Me ha parecido muy interesante el giro que ha dado la conversación: la (im)posibilidad de la pureza del amor por el interés.
A mi juicio, creo que estamos hablando a la ligera de aquello sobre lo que el amor es, lo cual aplica mismamente al interés; y que, por añadidura, se incurre en negar el género por la especie tratando estos asuntos como si fuesen simples, homogéneos y, sobre todo, intuitivos. Perdonad que me ponga quisquilloso y espero que nadie se ofenda por este apunte; pero no es posible filosofar sin este rigor, a no ser que queramos ser como mónadas leibnizianas en debate.
Por un lado, es necesario definir qué es el amor; y, sobre todo, taxonomizar los tipos de amor que hay. Se habla de amor paternal, pero también existe el romántico (
eros); y, también si se quiere, la amistad (
philia). Las diferencias dadas en sendas naturalezas, por ser
sui generis, impiden un discurso simplificado: mientras que el amor paternal se encuentra enteramente condicionado por causas biológico-etológicas, el romántico, formando en parte de éste primero, es cultural.
Cuando se habla de interés, particularmente cuando se le reviste de un cariz negativo, la cosa es muy grave. ¿Es necesariamente malo el interés? ¿Amamos porque esperamos que se nos cubra -en el sentido emocional, aunque también tiene lectura sexual- esa necesidad? ¿Forzamos extroversión y hacemos favores con determinadas personas por el sentimiento egoísta de no querer sentirnos solos? ¿Es pura la amistad y el amor si establecidos estos parámetros? Y, sobre todo, ¿se desdibuja la presunta pureza de estos "tan nobles" valores por el interés, atribuyendo un cariz negativo a éste último? ¡Qué lío y qué confusión!
Quizá la respuesta no esté en la cultura, es decir, esas cosmovisiones que hemos articulado sobre aquello que consideramos como "malo" o "puro", pues todo es oscuro en los confines culturales y, sobre todo, no hay posibilidad de Verdad cuando discutimos tales cuestiones. Así, nuestros ojos deberían orientarse bien a una posición escéptica que, afirmando la imposibilidad de la Verdad sobre este tipo de cuestiones (la cuestión no es cuál es la esencia del mal, sino si el mal, en tanto cuestión cultural, puede tener esencia), es imposible e inútil discutir sobre ello; o bien orientarnos a una posición etológica, esto es, buscar las raíces de la "amistad" y del "amor" en el reino animal para establecer analogías con nosotros y poder, así, entender nuestro comportamiento.
Si seguimos en la posición moralista-paulocoehlista, pues quizá habría que ser un pelín kantiano: hacer el deber por el deber, sin esperar una recompensa. Sólo así es posible ser "puro". Hacer favores independientemente de quién, del porqué y del trato que hemos recibido anteriormente o que esperamos. Todo por el "deber" o el "bien". Ahora bien, todo esto funciona mientras no discutamos las razones (y aquello que el deber o el bien sea, exactamente igual que como se dijo en la sanción de los DDHH)