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TEMA: "¿Qué es la filosofía?" Notas de lectura crítica (Añadido: Capítulo 6)

"¿Qué es la filosofía?" Notas de lectura crítica (Añadido: Capítulo 6) 30 May 2012 20:50 #7252

  • Nolano
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El principal interés de este capítulo es que, al hilo de una discusión sobre la naturaleza de la lógica y su lugar en la actividad intelectual del hombre, D-G concretan algunos de los puntos más decisivos de su propuesta filosófica, por comparación y contraste con el complejo lógico-científico. El capítulo presenta dos partes bastante definidas, dedicándose la primera a una crítica de la filosofía de la lógica y la segunda a una crítica de la filosofía de la ciencia; me ocuparé sólo de la primera.

Partamos de la siguiente afirmación:
D-G escribió:
En su rivalidad o en su voluntad de suplantar a la filosofía, lo que mueve a la ciencia es un auténtico odio. Mata al concepto dos veces. Sin embargo, el concepto renace, porque no es una función científica, y porque no es una proposición lógica: no pertenece a ningún sistema discursivo, carece de referencia (p. 142).

La rivalidad entre filosofía vs. ciencia y lógica se manifestaría en la rivalidad entre sus herramientas intelectuales básicas, respectivamente: concepto, función y proposición. Pero la citada frase de D-G es profundamente malintencionada. Realmente es bastante dudoso que la ciencia tenga una “voluntad” de suplantación de la filosofía; otra cosa es que, efectivamente, con la aquiescencia libre de la inmensa mayoría de los ciudadanos de nuestras sociedades occidentales, la ciencia haya suplantado a la filosofía. Pero no cabe ver ahí ninguna especie de “voluntad” escondida de nadie; quizá sólo constatar que el discurso funcional recibe mayor audiencia que el discurso conceptual. Pero lo que ya es completa y radicalmente falso es que la ciencia (supongo que se quiere decir los científicos) profese hacia la filosofía un “auténtico odio”; porque no es quien domina la situación quien suele profesar (no tiene motivo para ello) odio alguno hacia aquello que tiene dominado, sino el que se siente dominado por otro el que suele profesar “odio” (producto del resentimiento y la frustración) hacia quien lo domina. Por ello puede verse en el científico, respecto de la filosofía, un sentimiento que transcurre, de forma gradual, desde la simple falta de aprecio alguno, pasando por el menosprecio, hasta poder llegar al desprecio; sin excluir algún caso de genuino interés por la filosofía, al que no son ajenos algunos ilustres científicos. Pero difícilmente (al menos yo no conozco caso alguno) el científico se toma la molestia de “odiar” algo tan irrelevante para su tarea como la filosofía de nuestros días.

Y no podemos confundir eso con rivalidades filosóficas. Hay filósofos, especialmente filósofos de la ciencia, como por ejemplo Bunge, en los que sí es posible apreciar algo parecido a lo que pudiera calificarse plausiblemente de “auténtico odio” hacia otras corrientes filosóficas anticientíficas. Pero eso entra dentro del debate intrafilosófico e incluso de las rencillas agrias entre colegas filósofos, y en ningún caso cabe calificarlas de discusiones u odios entre científicos y filósofos. Todo ello, claro está, siempre que no concedamos a D-G el monopolio de dar y quitar títulos de filósofo o científico a quienes a ellos les dé la gana (autoconcesión monopolística de la que, por otra parte, parecen no estar lejos, pero que a nosotros no nos presenta perspectiva ni recorrido alguno medianamente transitable).

