El proceso es mucho más complejo, sin duda, y habría que entender bien el contexto en el que Harris dice eso para intentar entrar al meollo.
Por aportar, sin embargo, mi perspectiva de forma resumida, diré que el proceso de emancipación desde la Modernidad sumado al desengaño del proyecto ilustrado durante el siglo XX ha devenido en el pluralismo axiológico de nuestros días, en ese politeísmo moral que dibujara Weber y que nos abre al relativismo moral actual. La postmodernidad se ha quitado de encima las convicciones en los grandes metarrelatos y por tanto en los grandes discursos que los "maestros" de turno pudieran mostrarnos. En un nuevo rechazo a la tradición, como ya hiciera en buena medida el proyecto moderno, en esta ocasión el postmoderno no ha reconstruido discurso unitario alguno que la reemplazara, y nos vemos en este espacio de oferta permanente de sentidos sin que exista apenas jerarquía en su consumo.
A esto se suma, en mi opinión, que al sistema capitalista le conviene esta falta de autoridad, desinhibiendo impulsos y desbocando el consumo, la construcción del sentido voluble y a la carta, la inconsistencia de esta "modernidad líquida" que han bautizado algunos y que hace del consumo algo mucho más impulsivo, irreflexivo, parapetado además en la legitimidad de quien no tiene maestro que le contenga y oriente, referente que le modere.
En el plano más valorativo, en mi opinión, esto tiene indudables ventajas. El autoritarismo doctrinal e ideológico resulta más vulnerable, al menos en la versión clásica que conoció su ocaso en el siglo XX. Y, con ello, podríamos decir - con muchos matices - que la emancipación, en cierto sentido, ha progresado. Hoy, sin embargo, podemos asistir a nuevas formas de adoctrinamiento encubierto y subliminal (como las que apunta Tasia), que aparentan ofrecer una pluralidad de opciones, haciendo de la libertad un simulacro, y que nos mantienen desorientados en la incertidumbre típica de nuestro tiempo.