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TEMA: Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía

Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 11 Nov 2014 13:46 #27473

  • Tasia
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Creo que uno de los problemas del concepto de "límites de la razón" es el de definir el concepto de "razón" del que partimos y, por tanto, los conceptos que pueden oponérsele como externos a la misma.

Cabrían muchas oposiciones:

Razón/Emociones, Razón (logos)/Mística (mito), Razón (experiencia física que puede ser matematizada)/Experiencia no cuantificable, Razón (ejercicio de reflexión)/intuición (aspectos previos o que escapan al ejercicio reflexivo).

La filosofía contemporánea ha puesto en duda todos estos binomios tradicionales (que aún encontramos en Kant y los ilustrados, dada la excesiva confianza en la racionalidad científica que se dio en el periodo ilustrado). Hoy andamos hablando de "racionalidad estética", del "mito" como un territorio no separable de la razón, de la revalorización de lo narrativo, lo "aparente", y lo "accidental", de la búsqueda de conocimiento desde la experiencia propia (y no desde una visión cosificadora del mundo y del sujeto)...

Estos movimientos hacen que sea dificil excluir de la "racionalidad" a prácticamente cualquier cosa. En las sabidurías orientales hay aspectos místicos, emotivos y estéticos que serían completamente inutiles (e incluso "falsos") para una metodología científica seria.

Creo que MPaz intenta mantenerse en una racionalidad científica y sostener la "veracidad" de conceptos que son intrínsecamente incompatibles con la metodología científica y que, desde una perspectiva científica están superados o, están avalados por la ciencia occidental pero carecen de datos empíricos.

Si se quiere defender las sabidurías orientales creo que es necesario antes situarse en un concepto de racionalidad que deje de lado algunos de los binomios antes expuestos y renunciar a la pretensión de hablar de "verdad" en sentido objetivo. Estas sabidurías tienen mucho que aportar a una racionalidad estética o a un enfoque vivencial de la filosofía, pero resulta algo ridículo escuchar una especie de defensa pseudocientífica de cierta visión medieval del universo con pretensiones de validez empírica.

Creo que en el fondo MPaz intenta hacer una defensa de las sabidurías orientales sin ser capaz de adentrarse en el concepto de racionalidad que estas sugieren y que no coincide con el concepto de racionalidad de la tradición occidental que hoy se cuestiona también aquí. Cuando leemos que "todo" está explicado en las sabidurías antiguas orientales y que en ellas se explica la interconexión de todo el universo, y que los griegos no inventaron nada nuevo (y menos algo interesante) debes disculpar MPaz que los que debaten contigo no se tomen en serio la parte interesante de lo que estás diciendo.
Última Edición: 11 Nov 2014 14:01 por Tasia.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 12 Nov 2014 11:51 #27478

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Tasia escribió:
La filosofía contemporánea ha puesto en duda todos estos binomios tradicionales (que aún encontramos en Kant y los ilustrados, dada la excesiva confianza en la racionalidad científica que se dio en el periodo ilustrado).

Muy interesante tu mensaje, Tasia, con el que coincido en su mayor parte. No obstante, tengo que hacer alguna observación al párrafo que cito.

Si Kant parte del binomio a que te refieres, no es precisamente por una "excesiva confianza en la racionalidad científica", sino, aunque parezca paradójico, por una desconfianza en la racionalidad. De ahí su declarado objetivo de poner límites al ejercicio de la razón pura mediante su "crítica".

Son los movimientos románticos postilustrados (Fichte, Schelling, Hegel, Herder, etc.) los que volvieron al monismo totalizante del "espíritu", que Kant quiso mantener contenido en unos límites (los de la experiencia posible). En cierto modo, el noúmeno de Kant se parece bastante a lo místico de Wittgenstein: un territorio vedado a la Filosofía.

La aporía en la que te mueves, Tasia, según mi opinión, y ya lo hemos comentado bastantes veces en el foro, es que tú pretendes extender el discurso a lo "inefable", a aquello de lo que no se puede hablar, sobre lo cual, siguiendo a Wittgenstein, tenemos que callarnos. Esa frase, que parece una perogrullada, tiene un importante trasfondo: y es hija directa, en mi opinión, del criticismo kantiano.