Dicho todo lo cual, la pregunta inmediata que se suscita es: ¿Y de dónde procede el odio (éste sí efectivo y “auténtico”) de D-G hacia la ciencia y la lógica? La respuesta no puede ser otra que la del inmenso desafío que la lógica plantea al sistema filosófico de D-G: la lógica les coloca delante de un espejo que refleja lo que ellos no quieren ver ni en pintura. De ahí que, más que rebatir los fundamentos de la lógica, la reacción instintiva de D-G sea ningunearla, aniquilarla, mediante expresiones como la siguiente, que la colocan no ya en el poco airoso papel que ocupan en el sistema de D-G la ciencia o la religión, sino aún más abajo:
D-G escribió:
La lógica tiene por tanto un paradigma, es incluso el tercer caso de paradigma, que ya no es el de la religión ni el de la ciencia, y que es como la recognición de lo verdadero en los prospectos o en las proposiciones informativas. (...) De todos los movimientos incluso finitos del pensamiento, la forma de la recognición es sin duda la que llega menos lejos, la más pobre y la más pueril. (...) La lógica siempre resulta vencida por sí misma, es decir por la insignificancia de los casos con los que se alimenta. En su deseo de suplantar a la filosofía, la lógica desvincula la proposición de todas sus dimensiones psicológicas... Y cuando la lógica se aventura en un cálculo de los problemas lo hace calcándolo del cálculo de proposiciones, isomórficamente con él. Más parecido a un concurso televisivo que a un juego de ajedrez o de lenguaje (pp. 140-141).

Ese odio (este sí que es odio de verdad) no puede entenderse sin recurrir a la clave de bóveda que sostiene el sistema deleuziano, al que ya me he referido en comentarios precedentes, y que no es otro que el radical rechazo de la “trascendencia”. Conviene, pues, para nuestro propósito actual, delimitar un poco más qué sería esa trascendencia, alfa y omega de todos los males del mundo. La trascendencia o lo trascendente es lo que está al otro lado de o más allá de (trans-) algo; en sentido filosófico se trata de lo que está más allá de los límites de la percepción. ¿Dónde está el problema que les plantea la trascendencia a D-G? La trascendencia o lo trascendental es algo que está más allá del sujeto-individuo y su experiencia inmediata (digo sujeto-individuo para distinguirlo del sujeto trascendental) y, por lo tanto, más allá de su alcance y de su acción. El anarquismo filosófico radical de D-G ve esa trascendencia como un límite al libre albedrío del sujeto-individuo, un corsé, una imposición que le impide volar libremente al hilo de sus fantasías y sus caprichos. Y de ahí el desarrollo de una auténtica fobia hacia la trascendencia. Incluso si el propio sujeto se impone reglas, está generando, al objetivar tales reglas y seguirlas, más allá de su capricho momentáneo, una trascendencia, un corpus moral de máximas de conducta que se fosiliza en una trascendencia que lo constriñe. De ahí el rechazo no sólo de una trascendencia de corte platónico-judeo-cristiano, sino de una trascendencia del Sujeto kantiano e incluso de la fenomenológica trascendencia del Otro. La libertad absoluta del sujeto solipsista deleuziano rechaza cualquier atisbo de algo que, sea cual sea su naturaleza ontológica, e incluso psicológica, oprima u obligue al sujeto más allá de su pulsión inmediata.

El problema, por supuesto, es de naturaleza moral y política. No se puede vivir en la sociedad moderna sin el aparato tecnológico científico y sus herramientas, ni se puede prescindir de las obras de los demás. Pero, en la idea de D-G, eso otro no se debe trasladar al pensamiento filosófico, que es autorreferencial (más adelante volveremos sobre esto); precisamente el mal en el mundo moderno derivaría de haber trasladado las referencias, los objetos externos, propios de la ciencia y del arte, a los conceptos filosóficos, que, si tienen referencia, se convierten en trascendentales y, por consiguiente, en opresivos. De ahí la insistencia de D-G en que el concepto filosófico carece de referencia o de “figura”. Pero, ¿qué pasa con la lógica?

La lógica plantea un arduo escollo a D-G. Principalmente porque ella también carece de referencia: la lógica es una mera carcasa del pensamiento, una “norma de la verdad” (para decirlo con expresión de Pascal Engel), pero no refiere a ninguna verdad. Si una deducción es lógicamente válida trasladará la verdad (sobre la que la propia lógica no se pronuncia) de las premisas a la conclusión (que será, entonces, tan verdadera como las premisas). La referencia, el contenido que demos a las variables para “saturar” la función lógica (para decirlo con Frege), no pertenece a la lógica. Y, sin embargo, la lógica siempre ha tenido pretensiones de trascendencia:
Deaño escribió:
De “Las concepciones de la lógica”, de Alfredo Deaño:

No hay que dar un gran paso para ir de la afirmación de la unidad de la lógica... a la afirmación de la trascendentalidad de la lógica (p. 301).
[Las leyes o principios lógicos] son leyes de la constitución formal del sujeto trascendental (p. 302).
A nuestro juicio, la lógica es única. Es única porque es trascendental (p. 333).

