Hola a todos.
Silvanus, pues claro que "encajo" bien las críticas. Me nutro de ellas. Y sí, soy fuerte, porque aprendí a serlo. Mira, no hace mucho le contaba a mi hermano el caso de un chico adolescente que tuvo un acceso de ira durante una sesión (casi se podría decir que fue un principio de brote psicótico). El caso es que el chico, fuera de sí, comenzó a golpear la mesa y a gritarme:
- ¡Cuando salga de aquí le voy a pegar fuego a tu despacho contigo dentro!
- ¡Hijoputa, cabrón, te voy a matar!
Mi hermano, algo asustado, me preguntó qué fue lo que hice ante aquella situación. Yo le respondí que mantuve la calma. Y sí, mantuve la calma, pero en realidad tuve que hacer grandes esfuerzos para no "descojonarme" de la risa en la cara de aquel pobre infeliz.
¿De verdad pretendía asustarme aquel tirillas, endeble e histriónico?
Cuando fui joven me las vi, día sí y día también, con yonkis, lolacos, skins y gentuza de la peor ralea. Me partieron la cara (literalmente) en varias ocasiones, y en otras tantas tuve fuertes broncas y peleas con mis "jefes", lo cual me empujó, en gran parte, a hacerme profesional autónomo.
¿Qué son estos mundos virtuales comparados con la cruda realidad? ¡Claro que encajo la crítica, sobre todo en esta realidad ficticia! Para mí es sano y deportivo encajar golpes dialécticos, incluso aunque mi interlocutor pueda abusar del "juego duro" y/o la descalificación personal en algún momento (que no es tu caso, conste). No me importa que se me ponga a parir, siempre que sea dentro de un intercambio de opiniones de tú a tú y a cara descubierta, pero me molestan mucho los zapadores cobardes, quienes tiran la piedra y esconden la mano, quienes disfrazan el insulto con fina ironía o sarcasmo.
Vayamos a lo importante.
Dices:
En Filología bien se sabe lo difícil que es restaurar un texto, es decir, la obra de un pensador. Todos los azares y circunstancias, ajenas al genio del creador original, que entran en juego hasta llegar su obra a nosotros, además de la capacidad del filólogo (Nietzsche dice que el filólogo debería estar a la altura del autor que reconstruye). Pues bien, no todas las grandes obras ni, seguramente, todos los grandes pensadores han llegado a nosotros. Es muy delicado, por tanto, acudir a la Historia para justificar al creador, porque la vida de este bien puede desarrollarse totalmente ajena a un tal reconocimiento o repercusión social. Es decir, que ese fracaso o, en este caso, imposibilidad o anonimato, es un hecho.
Efectivamente, seguramente muchas grandes obras y muchos grandes pensadores no llegaron hasta nosotros. Y seguramente la humanidad se ha perdido la genialidad de muchos genios que lo fueron
potencialmente, pero que nunca obtuvieron el reconocimiento como tales. De esto, precisamente, me quejo. Me quejo de que estos genios anónimos, muchas veces tildados de
locos, tengan que languidecer, solos, deprimidos y encerrados en su ensimismamiento, soportando, en no pocas ocasiones, burlas inmisericordes.
Lo que pretendo es hallar la relación entre genialidad y locura; descubrir qué causas internas y externas
determinan o condicionan que un mismo individuo brillante, creativo y original, pueda ser merecedor del
reconocimiento o del desprecio de la normativa social.
¿Quiénes, y cómo, deciden dónde termina la locura y dónde comienza la genialidad?
Deberías explicarme, cambiando de tema, por qué consideras que Unamuno fue un
fracasado consigo mismo.¿En base a qué argumentos crees que Darío se salvó y Unamuno no?
Un saludo.