El arte de la posmodernidad se vincula a una serie de filósofos como los frankfurtianos, así Benjamin, Fromm, Adorno y Marcuse, estructuralistas como Foucault o Derrida, o el mismo Rancière, o el que está más de moda, Slavok Zizek. A mí Benjamin y Adorno sí me gustan, con reparos, de Marcuse no puedo decir lo mismo, y no comparto el reduccionismo antropológico de los estructuralistas. Estos discursos apoyados en la epistemología del sufrimiento ("pensar en Auschwitz" dice Adorno) si se llevan en la praxis hasta sus últimas consecuencias conducen a una, ya no tolerancia de los valores de los otros, sino a la transposición de valores, un cambio en los criterios de valoración como el que nos hablaba Nietzsche (pero no estamos ante los mismos valores que defiende el germano), y los valores de los otros acaban por imponerse en la sociedad. Un ejemplo, el día del orgullo gay; queda muy mono verlos desfllar en las carrozas floreadas, y merecen todo nuestro respeto, pero otra cosa es que lo gay sea un valor ontológico convertido en forma platónica que sirve de modelo o paradigma, entonces, si todos compartiéramos esos valores ¿qué sería de la reproducción de la especie humana y por ende de su conservación y continuidad?
Me callo porque me llamarán homófobo y esas cosas, o acabaré como Tyrone en una fosa.