Ahí está, por tanto, el mayor enemigo de D-G, la lógica, pues plantea la cuestión de una trascendencia sin referencia. Porque el caso es que la lógica no necesita de una referencia, es inmune a la referencia, porque es la “constitución formal del sujeto trascendental”, como dice Deaño. Tanto da esto: “si el hombre es mortal, entonces el hombre es mortal”, como esto: “si los dragones tienen las orejas de color rosa, entonces los dragones tienen las orejas de color rosa”; no necesitamos hombres (ni mortales ni inmortales), ni dragones (con o sin orejas de color rosa); eso a la lógica le da lo mismo, lo que importa es que esa inferencia es válida siempre. Y por eso es trascendental, porque está más allá de nuestro alcance perceptivo empírico.

Es curioso, por tanto, que, en su afán destructivo de la lógica, D-G lleguen al extremo de colocarla incluso por debajo de la ciencia, y ello precisamente ¡porque la lógica carece de referencia! (cosa que, sin embargo, curiosamente y como acabamos de ver, compartiría con la filosofía tal como la entienden D-G):
D-G escribió:
Los actos de referencia son movimientos finitos del pensamiento mediante los cuales la ciencia constituye o modifica estados de cosas o cuerpos. (...) No ocurre lo mismo con la lógica: como ésta considera la referencia vacía en sí misma en tanto que mero valor de verdad, sólo puede aplicarla a estados de cosas o cuerpos ya constituidos... (p. 130)

La lógica es estéril, puesto que no constituye ni modifica nada, es la forma “más pobre y la más pueril” del pensamiento. Un “tercer caso de paradigma” más despreciable, incluso, que los dos precedentes, el de la ciencia y el de la religión. ¿Por qué esa inquina? Porque coloca a D-G ante la conclusión inevitable de su punto de partida, pero como un punto de destino al que ellos no están dispuestos a llegar de ninguna manera. Si la filosofía es la actividad intelectual que crea (o inventa) conceptos, que son sentidos sin referencia alguna, como los hemos definido, o es una actividad absurda y estéril, pura cháchara (pues: ¿de qué hablaría, de qué trataría? De nada, al no haber referente alguno del que tratar) o se ocuparía sólo de sí misma, la propia filosofía sería su único objeto de estudio. Y eso, quieran o no D-G, es tratar de la forma del pensamiento, de la “constitución formal del sujeto del pensamiento”, como definió Deaño a la propia lógica, o más que de la verdad (existencia o no de los referentes del discurso) tratar de la “norma de la verdad”, en palabras de Pascal Engel. Veamos más de cerca, para terminar, los distintos calificativos denigratorios que utilizan D-G para referirse a la lógica:

a) La lógica es reduccionista (p. 136). Este es el primer calificativo con el que se abre el capítulo 6. ¿Qué significa reduccionista? Es un calificativo que utilizan D-G indistintamente tanto para la lógica como para la ciencia:
D-G escribió:
Las funciones extraen toda su potencia de la referencia bien quitándosela a unos estados de cosas, bien a unas cosas, bien a otras proposiciones: resulta fatal que la reducción del concepto a la función lo prive de todos sus caracteres propios que remitían a otra dimensión (p. 139).

La irreductibilidad de los conceptos a las funciones sólo se descubre cuando, en vez de confrontarlos de forma indeterminada, se compara lo que constituye la referencia de éstas con lo que hace la consistencia de aquéllos. Los estados de cosas, los objetos o cuerpos, los estados vividos forman las referencias de función, mientras que los acontecimientos constituyen la consistencia de concepto. Éstos son los términos que hay que considerar desde el punto de vista de una reducción posible (p. 152).

Dicho de forma concisa: la lógica (y la ciencia) “reducen” el “concepto”, porque privan a éste de una “dimensión”. Reparemos en una serie que se enumera en el último de los textos citados: 1. Los estados de cosas; 2. Los objetos o cuerpos (cosas); y 3. Los estados vividos. Ésas serían las tres clases de referencia de las funciones; por su parte, los conceptos carecen de cualquiera de estas referencias y remiten a los “acontecimientos” (événements o eventos).

