Llego tarde, pero no he podido evitar, cual Unamuno incapaz de reprimirse, acallar las voces del "anarco-marxista" aristófobo que se ha acercado a nos con la pretensión de
desnudar, sesgos ideológicos mediante, la
supuesta esencia malosa que subyacía en la intelectualidad liberal de la España en los albores del 36.
Ejerceré de abogado defensor de los egregios Unamuno y Ortega y Gasset, como no podría ser de otra manera; y lo haré para rebatir, una vez más (y todas las que sean necesarias) a los cansinos defensores de pseudomorales eslavas, siempre obcecados en arremeter contra lo mejor y más excelente.
Sin pretender recurrir a argumentos ad hominem, espero que sus señorías (público concurrente) se haya percatado de la fuente (rebelión.org) a la que recurre Hugo; un site donde pululan los dogmáticos anticapitalistas de siempre (Petras, Chomsky, Frabetti...) los cuales, por supuesto, ven "fachas" por todas partes.
Primero: sobre las simpatías de Unamuno hacia Franco.
Escribe Hugo:
La simpatía (que no carta blanca) de Unamuno por el franquismo se puede apreciar en sus últimas declaraciones, a pesar de que intentara acallar su mala conciencia con aquello de "no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario":
Vamos a ver, para comprender a Ortega y Unamuno, primero, hay que ser liberal. Después, y como bien ha señalado algún compañero, hay que "juzgar" al individuo (si esto es lo que se pretende) teniendo siempre presente su
contexto histórico, o las graves circunstancias del momento en que éste se vio inmerso.
Hugo, desde luego, no cumple el primer requisito para entender a Unamuno, menos aún para juzgarle. No es liberal. Incluso me atrevería a decir que nuestro "anarco-marxista" (seguramente fiel lector de Chomsky) manifiesta una clara animadversión hacia el liberalismo. Así pues, no podemos aceptar como válida una argumentación tan sesgada ideológicamente; no podemos aceptar que Hugo "sea juez y parte" a un tiempo.
Sin embargo, incluso reconociendo que Unamuno se acercara en algún momento a Franco, como también hiciera Ortega, nos debería hacer reflexionar sobre el porqué de dicho acercamiento, o "simpatías". ¿Por qué un liberal reconocido como Unamuno, que no dudó en plantarle cara a la
dictablanda de Primo de Rivera,
se vio obligado a reconocer la necesidad de una autoridad que frenase la barbarie del frentepopulismo de la II República? ¿Por qué?
Hugo sabe el porqué, pero jamás lo reconocerá, porque reconocer que Unamuno, Ortega, Baroja, y otros tantos intelectuales, mostraron simpatías hacia Franco y/o el Alzamiento Nacional, solo puede explicarse desde la honda preocupación que les produjo la otra alternativa: el triunfo de un frentepopulismo bolchevique que convertiría a España en un Estado satélite de la URSS.
Cualquier liberal, celoso de su libertad individual, sabe que su peor enemigo es el comunismo. Lo sé yo y lo sabe cualquiera que sea inteligente y, además, responsable con su legado histórico-cultural.
Segundo: sobre individualismo y colectivismo.
Sobre esto último ("soy un solitario"), tal vez en otra ocasión estaría bien abordar, con vuestra ayuda y con más detalle por mi parte, la relación causal –una entre muchas- que parece existir, paradójicamente, entre el solipsismo liberal-burgués del siglo diecinueve (Stirner, etc.) y los fascismos del siglo veinte. Si fuera cierto que los polos opuestos se atraen, este podría ser un buen ejemplo de ello (la fuerza atractiva o punto en común podría estar en el autoritarismo o jerarquismo de ambos). Y digo que es paradójico porque el fascismo es colectivista y antiliberal por esencia.
No hay paradoja ninguna entre defender a ultranza la libertad individual, incluso desde el solipsismo egocéntrico de Max Stirner, y, al tiempo, ser consciente de que el suprematismo comunista es el peor enemigo de las libertades individuales. ¿Se lo preguntamos a Bakunin?
Insisto en que debemos juzgar a un intelectual
dentro de su contexto histórico, porque no me vale argumentar, falazmente, que la ideología liberal contenía en esencia el germen del "fascismo" y que, por tanto, en Unamuno había una
predisposición hacia el fascismo, en tanto hizo suyos los principios de verticalidad inherentes a la ideología liberal. ¡Mentira!
Quienes se dicen de izquierdas suelen recurrir a determinados argumentos falaces, cansina y recurrentemente, para intentar demostrar que el liberalismo es la génesis inevitable del fascismo.
Todo liberal que se precie de serlo, por celoso que sea de su libertad, sabe que cualquier grupo humano (sociedad) debe vertebrarse
inevitablemente a través de un Estado coactivo. El Derecho por fuer ha de ser coactivo. Y asumir y justificar la razón de ser de los Estados (que han de garantizar no solo las libertades colectivas, sino también las individuales) supone, a su vez, reconocer principios básicos de orden y estabilidad: autoridad, jerarquía, meritocracia...
¿Qué sucede cuando la
intelligentsia, élite intelectual, ve peligrar, no sus privilegios de clase, como gustan de argumentar falazmente las izquierdas, sino la existencia de un Estado de Derecho que garantice y preserve las libertades individuales?
Sucede, sencillamente, que optará por el mal menor, es decir, por la alternativa que menos niegue y mancille las libertades de los individuos.
Insiste Hugo:
... da que pensar el hecho de que Pío Baroja (un individualista “exaltado”, como llegó a autodefinirse una vez) , Miguel de Unamuno (y su “individualismo extremo”, según Fernando Savater) y Friedrich Nietzsche (y su “superhombre” hecho a sí mismo) justificasen de un modo u otro regímenes fascistas
¿Da que pensar, dices? ¿El qué? ¿Te hubiese gustado más que nuestros
intelectuales más brillantes hubiesen "justificado" regímenes comunistas como el que intentó implantar el Frente Popular? No, Hugo, no, parafraseando a Ortega te diré que
no era aquello (aquella barbarie bolchevique) la que defendieron republicanos como Ortega o Unamuno. Eran liberales, pero no tontos; no eran irresponsables como el endiosado y errado Picasso (magnífico pintor, no obstante) que rendía culto y pleitesía al padrecito Stalin. No eran necios, como Rafael Alberti, como para creer que el comunismo sería la sociedad prometida que habría de acabar con todos los males de la humanidad.
¿Qué es lo que no entendéis los amantes de utópicos e imposibles igualitarismos?