Con respecto a las donaciones de esperma: yo mismo doné bastantes veces a una clínica de fertilidad hará unos veinte años, cuando era estudiante universitario. Qué puedo decir: por un lado me hacía ilusión lo de ayudar a otras parejas y de paso esparcir mis genes por el mundo; por otro encontraba extremadamente graciosa la posibilidad de (como diría algún hortera del marketing) "monetizar" mis pajas.
De entre las normas y advertencias que me hicieron firmar los de la clínica en su momento, recuerdo algunas: tres días de abstinencia masturbatoria antes de cada donación (lo que para un universitario tenía su dificultad); un buen estado de salud (que ya no me dura, snif); no fumar ni beber demasiado... El máximo de hijos que pueden salir del mismo donante es de seis, en teoría para evitar la endogamia involuntaria; el mínimo por supuesto es cero si nadie acaba usando el esperma. Nunca sabré si he tenido cero o seis hijos naturales. Tampoco podré saber nunca su identidad, evidentemente. Y hasta donde yo sé, con la actual legislación mis hijos naturales no podrán saber nunca quién soy yo (lo cual desde mi punto de vista es una pena).
Eso sí: la clínica se quedó con mis datos de contacto por si se da un caso muy concreto: que uno de esos descendientes tenga alguna enfermedad para la que necesite un transplante de médula o similar de un familiar inmediato. Me dijeron que incluso en ese caso la clínica me avisaría, me extraería la médula y se la proporcionaría al enfermo, SIN ponernos en contacto.
No tengo hijos propios reconocidos y a estas alturas no creo que los tenga: me considero un padrastro feliz con mi hijastra y yastá. Pero de vez en cuando me pregunto qué habrá sido de mis cero, uno, dos, tres, cuatro, cinco o seis descendientes biológicos...