Los estados de cosas y las cosas mismas u objetos, son las referencias de las funciones de la ciencia; los estados vividos, en cuanto referencias (y no en cuanto posibles eventos) son las referencias de los enunciados dialógicos, de las opiniones (variante husserliana del sujeto trascendental kantiano; pp. 143-144 QF). Pero ¿qué hay de la lógica? ¿A través de qué referencia opera su reduccionismo?

Aquí D-G toman pie de la conocida doctrina de Frege según la cual la referencia de las proposiciones lógicas es su valor veritativo:
Engel escribió:
Frege distingue la oración (Satz), del pensamiento (Gedanke) que expresa. El segundo es el sentido (Sinn) de la oración. Además de un sentido, las oraciones tienen (como toda expresión) una referencia(Bedeutung), que es su valor veritativo, es decir, lo verdadero o lo falso (La norme du vrai, p. 7; traducción mía).

¿Es legítimo juzgar el presunto reduccionismo de la lógica mediante una (tal vez indebida) reducción de ésta, a su vez, a la doctrina fregeana? Por otro lado, ¿es el “valor veritativo” una auténtica referencia, en el sentido en que lo es una cosa u objeto de una función científica, o se trata más bien de una forma de hablar de Frege que, para establecer el ámbito material de estudio de la lógica habla de la verdad como una “referencia” como la materia a que se refiere el estudio de la lógica?

Sea como fuere, parece que la filosofía del concepto de D-G pretende ir más allá de la referencia a objetos o cosas, más allá, por tanto, de la ciencia: apunta a “otra dimensión”, dicen D-G; en cambio la lógica, lo que hace es no ir tan allá como la ciencia: rehusar incluso la referencia material para quedarse en un ámbito meramente formal, careciendo, por tanto, de la dimensión referencial a cosas o estados de cosas o cuerpos que tiene la ciencia.

Pero si es como propongo en mi lectura del texto de D-G, ¿no es totalmente infundada la acusación de “trascendental” que vierten sobre la lógica? ¿No es más trascendental una doctrina como la de D-G, que pretende ir “más allá” de la referencia objetiva o de estados de cosas, que una doctrina (la lógica) que se queda más acá de dichos objetos o estados de cosas? ¿No es, pues, el concepto deleuziano más trascendental (pues va trans-, más allá de, traspasa, trasciende la referencia objetiva, en busca de otra dimensión) no ya que la lógica formal, sino incluso que la propia ciencia que se conforma con el trato con el objeto que le sirve de referencia?

Naturalmente, la trascendencia que impugnan D-G no es el ir más allá del objeto, sino ir más allá del propio sujeto hacia el objeto. Pero entonces: ¿no está coincidiendo, in abstracto y en intención, la filosofía del concepto deleuziana con la lógica? Porque eso es lo que hace precisamente la lógica, pararse en el interior del sujeto antes de que éste se desplace hacia el objeto en el acto cognoscitivo. De hecho sería la pretensión deleuziana de ir más allá, hacia “otra dimensión”, lo que podría recibir con bastante propiedad el nombre de “trascendencia”.

b) La lógica es pueril (p. 140). Lo que resulta francamente pueril es esta acusación. Si la lógica es, efectivamente, como pretende por ejemplo Deaño, “la constitución formal del sujeto trascendental”, es obvio que debe estar al alcance incluso de los niños, desde muy corta edad. Resultaría francamente ridículo que sólo pudieran razonar deductivamente personas adultas y maduras. El sujeto trascendental en su vertiente lógica se manifiesta en el hombre, como no podía suceder de otra forma, tempranamente y es patente incluso en personas de poco bagaje cultural y de escasa preparación intelectual. Si no fuera así, no sería un a priori universal y de presencia necesaria; de hecho la ausencia de capacidad lógica suele conllevar la inhabilitación de la persona afectada por dicha incapacidad y su sometimiento a tutela.

c) La lógica es recognitiva (p. 140). ¿Qué significa eso? Parece que D-G quieren dar a entender que la lógica es una ciencia cognitiva de segundo grado; sería una re-cognición, es decir, cuyo objeto cognitivo (o referencia) no sería algún objeto del mundo, sino otra ciencia cognitiva. Por eso afirman: “La expresión docta «meta-matemática» pone perfectamente de manifiesto el paso del enunciado científico a la proposición lógica bajo una forma de recognición”. Pero hay ahí un error grave de D-G, como lo muestra también su posterior alusión al teorema de Gödel.