Finalmente, tu afirmación de que la filosofía contemporánea ha puesto en duda esos binomios, no se corresponde del todo con la realidad. De hecho la filosofía contemporánea asiste a una "recuperación del sujeto" (ya hemos hablado de ello en otro hilo), lo que no es otra cosa que el reconocimiento de una trascendentalidad débil. Esa trascendentalidad no puede ser (y nadie pretende hoy que lo sea) racional, sino externa a la razón: la razón no puede justificarse a sí misma. Pero precisamente por eso, hay que ser sumamente cuidadosos y saber el terreno que estamos pisando, lo que exige mantener el abismo razón-mito, es decir, sostener a toda costa el binomio que tú quieres suprimir.
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Última Edición: 10 Feb 2015 19:20 por Nolano.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 13 Nov 2014 16:09 #27501

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Tienes razón, Nolano, en que mi pensamiento diluye la distinción fenómeno/noúmeno y razón/mito; aunque esto puede hacerse de maneras muy distintas y la mía no es muy peligrosa, ni rupturista.

Ahora traigo el resumen de un artículo de la filósofa Chantal Maillard, reconocida experta en sabidurías orientales, en el que expone su concepto de racionalidad. Esto puede ser clarificador para comprender un marco conceptual en el que el estudio de las sabidurías orientales tiene plena actualidad.

Como vemos, ella rompe con el binomio razón/mito, y carga contra la racionalidad científica. Advierto que yo no coincido del todo con su punto de vista, porque yo sí sostengo la existencia de cierto "referente".

Es un poco largo este resumen, pero recomiendo su lectura, porque va al centro de muchos debates de la filosofía contemporánea.

Chantal Maillard, “La razón estética: una propuesta para próximo milenio”, en Contrastes, Suplemento 4 Estética y hermenéutica. 121-133.

De “verdad” puede hablarse siempre y cuando algo se pueda contrastar con algo anterior a lo cual se supone que ha de corresponder por semejanza o representación. Ha de existir un referente, pues si no, esta relación de contrastación quedaría vacía.

Pero esto es cosa difícil si aquello que tomamos como referencia es la “realidad”, pues ¿acaso de ella tenemos algo más que representaciones? Por eso los antiguos escépticos negaban la posibilidad de establecer un criterio que diera cuenta de la verdad de un enunciado acerca de la realidad ¿Cómo juzgar la veracidad de una comparación entre una representación y una realidad a la que se supone representar si no es comparándola con otra representación y así ad infinitum? En términos actuales: ¿Cómo juzgar de la adecuación de una teoría acerca de la realidad si de la realidad sólo tenemos teorías? Que una teoría “funcione” no es criterio adecuado: el funcionamiento depende del bien ensamblaje de sus elementos, es decir, de su coherencia. Una teoría científica, pongamos por caso, puede funcionar sin dejar por ello de ser artística.

Del “mundo” no tenemos referente. El mundo es siempre aquello que hacemos entre todos y describiendo el mundo solo nos estamos describiendo una y otra vez a nuestros mismos. Así pues ¿por qué no hablar de elaboración artística? Hacer arte es articular, poner orden donde no lo había o donde había otro. Y si hablamos de arte, la verdad es inútil, hablaremos de coherencia, de verdad estética. Un mundo coherente es un mundo que convence, que hace sentido. (126)

Una visión estética parte de la sensación y de la imaginación, pero a diferencia del empirista, no parte de una sensación/teoría. El empirista parte de lo que espera ver, de modelos preestablecidos. La imaginación no presupone el logos, sino que lo determina. (127)

Podemos hablar de dos tipos de verdad: la verdad ontológica y la verdad estética. La primera es aquella verdad inamovible que pertenece al logos, siendo el logos ese pensar que depende de la imaginación y pide luego creencia en su certeza.

La verdad estética no necesita ser creída, no requiere la creencia pues, en vez de discriminar entre contrarios, los asume, elabora mediante oposiciones y a partir de ellas. El pensamiento discursivo precisa de la dualidad porque la función del logos es elegir continuamente; elige para poder expresarse; un discurso es una cadena de elecciones. Pero la imaginación no elige sino que, al contrario, simultanea las posibilidades. Por ello, a diferencia del pensamiento lógico, esencialmente utilitario, dirigido hacia un fin que, en definitiva, es un orden de la existencia y su mantenimiento, el pensamiento estético es un pensamiento lúdico que, como la propia existencia, tiene su fin en sí mismo.

