COMENTARIOS A LA INTRODUCCIÓN DE SER Y TIEMPO DE HEIDEGGER
(Utilizo la traducción de Jorge Eduardo Rivera en Editorial Trotta.)
§1. Necesidad de una repetición explícita de la pregunta por el ser.
El discurso de Heidegger gira alrededor de una distinción fundamental sin cuya adecuada elucidación resultaría imposible cualquier discusión sobre su propuesta filosófica: es necesario distinguir entre el “ser” (Sein) y “lo que es”, lo que existe, (Seiende, que se suele traducir por “ente”). Es una falsa creencia la que lleva a pensar que coinciden el “ser” y lo que “es”; esa creencia es fruto de una evolución del pensamiento filosófico que ha supuesto un olvido del “ser”, disolviéndolo en “lo que es”, que es lo único que ha acabado por ver la modernidad. Ese estado de cosas, según Heidegger procede de tres “prejuicios” que hay que poner en cuestión.
1. El “ser” es el concepto “más universal”. Eso significa que se considera el “ser” como un conjunto que agrupa todas las cosas que son, todos los entes; es decir, que la modernidad tendría un concepto extensivo de “ser”. Sería, pues, un a modo de género universal. Pero, según Heidegger, la “universalidad” del ser “sobrepasa” toda universalidad genérica.
2. El concepto de “ser” es indefinible. Ciertamente, si se intenta definir el ser se incurre en vicio lógico: “el ser es...” y estoy incluyendo lo definido (ser) en la definición (es). Pero eso lo único que muestra es que el “ser” no puede ser definido de la misma forma que definimos algo existente (“tal cosa es...”), sino que hay que buscar nuevos conceptos para hablar del ser, distintos de los que usan las ciencias que hablan sobre los entes.
3. El “ser” es un concepto evidente por sí mismo. Este prejuicio viene ocasionado porque el “ser” se comprende sólo como cópula de uso común para relacionar cosas. A eso lo denomina Heidegger “comprensibilidad de término medio”, en cuanto que la cópula “es” se presenta como mediador entre dos cosas. Pero Heidegger ve en el “ser” mucho más que esa cópula de significado evidente por sí mismo.
§2. La estructura formal de la pregunta por el ser.
Si emprendemos la tarea de deshacernos de este prejuicio 3, inmediatamente nos percatamos de que si el “ser” no es una mera cópula, se convierte en un concepto sumamente complicado pero cuya elucidación es, precisamente, el núcleo de la reflexión filosófica. Efectivamente, la filosofía, si quiere tener alguna independencia como saber diferente del de las ciencias positivas, no puede afrontar la realidad con las mismas herramientas con que lo hacen éstas. Las ciencias se ocupan cada una de ellas de un conjunto de cosas, acotan la realidad agrupando los entes en especies y géneros; así, la entomología acota el género “insecto” y los entes que pertenecen a él; la zoología se ocupa de los “animales”, conjunto de entes al que, a su vez, pertenecen los insectos; la biología, de los seres vivos (conjunto al que pertenecen los subconuntos anteriores), y así sucesivamente. Sin embargo, aunque ese proceso nos pueda llevar a agrupar todos los entes en el conjunto universal de todo lo que existe, el estudio de ese conjunto universal no constituiría una ontología (en oposición a lo que postularía el prejuicio 1). La ontología estaría más allá de esa forma de estudiar la realidad observando lo que existe. El objeto de la ontología es el “ser” en cuanto “ser”, prescindiendo de los entes que existen (son).
Y, sin embargo, la pregunta por el ser, como se sigue claramente de lo dicho anteriormente, no puede ser algo así como: ¿qué es el ser? Y eso porque no podemos definir el “ser” en términos de sí mismo, de ser (prejuicio 2).
Pero ya que no podemos preguntar qué es el “ser”, tendremos que preguntar no por el ser mismo, sino por el “sentido” del ser. En castellano la palabra “sentido” es muy polisémica, por lo que hay que acudir al texto alemán: Heidegger habla de “Sinn”, es decir el significado de “ser”. La investigación de Heidegger no es, pues, teleológica (sentido como dirección o meta a la que se dirigiría el ser, en cuanto realidad) sino semántica: qué queremos decir cuando decimos “ser”, cuando decimos que algo “es”, más allá de la mera designación de la cosa como algo que tenemos delante.
