Se ha clamado mucho en otro hilo por un debate sobre la interpretación que da Oñate del pensamiento metafísico de Aristóteles, pero, al parecer, nadie se ha percatado de que existe este viejo hilo, abandonado, que trata sobre ello. Voy a dar por hecho que lo que dice Dvillodre1 recoge el pensamiento de Oñate sobre Aristóteles; si no es así, que Oñate me perdone, pero no tengo ganas de leer sus libros y me conformaré con el resumen que nos proporciona uno de sus discípulos.
En este debate, no obstante, se encierran dos. El primero, el que versa sobre si la interpretación de Oñate es, no diré “correcta”, pues en esto no podemos hablar de correcto o incorrecto, sino simplemente plausible. Y, si es plausible, atendiendo a lo que sabemos hoy de los textos del Estagirita según la crítica de los más reputados especialistas en la materia, podremos entrar en el segundo debate, que es si la interpretación de Oñate tiene algo que decirnos en el mundo de hoy.
Me centraré, de momento, sólo en el mensaje que abre el hilo, sin perjuicio de entrar más adelante en otros contenidos. Según nos informa Dvillodre1, Oñate distingue dos sentidos de
ousía; el primero de ellos no presenta ninguna novedad digna de mención, pues
ousía se identifica con el sujeto de la predicación y, en eso, Oñate no se separa ni un ápice de lo que es doctrina escolástica de lo más común, con su conocida distinción entre sustancia y accidentes. Como ya he dicho en otra ocasión, eso está en cualquier manual de jesuita o dominico (v.gr., Copleston).
Más novedosa parece la interpretación del segundo sentido de
ousía, pero es una falsa impresión. Se trata ahora de la
ousía como causa formal y, en los entes animados, también causa final (Dvillodre1 la llama "motor", pero ya he dicho en otro lugar que, en mi opinión, eso no es correcto). Se trata del orden de los seres según su
ousía. Esto también se halla en cualquier manual al alcance de cualquiera. Oñate, sin embargo, se monta su particular “muñeco de paja”: una presunta interpretación cristiana que rechazaría el orden del cosmos según la
ousía de los entes y jerarquizaría dicho orden unificándolo bajo el “mando” de un Dios monoteísta, atribuyendo dicho papel al Primer Motor Inmóvil del Estagirita.
Pero hablo de un muñeco de paja porque, en general, cualquier jesuita sabe distinguir lo que puede ser su creencia personal en Dios y lo que dijo Aristóteles. Así, Copleston trata del Primer Motor como primera causa eficiente, pero lo deja fuera del sistema de causas formales y finales. Lo mismo hace Aubenque. Y Guthrie, por su parte, después de dejar constancia de la interpretación tradicional, que es la que digo, y también la de Oñate, apunta además, y expone los argumentos de quienes la sostienen, la tesis más novedosa que identifica el Primer Motor y el Intelecto Agente.
Por tanto, vemos que la interpretación de Oñate no contiene novedad alguna, pues transita por un camino trilladísimo desde hace siglos. La verdadera novedad de la interpretación de Oñate parece ser otra: la relevancia que quiere dar a la filosofía del Estagirita en el siglo XXI. Parece querer convertirse en la propulsora de un nuevo politeísmo que abriría las puertas a un nuevo mundo acientífico, e incluso anticientífico.
Ciertamente, eso es legítimo, pero cada cual debe cuestionarse si es consistente con sus propias creencias y conocimientos. Podemos coincidir con la interpretación de Oñate; yo mismo lo hago, como lo hacen y lo han hecho miles de filósofos, la mayoría de ellos anteriores en muchos siglos a Oñate y a mí. Pero eso a algunos no nos convierte al aristotelismo en pleno siglo XXI. En particular, la idea de que el mundo está poblado por
ousíai me parece que va contra toda la evidencia científica de que disponemos hoy en día, tanto en el ámbito de la física y de la química como en el de la biología. Lo expresa muy bien Escudero en el artículo
cuyo enlace nos ofreció Conrado hace poco.
Escudero escribió:
Un solo ejemplo: en la física biologista de Aristóteles a cada una de las especies animales corresponde una y sólo una “forma substancial” que la clausura y atrapa de una vez por todas, es decir: el fijismo aristotélico prohíbe metafísicamente la darwiniana “evolución de las especies”
Efectivamente, desde las pruebas que ofrece la teoría sintética de la evolución, la posición aristotélica de unas especies “clausuradas” creo que es un desatino, comprensible en un griego del siglo IV a.C., pero sorprendente en un europeo del siglo XXI. La plasticidad de las especies no resulta compatible con el aristotelismo metafísico, sencillamente. De hecho tengo la total convicción de que si Aristóteles hubiera asistido a los descubrimientos científicos de los últimos siglos no sería hoy aristotélico.
Un último inciso.
Dvillodre1 escribió:
=tesis del cristianismo, que nos hace a todos seres no-sustanciales
Eso no es correcto. La tesis dominante del cristianismo es que los seres (todos) tienen sustancia y, por tanto, son sustanciales. Esa tesis que expone Dvillodre1, en puridad, es la de Spinoza, para quien la única sustancia es Dios y todas las criaturas del cosmos son atributos de esa única sustancia. (Por cierto, filósofo apreciadísimo por Deleuze.)