La razón estética será pues el uso de la razón que corresponde a la actitud de quien se sitúa en un ámbito previo al pensar lógico, ámbito desde el cual éste se determina. Y situarse allí es absolutamente necesario cuando la razón lógica se ha adueñado del panorama cultural y espiritual de una sociedad. No se trata de eliminarle (nadie podría vivir con la posibilidad permanente de que la calle pueda estar o no estar allí cuando se abre la puerta), sino de volver a otorgarle a la imaginación creadora el lugar que le ha sido usurpado. (128)

En la razón ontológica/ilustrada/científica la experiencia ni siquiera era necesaria para poder determinar un resultado, tan sólo para confirmarlo. Aunque, por supuesto, lo que averiguábamos era tan sólo aquello que el código dispone que podíamos averiguar. Todos aquellos elementos o relaciones cuya evolución no estuviera contemplada en el molde- experimento- pasarían desapercibidas o consideradas “ruido”. La mayoría de los aparatos de los que nos servimos responden a esta racionalidad de máquina trivial, cada vez que le damos un mismo valor de entrada, tenemos el mismo resultado (interruptor de la luz). Las máquinas triviales satisfacen el deseo de certeza que se expresa en el pensamiento causal. (129) Heinz Von Foerster comentaba con ironía que existe una máquina trivial llamada “todos los hombres son mortales”, en la que si introducimos en ella a nuestros amigos, salen cadáveres. El silogismo es un esquema explicativo que funciona como máquina trivial. (129)

El gusto por la seguridad de la certeza nos conduce a trivializarlo todo. A nuestros amigos, “su carácter”, “ella es así”; son formas de hacernos previsibles y de perder el miedo a los demás. Trivializamos a los niños en las escuelas, analizando si son capaces de identificar las respuestas correctas, únicas, necesarias. Y si no logran una trivialización completa, repiten curso. Trivializamos los sistemas complejos a fin de explicarlos: clasificamos, seleccionamos, separamos. Así es más fácil ejercer el poder.

Alentar la utilización de la racionalidad estética, en cambio, significa recuperar el instinto creativo que nos permite constituirnos sin fin en un entorno de perpetuo suceder, eliminando la noción de ser por la de estar-siendo. (130)

No hay nada fuera que pueda ser pensado en términos de entes. Más aún, no hay nada, ahí fuera, que pueda ser pensado. Lo único que hay, y no ahí fuera sino dentro-contra-fuera-a través, es la sensación (sensible) del puro suceso, un continuo estallido de fuerzas que se cruzan y entrechocan. (131)

La hermenéutica es un modo débil aún de dependencia, pues necesita un referente. La interpretación se basa en símbolos, en modelos, en símiles. Sin embargo la hermenéutica constructiva habla de ficción en términos positivos. Sus instrumentos no son los símbolos, sino las metáforas, y no procede por sustitución, sino por simultaneidad. Una ficción es construcción y no traducción. No hay nada que legitime la suposición de un referente. No percibimos traduciendo, sino que el mundo es lo que percibimos. Apenas percibimos y configuramos en palabras esa percepción, estamos creando. No a partir de la nada, sino a partir de los mundos anteriores, sobre sus restos, mediante metáforas. Y la ficción es la única verdad posible. (132)

Entender al mundo como ficción es hacernos responsables, sabernos modelar. Hoy en día hemos de incluir las contradicciones, desviaciones, múltiples conexiones, ambivalencias, matices, lo efímero, lo contingente, lo inestable y hasta lo absurdo. Ya no se trata de “educación” hacia la luz de la verdad o del conocimiento de lo uno, sino del vivir en la multiplicidad con su poder de metamorfosis. (133)
Última Edición: 13 Nov 2014 16:17 por Tasia.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 13 Nov 2014 19:38 #27506

  • Nolano
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No es ninguna novedad eso que dice Chantal Maillard. Mucho antes de que ella naciera ya se había asentado en la discusión filosófica el debate sobre los dos conceptos de verdad: la verdad-correspondencia y la verdad-coherencia. Al menos, que yo recuerde ahora, desde el realismo de Bertrand Russell a principios del siglo XX.

Sobre lo que quería llamar la atención, Tasia, en mi mensaje anterior, es sobre una de las grandes falsificaciones de la Historia de la Filosofía, a la que han sucumbido muchos de los filósofos de la "prepostmodernidad"; y permítaseme el palabro para designar a esos filósofos que se lanzaron a denostar la modernidad o a elaborar una crítica de la razón científica y positivista, abriendo el camino a la postmodernidad. Me refiero a filósofos como Heidegger, Horkheimer o Adorno.