Por tanto, la investigación ontológica no se lleva a cabo observando las cosas que existen, sino preguntando al que dice “ser” qué quiere decir cuando lo dice; es decir, preguntándonos a nosotros mismos qué sentido damos a la palabra “ser” cuando decimos que algo es. Por eso Heidegger llama al hombre Dasein, palabra que José Gaos tradujo como “ser-ahí”, pero que yo creo que debería ser traducida, con más propiedad, como “ahí-del-ser”, porque somos el lugar en el que el ser toma significado (sentido). De hecho forma parte de nuestra naturaleza de entes el dar sentido a las cosas. Pero no venimos al mundo ya con un significado de las palabras inamovible, sino que lo vamos adquiriendo y modificando a lo largo de nuestra existencia: por eso es pertinente la pregunta por el sentido del ser, porque aunque hay un sentido aparente, quizá provisional, tal sentido no es definitivo; de hecho nunca es definitivo, sino que se va construyendo a medida que somos. Pero el Dasein es también él un ente, ya que él mismo “es”. Por eso el Dasein cuando da sentido al ser se da sentido a sí mismo.
Cuando decimos que tal cosa “es” no sólo estamos diciendo, como aparece bajo el prejuicio 3, que esa cosa está ahí delante; cuando decimos que algo “es” decimos que ese algo tiene un significado (sentido) para nosotros, que ese algo ha entrado en nuestro círculo de interpretación del mundo. Por eso la “insignificancia” es equivalente a no ser nada; lo insignificante es lo despreciable, lo omisible, lo irrelevante, lo que no vale nada.
¿Por qué Heidegger habla de Dasein y no de “hombre” aunque el Dasein no sea otra cosa que el hombre mismo? Pienso que Heidegger entiende que “hombre” es una denominación para una especie dentro de los entes; y en lo que está interesado Heidegger no es en el hombre como especie (como ente objeto de la antropología) sino como interpretante del “ser”; por eso, aunque se trate de la misma realidad, al tratarse de un enfoque completamente distinto el de investigar al hombre en cuanto ente e investigar al hombre en cuanto intérprete del ser, Heidegger cree conveniente habilitar ese término, Dasein, para designar al hombre bajo la perspectiva que aquí importa.
Pero antes que nada, hay que hacer frente a una imputación obvia de razonamiento circular: si el Dasein “es” y defino el “ser” recurriendo al Dasein, ¿no estaré, como el Barón de Münchhausen, sacándome de la ciénaga tirando yo mismo de mi propio pelo hacia arriba? Heidegger rechaza esa imputación de razonamiento circular no rechazando la circularidad, sino alegando que él no está haciendo un razonamiento, pues no está sentando unas premisas de las que extraer conclusiones, sino llevando a cabo una mera introspección al interior del “ahí-del-ser” para ver lo que subyace en su fondo; sólo en ese sentido, y no en el de fundar un razonamiento sobre él, puede hablarse del ser del Dasein como fundamento del propio Dasein.
§3. La primacía ontológica de la pregunta por el ser.
Nos encontramos, pues, ante dos puntos de vista para afrontar la realidad, el mundo. Por un lado, el punto de vista ontológico, que enfoca la realidad como “ser” de las cosas; por otro lado, el punto de vista óntico, que enfoca la realidad como el conjunto de las cosas que son o existen. Las ciencias, o saberes del hombre sobre el mundo, tienen también, por consiguiente, dos perspectivas, la ontológica y la óntica.
Desde el punto de vista ontológico lo que importa es el ser de las cosas, ya sea desde una perspectiva global, lo que da origen a la ontología general, o desde una perspectiva compartimentada en subconjuntos o “regiones” de la realidad, encontrándonos ante “ontologías regionales”. Pero sea en el ámbito general o en cualquiera de los ámbitos regionales, el enfoque será desde el “ser”, desde el sentido interpretativo que tiene el estudio ontológico, es decir, la ontología se ocupa de los “conceptos fundamentales” que “constituyen, por lo pronto, los hilos conductores para la primera apertura concreta de la región”. El progreso de la investigación ontológica se produce “por el cuestionamiento de las estructuras fundamentales de la correspondiente región”. La ontología busca, pues, el fundamento o núcleo interpretativo que da sentido al ser (en su globalidad, si es general) o a cierta región del ser (si es regional).
