Silvanus escribió:
Trata de no moverte en conceptos actuales y sus respectivos prejuicios. Morir dignamente, sin dolor, algo que era patrimonio de los poderosos, era entonces algo importante: he ahí la guillotina.
Sí, una forma muy
digna de morir... o de matar. Casi igual que el hacha de María Estuardo o la espada de Ana Bolena. Más bien lo que permitía eran ejecuciones rápidas y masivas. Bueno, en los tiempos actuales tenemos medios más refinados para los reos, como la silla eléctrica, la cámara de gas o la inyección letal. La diferencia es que nunca son nobles o poderosos, que se sepa.
Silvanus escribió:
Respecto a lo típico de decir barbarie/Ciencia, no es tan simple. ¿Recuerdas quién denuncia a Lavoisier? Otro científico y además periodista, llamado Jean-Paul Marat. Fue una mujer la que asesinó a su vez a Marat. No resulta tan fácil esa lectura que has hecho.
Denuncias había muchísimas, y muchas falsas o interesadas, pero condenaban los "tribunales". La frase de ese presidente de tribunal es significativa, una revolución no respeta a nadie. No he pretendido hacer esa simple oposición barbarie/ciencia. Solo era un ejemplo de que en tiempos revueltos puede pasar de todo y no importa quién se sea o qué haya hecho. En nombre de la revolución (no solo de los dioses) se han hecho las mayores atrocidades. Efectos colaterales...
Silvanus escribió:
Podemos entrar, si quieres, en el concepto de libertad que introdujo, entre otros, Robespierre. Obviamente esto nos llevaría a los "Levellers" ingleses, o niveladores. Dicho concepto de libertad decía que la humanidad era una y que no había esclavos y amos. De ahí la abolición de la esclavitud en esos tiempos del llamado Terror. Supongo que sería el terror para los reyes y los burgueses que estaban vendiendo su patria a potencias extranjeras.
Y para mucha más gente de todos los estamentos.
"En noviembre de 1793, Robespierre condena el ateísmo en un discurso en el Club de los Jacobinos. En 1794, impone el culto del Ser Supremo y proclama la inmortalidad del alma".
Bueno, pues al final, también... ¡a la guillotina con él!