Lo que estos filósofos no vieron es que la razón ilustrada mantenía embridada la razón mediante la crítica de la razón pura o, incluso antes, mediante el escepticismo epistemológico de Hume, lo que, además, reducía la ética a puro emotivismo en este último caso y a mera postulación ideal en el caso de Kant. Por lo tanto, a la vez que hacía una crítica de la razón hacía también una crítica de la especulación metafísica sobre el mundo como totalidad; es decir: de la religión y del mito que la sustenta.

Lo importante es que bajo esos parámetros ilustrados no hubiera sido nunca posible la barbarie atribuida a la razón instrumental. Era necesario el paso absolutista del idealismo alemán y los posteriores epígonos del hegelianismo (Comte y Marx incluidos, pero también todas las filosofías románticas de la Historia) para el desencadenamiento de Auschwitz y el Gulag.

Lo que da lugar a esa barbarie es, precisamente, el absolutismo, que, como acabo de decir, nunca ha venido de un genuino espíritu ilustrado (Kant o Hume) sino de los posteriores intentos totalizantes de carácter místico (Fichte, Schelling, Hegel y, por qué no decirlo, Schopenhauer), que se negaron a aceptar la crítica indirecta que la razón, al someterse a sí misma a crítica, realizaba a la vez al mito irracional y a la metafísica especulativa.

Como expliqué en mi anterior mensaje, el racionalismo ilustrado siempre ha propugnado mantener a la razón en sus justos límites. Es difícil pensar en una crítica a la ciencia más radical que la de Hume; para no hablar de su demoledora crítica al "sujeto", a la cual los postmodernos, con toda su parafernalia y palabrería de fuegos artificiales, no han llegado a acercarse ni de lejos, porque la sencilla contundencia de Hume resulta muchísimo más asequible, comprensible y aceptable que el barroquismo al uso en la postmodernidad.

Pero, como digo, al poner ese límite a la razón, el racionalismo ilustrado también señala, indirectamente, la frontera de la metafísica especulativa. Y eso es lo que los espíritus místicos, religiosos, absolutistas y totalitarios, nunca han llevado de buen grado. Eso es lo que en mi opinión recoge Freud (en "El malestar en la cultura") cuando se refiere al "espíritu oceánico" que un amigo suyo le decía tener y que el psicólogo vienés reconocía que nunca había sentido él. No somos los que, como Freud, nunca hemos tenido ese "sentimiento oceánico" los que absolutizamos la razón; antes al contrario, son esos espíritus oceánicos, religiosos o mesiánicos en el orden político, que de todo hay, quienes huyen de la separación neta entre razón y mito escatológico. Wittgenstein respetaba mucho las creencias morales de los demás (aunque carecieran de justificación; así lo afirma en su Conferencia sobre ética) y en eso creo que sigue una arraigada tradición del emotivismo británico o francés ilustrado (Diderot, por ejemplo, en "El sobrino de Rameau", obra tan denostada por MacIntyre), que, al rebajar la metafísica moral a una "actitud emotiva ante la vida" (Carnap dixit), mantiene separados el campo de la razón y el campo de la moral; principio de separación que es, dicho sea de paso, el fundamento filosófico del liberalismo político.

Por tanto, nada de razón absolutista, de racionalismo agresivo y totalizador. Lo que hay es justo lo contrario: nadie que defienda en serio la razón pretende la imposición de sus actitudes emotivas a los demás; y ello, precisamente, porque es totalmente consciente de los límites de la razón. Ojalá todos los místicos y sentimentalistas del mundo fueran capaces de reconocer un campo propio a la razón, aunque sea limitado, en vez de propugnar su abolición bajo el signo de escatologías oceánicas a las que todos (los oceánicos, pero también los que somos más bien de darnos chapuzones en albercas reducidas) tendríamos que someternos. Mientras tanto, sostengamos mientras podamos nuestro farolillo racional que ilumina sólo su inmediato entorno y cuyo haz de luz, fuertemente limitado, no alcanza más allá de escasos metros. Pero el día que se apague, las tinieblas se habrán hecho dueñas absolutas de nuestro mundo, que ya habrá sido anegado por la totalización sin límite de un Océano desbordado.
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Última Edición: 13 Nov 2014 23:26 por Nolano.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 14 Nov 2014 20:39 #27528

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Hola Nolano.