Ciertamente lo ontológico y lo óntico, aunque deben mantenerse conceptualmente separados, no son compartimentos estancos e incomunicados. El desarrollo de la ontología es “impulsado generalmente en forma reactiva por el conocimiento creciente de las cosas”; la investigación de las cosas que existen sirve también de acicate para la ampliación de nuestra investigación sobre el ser. Pero aunque el conocimiento ontológico y el óntico interactúan, Heidegger quiere dejar bien clara la preeminencia de lo ontológico sobre lo óntico: “esta investigación preliminar que elabora los conceptos fundamentales no significa otra cosa que la interpretación de este ente en función de la constitución fundamental de su ser. Semejante investigación debe preceder a las ciencias positivas; y lo puede”. Efectivamente, sería imposible ni siquiera iniciar el estudio científico de las cosas sin una previa estructura interpretativa de la realidad, sin dar un sentido previo (todo lo preliminar y provisional que se quiera) a la realidad. Naturalmente, ese sentido previo se irá desarrollando y modificando conforme la investigación positiva de las ciencias vaya alcanzando resultados. Pero “la pregunta por el ser apunta, por consiguiente, a determinar las condiciones a priori de la posibilidad no sólo de las ciencias que inverstigan el ente en cuanto tal o cual, y que por ende se mueven ya siempre en una comprensión del ser, sino que ella apunta también a determinar la condición de posibilidad de las ontologías mismas que anteceden a las ciencias ónticas y las fundan”. En eso consiste la primacía ontológica de la pregunta por el ser.
§4. La primacía óntica de la pregunta por el ser.
Pero el hombre tiene una doble función en todo este juego. Por un lado él mismo es un ente (hombre) y, como tal, puede y debe ser interpretado; pero, a su vez, él mismo es el intérprete, tanto de sí mismo en cuanto ente como de los demás entes. Y, además, es esencial a su propia forma de ser en cuanto ente el constituirse en el intérprete del ser; el hombre es lo que es sólo en la medida en que es intérprete, asignador de sentido al mundo. “la comprensión del ser es, ella misma, una determinación del ser del Dasein. La peculiaridad óntica del Dasein consiste en que el Dasein es ontológico”. De ahí su lugar privilegiado que justifica que deba recibir una denominación también privilegiada que destaque su papel frente a los demás entes: el de Dasein, el “ahí-del-ser”, el lugar desde el que se contempla el ser y éste adquiere significado (sentido).
En alemán, hasta Heidegger, las palabras Existenz y Dasein se venían considerando sinónimas. Ahora, Heidegger reserva la palabra Dasein para designar al intérprete del ser de los entes; y Existenz designará la existencia o ser de los entes. Pero, a su vez, y como hemos visto en el apartado naterior, los entes, las cosas que existen, pueden ser abordadas desde dos puntos de vista, el ontológico o el de sus estructuras fundamentales, y el óntico o el de su calidad de cosas individuales que están ahí frente a nosotros. Estos dos modos de presentarse la existencia de las cosas requiere dos denominaciones diferentes, cuya traducción al castellano ofrece algunas dificultades:
Existenzielle: existencial (Gaos), existentivo (Rivera).
Existenzial/Existenzialität: existenciario/existenciariedad (Gaos), existencial/existencialidad (Rivera).
El primer término (Existenzielle) designa la existencia óntica. El segundo (Existenzial) la estructura ontológica de la existencia de los entes. Por eso requiere del uso del sustantivo abstracto Existenzialität, innecesario en lo Existenzielle, que siempre es concreto.
Resulta, de la doble cualidad del Dasein de ser un ente susceptible de interpretación y, a la vez, el intérprete de todos los entes, el que “la ontología fundamental, que está a la base de todas las otras ontologías, deba ser buscada en la analítica existencial del Dasein”. Es decir, que para descubrir el significado (sentido) del ser, el hombre debe interrogarse a sí mismo, buscar en sí mismo, mediante el análisis de su propia estructura ontológica. Para interpretar el mundo, el hombre debe interpretarse a sí mismo en cuanto existente en el mundo, pues los entes existen (ónticamente) por sí mismos, pero sólo “son” (ontológicamente) en cuanto el hombre los interpreta; el hombre, en cuanto Dasein, es un ente “que por su modo mismo de ser tiene la propiedad de ‘convenir’, es decir, de concordar, con cualquier clase de ente”. La tarea de la interrogación al Dasein acerca del sentido del ser sólo puede comenzar por la “comprensión preontológica del ser” que tiene el Dasein, o sea, por el concepto fundante de toda interpretación que es previo al contacto cognoscitivo con los entes, con el mundo. Es importante destacar ese previo que introduzco para distinguirlo de un a priori; Heidegger utiliza a veces la expresión a priori (por ejemplo, en el penúltimo párrafo del apartado 3 precedente), pero en un sentido muy distinto al que puede tener en Kant, donde un juicio a priori es un juicio universal y necesario. En Heidegger no hay tales juicios necesarios (o axiomáticos) sino sólo pre-juicios, juicios anteriores a otros, “condiciones de posibilidad” de juicios posteriores, pero no juicios a priori fundantes de juicios posteriores en el sentido lógico-deductivo.