Dan a entender que la lógica sería un metalenguaje respecto del lenguaje-objeto de la ciencia; y nada más falso. Sin duda se han engañado por la equivalencia del griego “metá-” y el latín “trans-“ y, llevados por su fobia antitrascendental, han deslizado semánticamente los significados de algunas palabras. Y la lógica, aunque trascendental, no es un meta-lenguaje del lenguaje científico, pues la lógica no habla para nada de éste; no he visto en ningún tratado de lógica ninguna proposición que evalúe la verdad o no de una proposición científica. Por ejemplo, las reglas de PM de Russell y Whitehead no tratan para nada de ninguna proposición científica.

D-G pinchan en hueso: la lógica es autorreferencial; ergo no es, no puede ser, recognitiva. (Otra cosa es que la Filosofía de la Lógica incluya el estudio de las teorías de la verdad; pero, naturalmente, lo hace trascendiendo la determinación fáctica de la posible verdad o falsedad inicial de tal o cual proposición: no es lo mismo el estudio de las teorías de la verdad que el estudio de la verdad de las teorías.)

d) La lógica rehúye la vaguedad (p. 142). Aquí D-G recurren a una falacia de petitio principii, pues se refieren a la lógica de la vaguedad (fuzzy logic) como una reconstitución, para unas variables cualitativas, sensaciones imprecisas, de “unas funciones científicas o lógicas que harán definitivamente inútil recurrir a conceptos filosóficos”.

Se parte del prejuicio de que lo filosófico es sólo lo irreferencial, conceptos que no tienen valor veritativo por carecer de referencia. Por tanto, como la lógica tiene referencia, no es filosófica. Y, si pretende incorporar la vaguedad, no es auténtica lógica, sino un subterfugio que intenta reconstruirse para desplazar a la filosofía. La conclusión, por tanto, ya estaba incluida en las propias premisas a las que D-G piden que nos adhiramos.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 30 May 2012 23:05 por Nolano.
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Re: "¿Qué es la filosofía?" Notas de lectura crítica (Añadido: Capítulo 6) 27 Ago 2012 21:22 #8344

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Hola, muchas preguntas y cuestiones, me ha llamado la atención esto:

D-G pinchan en hueso: la lógica es autorreferencial-

Según Deleuze, el plano inmanente no es un concepto ni el concepto de los conceptos sino el espejo de los pensamientos y donde se instauran los conceptos.

Pues bien, si empleamos la lógica, plano inmanente es un concepto creado para referirse a lo que no es un concepto y sin embargo es.


Pues nos dice Deleuze que los conceptos han de ser creados, no existen desde siempre.

Ahora bien ¿quien crea el concepto plano inmanente y donde surge la idea para crear ese concepto y donde se instaura ese concepto?


En el plano inmanente el cual no es un concepto.

D-G pinchan en hueso: la lógica es autorreferencial-
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Re: "¿Qué es la filosofía?" Notas de lectura crítica (Añadido: Capítulo 6) 27 Ago 2012 21:30 #8345

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Deleuze tambien lo explica con su analogía del territorio y la tierra.

La tierra como absoluto, los absolutos son incognoscibles.

La tierra crea los territorios y los territorios se instauran en la tierra.

La única manera de conocer es determinar, eliminar el absoluto y fragmentarlo, al igual que los territorios son puestos por la tierra e instaurados en la tierra y que el conjunto de territorios es la tierra, el sujeto (determinado) es puesto por el sujeto (que es).

Así como el plano inmanente se extiende al infinito, y no es un concepto, en él suge la idea de él mismo y crea el concepto de él mismo para referirse a él mismo, y ese concepto se instaura en él mismo.

Por ejemplo, la palabra Yo, es una palabra para referirme al que soy, pero yo no soy una palabra.

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