Una puntualización previa. Es cierto que la distinción entre "verdad correspondencia" y "verdad coherencia" es muy antigua, al menos desde el "De interpretatione" de Aristóteles, como admite la misma Maillard. De todos modos no creo que en la "verdad estética" sea fundamental el criterio de coherencia, pues hoy hay estética de la incoherencia, de la desproporción e incluso de lo feo; y por otro lado, la estética se basa también en la imaginación, la sensación y los sentimientos. Creo que en el artículo se perfila un concepto de razón estética que trata más bien de hacer simultáneo o compatible contradictorio, sin necesidad de reducir la diferencia (es decir, algo bastante alejado de una verdad-armonía-coherencia).

-Entrando al asunto. Planteas que la razón estética (o al menos la ruptura del binomio mito/logos de los románticos) fue la causa de Auschwitz. No pensaba así Hannah Arendt, que encontró en la causa del mal, no en la "maldad" de unos lunáticos idealistas románticos, sino en la normalidad del burócrata. En un kantismo mal entendido que de Kant solo se queda con la parte de que hay que cumplir las normas, del deber por encima de todo, y del sistema jurídico como ente que libra al individuo de pensar por sí mismo. De Kant se queda con el racionalismo categorizante que construye sistemas racionales para que sean los garantes de una ética formal (en ausencia de una ética de contenidos). La autonomía ilustrada, que entendieron tan bien los románticos, se les olvidó a esa pandilla de burócratas que aún hoy nos gobierna y que dicen "hay que cumplir las normas", aunque esas normas desahucien, opriman o no tengan legitimidad democrática.

El mal no suele estar en las personas y su libertad creativa, sino en las estructuras y sistemas que se dicen a sí mismos "objetivos", sabiendo perfectamente que son tan "retóricos" y tan "subjetivos" como todo lo demás.

-Es más, Rorty, liberal también, sostiene que ya no es necesario recurrir a la justificación ilustrada de la solidaridad, que es la justificación de los defensores de la objetividad. Esa manera metafísico-epistemológica de afirmar nuestros hábitos ha dejado de funcionar y por ello es necesario sustituir el fundamento meramente ético. Dice que se ha vuelto rancia la búsqueda de objetividad de la ilustración.

Rorty (Contingencia, ironía y solidaridad) hace una apuesta por lo que llamamos democracia liberal clásica donde es justo hablar de la paz, la seguridad y la protección jurídica que necesitan los individuos para tener una vida buena. Pero esa democracia no pone sus esperanzas en la objetividad de los científicos ni en la imparcialidad de los juristas, sino en las capacidades narrativas para generar historias que posibiliten un ensanchamiento del “nosotros” liberal. Ese progreso depende más de las humanidades y nuestras capacidades literarias que de la ciencia.

La esperanza está en las pequeñas cosas cotidianas y en la capacidad imaginativa que tenemos. Aquí está la clave para luchar contra la desesperación, para hacer frente al sufrimiento y para aumentar nuestra sensibilidad hacia el dolor. Para retener la esperanza social, los miembros de las sociedades modernas deben ser capaces de narrarse a sí mismos una historia acerca del modo en que las cosas podrían marchar mejor.

No se trata de un dolor abstracto, sino del dolor de nuestros semejantes. Desde aquí, el progreso moral y la hermandad se entiende como un incremento de la sensibilidad. Esto es posible teniendo una mayor capacidad imaginativa y atreviéndose a defender una nueva utopía en la que la solidaridad humana no aparece como un hecho por reconocer mediante la eliminación del prejuicio (como pretendían los ilustrados). No se ha de alcanzar por medio de la investigación, sino por medio de la imaginación, por medio de la capacidad imaginativa de ver a los extraños como compañeros en el sufrimiento. La solidaridad no se descubre, sino que se crea, incrementando nuestra sensibilidad a los detalles particulares del dolor y de la humillación de los seres humanos distintos, desconocidos para nosotros.

Nussbaum va en esa línea cuando dice (Justicia poética) que La novela nos interesa por la naturaleza humana, las pasiones, las esperanzas y temores, las luchas, triunfos y derrotas, las penas y alegrías, las vidas y las muertes, de hombres y mujeres comunes. Se interesa por la individualidad de las personas y se caracteriza por la irreductibilidad de la calidad a la cantidad. Le da importancia a lo que le sucede a los individuos y no describe los hechos de la vida desde una perspectiva externa de distanciamiento (como si fueran actos de piezas mecánicas), sino desde dentro, llenos de la significación que los seres humanos otorgan a sus propias vidas.

