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TEMA: El mito de la "mano invisible"

El mito de la "mano invisible" 23 Mar 2011 20:45 #2009

  • Nolano
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Reproduzco un comentario que acabo de colgar en el foro del curso virtual de esta asignatura, por si resulta de interés para alguien.

El comienzo del último epígrafe del tema 8 (“Hacia una alternativa: sistemas multiagentes”) me ha desorientado un poco. En efecto, tras terminar el epígrafe anterior diciendo que “una antigua cuestión en ciencias sociales, el problema del orden social espontáneo y las funciones sociales” es “el mismo asunto que preocupaba a Adam Smith y para lo que propuso un mecanismo que me parece importantísimo revisar: la mano invisible” continúa la Addenda repasando las que considera “formas” equivalentes a la planteada por Smith, aludiendo a “la propuesta que avanzaba Mandeville en la fábula de las abejas”, “la propuesta de velo de ignorancia defendida en nuestra época por J. Rawls” y “la comunidad ideal de diálogo propuesta por J. Habermas”.

Ciertamente parece clara (o al menos es un tópico de los manuales de historia del pensamiento económico) la influencia de la “fábula de las abejas” de Mandeville en la aparición del mito de la “mano invisible”. Y digo mito acogiéndome al espíritu del comentario de Amartya Sen sobre una idea como esa: “El “sentido común” inmediato respondería a la pregunta “¿Cómo sería una economía motivada por la codicia individual y controlada por un inmenso número de diferentes agentes?” probablemente así: Sería el caos. Que se pretenda que la verdad es una respuesta bastante distinta y que haya calado de forma efectiva en el pensamiento económico de un gran número de personas que no son de ningún modo economistas, es por sí mismo un terreno digno de una investigación seria” (A. Sen, “Rational fools”). Pero creo que es importante señalar el matiz de que lo que para Mandeville era codicia (el subtítulo de su fábula de las abejas es “vicios privados, virtudes públicas”) que se transformaba en virtud pública, para Adam Smith se trataría más bien del tránsito natural desde la persecución cada uno de su propio bien a la consecución del bien común; y no parece ya tan disparatada la idea de que la mejor forma de conseguir la mayor utilidad pública sea mediante la búsqueda de la mayor utilidad privada. Al menos cabría oponer a Sen que no parece la de la mano invisible una idea más disparatada (sino al contrario) que la de que cada uno, en su actividad privada, va a perseguir más el bien común que su bien privado, cosa que creo que vemos cotidianamente contradicha en nuestra observación de la habitual conducta humana.

Pero mi perplejidad no viene tanto de la similitud que la Addenda establece entre las fórmulas de Mandeville y Smith como de la del vínculo que se pretende entre la “mano invisible” y las propuestas de Rawls y Habermas. Ese vínculo es más plausible en el caso de Rawls y su “teoría de la justicia”, aunque sólo sea porque éste procede de la misma tradición liberal anglosajona de la que Adam Smith forma parte destacada. Pero, ciertamente, el papel que Rawls asigna al sector público es bastante más destacado que el que le atribuía Adam Smith; lo cual no es extraño, pues Rawls pertenece ya a un mundo en el que, como dijo alguien que no recuerdo, se ha constatado que a la mano invisible "le falta un dedo". No se trata ya, como en Smith, del mero reconocimiento de que hay ciertas funciones públicas que implican el ejercicio de soberanía (orden público, defensa, tribunales de justicia, tesoro y dominio públcio) y que no pueden ser desempeñadas por agentes privados, sino de consignar que el mercado tiene ineficiencias que hay que corregir (externalidades, monopolios naturales, etc.) y, además, de incorporar al elenco de funciones públicas algunas nuevas como las de corregir ciertas desigualdades sociales que tienen su origen en el mercado (lo que Marx veía como inevitable proceso de acumulación de capital) o asegurar a los ciudadanos frente a ciertos riesgos (enfermedad y desempleo). El “velo de ignorancia” de Rawls es un a priori justificativo que pretende poner de manifiesto (de forma bastante similar a la del mito del “pacto” o “contrato” social del siglo XVII) la necesidad precisamente de no dejar todo en manos del mercado. Y, desde este punto de vista, en nada me parece que sea, como afirma la Addenda, una “forma más actual” del mito de la mano invisible, sino todo lo contrario, precisamente una impugnación de este último mito.

En el caso de Habermas, la cuestión es aún más clara que en el caso de Rawls, pues el filósofo alemán pertenece a una línea filosófica (que va desde Rousseau a la Escuela de Fráncfort, pasando por Kant, Hegel y Marx) en la que siempre se ha puesto el interés general (la volonté générale roussoniana) por encima del interés particular. Una tradición, en suma, en la que nunca se ha confiado en la “mano invisible”, y en la que siempre se ha querido, por el contrario, hacer bien visible un espacio institucional decisorio más allá (y sobre) los intereses particulares. Que ese espacio institucional haya sido imaginado de forma democrática o mediante la dictadura del proletariado no quita que nos hallemos ante un tronco filosófico común, el de una racionalidad pública expresa que está en los antípodas de la tradición liberal anglosajona de una racionalidad pública tácita o, en calificativo de Adam Smith, “invisible”.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 23 Mar 2011 20:50 por Nolano.
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