal vez, esa fue la intuición de Platón cuando planteó su anamnesis, pero con una precisión: el Observador no olvida porque así lo quiere o porque se ve obligado a ello por el equipaje de la materia y en consecuencia el conocimiento se vuelve un esfuerzo por rememorar. Lo que ocurre es que le es imposible recordar, porque es una focalización del Parméneon y, por definición, una focalización es la antítesis de una apreciación holística que, en el caso del Parméneon como un todo, es equivalente a no apreciar nada.
— ¿O sea, Spock que el Parméneon no puede observarse como totalidad?
— Es paradójico, Filón, pero podemos especular que eso es lo que debiera ocurrir (pues, no somos el Parméneon), ya que observar es focalizar. Luego, conciencia, observación, universo, pregunta, respuesta, sentido, azar, opción, alternativa, reflexión, principio, teoría, espacio, tiempo, duda, certeza, etc., no son conceptos aplicables a una totalidad “llena hasta el borde”, sino que a una manifestación particular de esa totalidad que supone, por lo mismo, una mayor o menor carencia de elementos. Una carencia aparente, producida por la focalización en ciertos aspectos y no en otros.
— ¿Por qué hablas de aparente carencia, Spock?
—Recuerda que Parménides nos prohíbe la posibilidad de tornar en no existencia aquello que ES . Entonces, la carencia es sólo aparente, producida por la focalización. La maravilla de esa aparente carencia es que a mayor falta de elementos, más ilusión de movimiento, y por ello, la ilusión de una existencia más intensa y apasionante.
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