Para esta autora el placer literario puede ser crítico, moral. La novela reconoce la importancia moral de la imaginación, el lector puede llegar a la razón por medio de la agradable luz de la fantasía.

Nussbaum dice que ella no está despreciando la razón ni la búsqueda científica de la verdad. Lo que critica es el enfoque cientifista que pretende hablar en nombre de la razón y la verdad.

Otros muchos autores sostienen la relevancia de la imaginación estética para la acción moral, entre ellos el liberal "Adam Smith".

No creo que estén sosteniendo que nos sumerjamos en ningún sentimiento oceánico, o éxtasis místico que nos conduzca a abandonarlo todo e irnos de misioneros. Lo que dicen es que para la acción moral no basta con el deber y los principios, sino que hay que tener sentimiento de empatía. Ello implica romper con el binomio razón/emoción (la emoción es necesaria para la acción moral) y con el de logos/mito (es necesaria la imaginación narrativa para tener empatía, ver a otro no como cosa sino como biografía viva).

-Finalmente, yo no creo, ni estos autores lo hacen, que la estética nos conduzca siempre a la acción moral. La razón estética es necesaria para la acción moral, pero caben sentimientos (incluso de empatía) que nos conduzcan a la injusticia o a favorecer al más cercano en lugar de al que más lo merece o a no ser severos cuando toca serlo.

La razón estética no es ni siquiera algo que haya que reclamar, porque la razón pura simplemente no existe. La razón siempre está sucia de "apariencias", de "belleza", de "emociones". Se trata de vehicular esa razón real del mejor modo posible.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 20 Nov 2014 18:47 #27630

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Tasia escribió:
Una puntualización previa. Es cierto que la distinción entre "verdad correspondencia" y "verdad coherencia" es muy antigua, al menos desde el "De interpretatione" de Aristóteles, como admite la misma Maillard. De todos modos no creo que en la "verdad estética" sea fundamental el criterio de coherencia, pues hoy hay estética de la incoherencia, de la desproporción e incluso de lo feo; y por otro lado, la estética se basa también en la imaginación, la sensación y los sentimientos. Creo que en el artículo se perfila un concepto de razón estética que trata más bien de hacer simultáneo o compatible contradictorio, sin necesidad de reducir la diferencia (es decir, algo bastante alejado de una verdad-armonía-coherencia).

Al resto de tu mensaje, o al menos a gran parte de él, contestaré en mensaje aparte y posiblemente en otro hilo más adecuado para hablar sobre la "maldad" y el "burócrata", pues éste de aquí se refiere más a la Filosofía griega.

No he leído esa obra de Aristóteles, "De interpretatione", pero lo que resulta de la Metafísica, que creo que no es muy diferente en lo que atañe a nuestro asunto, no es exactamente que el Estagirita hiciera una auténtica distinción entre "verdad correspondencia" y "verdad coherencia". La distinción pertinente en Aristóteles sería más bien entre fysis y logos. Pero como dice F.J. Martínez en su manual de Metafísica, refiriéndose a las categorías, dado el fundamento ontológico del logos griego, se trata también de un enfoque ontológico, según el cual las categorías serían los géneros del ser mutuamente irreductibles. El logos griego tiene un fundamento ontológico, por tanto el discurso es como el reverso de la realidad: logos y fysis son dos caras de una misma moneda, no dos teorías rivales de la verdad. Si el discurso es coherente, coincide con la realidad; y la realidad es coherente y congénere del discurso humano o logos (cuando éste es correcto, se entiende).

Eso es muy diferente, y se mueve a un nivel especulativo completamente diferente a lo que hoy entendemos como teorías de la verdad-coherencia y de la verdad-correspondencia.

Pero antes de entrar en ello y en la presunta existencia de una "verdad estética" que tú afirmas o, al menos, enuncias, conviene establecer un cuadro clasificatorio de las teorías de la verdad, para tener claro en qué territorio nos movemos. Sigo aquí a Pascal Engel (La norme du vrai, París, Gallimard, 1989; las UD de Filosofía de la Lógica de la UNED son un resumen de este libro, que no está publicado en español; las traducciones son mías).

Engel establece la siguiente clasificación de las teorías de la verdad (pp. 111-117):

1. Teorías sustanciales de la verdad
1.1. Teoría de la verdad-correspondencia
1.2. Teoría de la verdad-coherencia
1.3. Teoría pragmatista de la verdad (verdad definida por sus efectos o utilidad)
1.4. Teoría verificacionista
1.5. Otras

2. Teorías "modestas" de la verdad
2.1. Teoría de la verdad redundancia
2.2. Teoría de la verdad de Tarski

Dejemos de lado las teorías "modestas" de la verdad, que no ofrecen un concepto de verdad, sino solamente analizan "los criterios de verdad", es decir bajo qué criterios podemos aseverar algo, sin necesidad de definir qué sea la verdad. Por el contrario,
Engel escribió:
Una teoría sustancial de la verdad es una teoría, filosófica o metafísica, que proporciona el sentido de la palabra "verdadero" y que busca definir la noción de verdad.

No se me alcanza a ver dónde encuadrar una teoría estética de la verdad. Por lo tanto, o abrimos un tertium genus de teorías de la verdad, pero entonces alguien nos tendrá que dar el criterio para distinguirlas de las teorías sustanciales y las teorías modestas, o bien habrá que encuadrarla en nuestro esquema clasificatorio, pero entonces alguien nos tendrá que decir en cuál de los dos grandes grupos y por qué.
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Influencias de las sabidurías orientales en el nacimiento de la Filosofía 20 Nov 2014 21:31 #27634

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Es muy interesante esto que planteas. Yo no me considero, o no todavía, preparada para definir con claridad un concepto genérico de "verdad estética". Tal vez la verdad estética, por su naturaleza metafórica y paradójica, se resista a ser definida de modo unívoco y definitivo.

Pero lo que llama la atención es que en todas esas teorías sustanciales de la verdad que enuncias, se ve un intento de renunciar a un componente emocional o experiencial, y de apostar por un modelo que quiere ser "puramente mecánico" de análisis. En todos los que aportas, algo es verdad en relación con otra cosa con la que encaja de modo que pretende ser mimético o casi métrico ¿por qué se habla de verdad pragmática y no de verdad ética? Tal vez porque una ética pragmática-utilitarista aparenta ser mesurable, mientras que una ética de la virtud no encajaría jamás en un modelo de cálculo. En la ética pragmática se mide solo la adecuación, en forma de cálculo, de unos medios a unos fines. Es un sistema interno, como un reloj, cuyo encaje con el mundo es pura medición. Es decir, aportas una clasificación realizada desde el punto de vista sistemático, hermético y auto-referencial de la lógica.

Yo creo que la "verdad estética", si es que puede hablarse de una sola verdad estética, es hoy (mucho más que en la Grecia clásica) una verdad-experiencia; pero dicha experiencia no es puramente subjetiva, porque el arte también es algo compartido y transferible, por tanto también es verdad comunicativa (intersubjetiva y dialógica). La verdad estética también es empirista, porque es sensorial (en el arte es fundamental el mundo físico y las sensaciones que provoca), por lo que tiene un componente de verdad-correspondencia. La verdad estética también se atiene a una cierta estructura interna, que puede basarse en "verdad coherencia" (equilibrio, proporciones, a veces mesurable); o en "verdad incoherencia", como reconocimiento de la apertura radical, en la renuncia a las estructuras y la aceptación del vértigo de la estética. Es una verdad "apertura", metáfora, que pretende hacer simultáneo y compatible lo contradictorio, incoherencia y coherencia a la vez, como podemos apreciar en la conocida figura estilística de la ironía, que tú tan bien practicas.

La "verdad estética", por tanto, es suficientemente peculiar como para no cuadrar por completo en ninguna de las propuestas. Su componente sensorial, y también el intersubjetivo, permitirían decir de ella que es una verdad "sustancial" (aunque también, cómo no, es una "verdad apariencia"). Yo diría que podría cuadrar en la categoría "otras". Ella, la estética, la accesoria, la aparente, siempre ha sido "otra".

Sé que no te estoy diciendo ni "qué es la verdad", ni "cuál es el criterio de la verdad". Así que posiblemente esta respuesta no responda a lo que esperas del debate que propones.
Última Edición: 20 Nov 2014 21:43 por Tasia.
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